Editorial

Una Presidencia europea que empieza lastrada por la convocatoria electoral

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Este sábado comienza el semestre de Presidencia española del Consejo de la Unión Europea. Lo hace con una simbólica visita del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, a Ucrania, donde se reunirá con Volodimir Zelenski y pronunciará un discurso en el Parlamento de Kiev. España se pone al frente de la UE trece años después -la última vez que ejerció ese mandato de turno fue entre enero y junio de 2010- y lo hace sin que el Ejecutivo y el principal partido de la oposición hayan pactado algún programa de mínimos ante este verdadero desafío para la política exterior española en un momento trascendente para el Viejo Continente.

En un principio, se daba por hecho que Sánchez intentaría sacar partido a la presidencia de turno y que aprovechara al máximo su perfil de estadista de cara a las elecciones generales. Sin embargo, el revés que se llevó el Partido Socialista en las urnas el pasado 28 de mayo precipitó los acontecimientos y llevó al presidente del ejecutivo a un adelanto electoral que va a condicionar el primer tramo de esa dirección comunitaria. No es, por tanto, una buena forma de empezar un compromiso con el resto de socios europeos. La gobernanza de las instituciones que comparten los Veintisiete no ha de estar al albur de la política doméstica de cada uno de ellos. Y si se da el caso, al menos ha de mediar un consenso entre los partidos llamados a ejercer labores de gobierno, y, por lo visto, entre PSOE y PP solo han surgido suspicacias y reproches mutuos por un uso interesado de esa Presidencia. Socialistas y populares se acusan de falta de sentido de Estado y nada se ha pactado entre los dos de cara a este transcendental semestre.

El mandato rotatorio que acaba de comenzar cobra especial interés porque se considera de cierre, ya que la legislatura europea se agota en 2024. Antes de esa cita con las urnas, la Unión Europea debe seguir haciendo frente a importantes desafíos. El principal, evidentemente, la guerra de Ucrania y sus devastadores efectos. También son importantes las relaciones con los vecinos del sur, en concreto con Marruecos, Argelia o el Sahel, una cuestión que es prioritaria para los intereses españoles. Tampoco es menor el reto de seguir cerrando las heridas provocadas por el Brexit y la necesidad de hacer causa común ante el crecimiento del euroescepticismo.

Son muchos los interrogantes que se ciernen sobre este periodo de Presidencia comunitaria que comienza hoy. El más significativo, la posibilidad de que lo comience un Gabinete y lo finalice otro. Parece, por tanto, que España lo abre sin hacer su primera tarea, que tenía que haber sido la de fijar una postura de país ante Europa, sin sesgos partidistas.