'Sácame a bailar esta noche'

ALMUDENA SANZ
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La alegría y el colorido de los grupos de aquí y allá sobre el escenario y la entusiasta respuesta del público en una plaza de San Juan a rebosar marcan el regreso tras dos veranos sin bailes ni cantos

Los atavíos, máscaras y complementos de la formación de Guinea Bissau llamaron la atención tanto como sus bailes. - Foto: Valdivielso

Quien canta su mal espanta y si, además, baila, ya no hay maldición que le ronde. Y anoche el Festival Internacional de Folclore cantó y bailó como nunca, como si se hubiera guardado toda la energía no gastada en estos dos últimos veranos. Gira el mundo, gira. Con rabiosos, cadenciosos o familiares ritmos y arrebatadoras, alegres o exóticas danzas se reencontró con el público que acudió a la llamada, como siempre, llenando a rebosar la plaza de San Juan. Dos viejos conocidos de nuevo frente a frente, y, además sin mantas ni abrigos, como si no hubiera pasado el tiempo. 

Y como si no lo hubiera hecho, pese a la anunciada versión modesta de este año debido al recorte presupuestario, a las nueve en punto sonaron las notas de la Marcha de los Reyes Católicos en dulzainas y timbales. Con esta marcha con la que los ministriles llamaban antaño a concejo, los folclóricos burgaleses, como siempre, apelaron a sus vecinos a participar en esta deseada 44 edición. 

Y como si no hubiera pasado el tiempo, al escenario subió la presidenta del Comité, Regina Peñacoba, acompañada por la intérprete de lengua de signos Naira Huertos. «Dos años largos han tenido que pasar para que estemos por fin aquí. ¡Qué alegría volver a encontrarnos en esta plaza en la cita cultural más importante del verano burgalés! Les hemos echado mucho de menos, pero por fin lo podemos celebrar», enfatizó desde las alturas envuelta por los aplausos del público, entre los que se encontraban el alcalde, Daniel de la Rosa, y las concejalas Blanca Carpintero, Rosa Niño, Maribel Bringas y Fernando Martínez-Acitores. 

Hasta la austeridad polaca se relajó para dar entrada a la alegría del este. Hasta la austeridad polaca se relajó para dar entrada a la alegría del este. - Foto: Valdivielso

Y como si no hubiera pasado el tiempo, La Canastilla volvió a sonar como esa música que empuja al hermanamiento entre las compañías procedentes de dispares partes del mundo. Folclóricos burgaleses, primero, y parejas de cada uno de los cinco grupos foráneos, después, la bailaron. Eso ya no había quien lo parara. 

Y como si el tiempo si hubiera pasado y tras dos veranos en seco se necesitara más alegría, ritmo y fiesta que nunca, sobre la plataforma (puede que reducida a la mínima expresión, pero más cercana al estar al aire, sin caja oscura), danzaron y cantaron las formaciones invitadas con una muestra de su folclore que sorprendió, gustó, asombró, maravilló... 

Emocionaron las jotas de Justo del Río, que dedicó el Mañana voy a Burgos versión tradicional a La M.O.D.A. y derrochó alegría castellana con la Polka de Teófilo; sobrecogió Netos de Bandim de Guinea Bissau, con sus tribales danzas, sus máscaras, sus imposibles saltos, su teatro y humor gestual...; se meció la plaza con el romanticismo, intensidad y austeridad de la Compañía Folclórica de la Escuela de Economía de Varsovia, con las enormes plumas de pavo real en el tocado de ellos y las pizpiretas flores en la cabeza de ellas; arrancaron olés y olés las sevillanas y fandangos de la Asociación Abul-Beka de Ronda; deslumbraron los rabiosos colores de Acuarela Boliviana de Cochabamba; y a todos movieron los pies sin remedio las canciones y el endiablado ritmo de la Compañía de Danza y Música Étnica Komenka Nueva Orleans. Tanto como para querer bailar toda la noche.