Jubilación sin barreras en Aspanias

GADEA G. UBIERNA
-

Retirados del centro de empleo de la entidad promueven un taller de lengua de signos en su programa de envejecimiento activo para poder comunicarse con un compañero

Algunos de los asistentes al taller en lengua de signos de Aspanias, en un momento de su clase del pasado jueves. Otro grupo acude los viernes. - Foto: Patricia

Quién le iba a decir a Claudio Ortega que en su jubilación iba a ponerse a dar clase, pero así ha sido. Después de toda una vida trabajando en la Fundación CISA, decidió participar en un programa nuevo de Aspanias, llamado Puente, que se pensó, precisamente, para jubilados como él, con discapacidad intelectual: un plan de actividades de mañana a elegir, con libertad de horarios y de asistencia. Se celebra en la sede de la calle Federico Olmeda y, de los 32 asistentes habituales, hay quienes no pueden expresarse oralmente. Ortega es uno de ellos y, dado que sus compañeros manifestaron con insistencia que querían interactuar con él, se pensó en la posibilidad de que fuera el propio Claudio quien les enseñara cómo. Y aceptó. Así que, desde el pasado otoño, cada semana dedica dos horas a la enseñanza altruista.

«Claudio se encarga de las sesiones y, aunque hay una trabajadora [de Aspanias] de apoyo, es él quién organiza y decide», cuenta la coordinadora del Proyecto Puente, Vanesa Blanco. La iniciativa arrancó poco antes de la pandemia, pero, a causa de los años de emergencia sanitaria, sigue considerándose 'piloto': cada lunes por la mañana se evalúa lo que quieren los usuarios, de forma asamblearia, y si algo no funciona, se cambia o se quita. Pero el taller de lengua de signos parece haber triunfado y, de hecho, ni siquiera se plantean interrumpirlo en verano porque la decena de asistentes «insisten» en celebrarlo. Hasta tal punto les gusta, que hay quien admite que ahora se fija en la traducción del telediario, para ver si lo que entiende. «La parte del tiempo es la más fácil», apuntan.

Uno de ellos es José Luis Yantero, quien afirma haber sido «el primero» en apuntarse por dos razones de peso: «Poder hablar con Claudio y aprender algo nuevo, que me gusta». También por interés en lo novedoso se apuntó Raquel Sevilla, quien asegura que no solo le gusta el contenido, sino que «se me da bien». Todo lo contrario a lo que le sucede a Rosa Arceredillo, que es otra de las fijas en la sesión de los jueves de Claudio -da otra los viernes-, a pesar de que le está pareciendo «muy difícil». Lo más complicado, dice, es aprenderse el significado de cada uno de los signos.

En las clases intentan aprender conceptos cotidianos; para algunos, son difíciles.En las clases intentan aprender conceptos cotidianos; para algunos, son difíciles. - Foto: Patricia

Para ayudarse cuentan con un manual elaborado ex profeso para ellos y revisado después por Claudio Ortega, quien se asegura de que no hay errores y selecciona el contenido de mayor utilidad para su heterogéneo alumnado. «Intentamos aprender del día a día», dice la trabajadora de Aspanias de apoyo en el taller, Carmen Riaño, mientras el resto apunta que ya saben los días de la semana, los meses y estaciones del año, algunos números, medios de transporte, parentescos... «Estamos muy contentos con Claudio, es muy buen profesor», afirma sonriente uno de los alumnos más comunicativos del grupo, Jorge Martín.

Otra cosa es lo que crea Claudio Ortega, quien los observa mientras ponen en práctica todo lo aprendido. Corrige, pero, cuando se le pregunta, también asegura que «son buenos alumnos».
hueco por cubrir. A medida que el número de usuarios de Aspanias que se jubilaban de la Fundación CISA fue aumentando, en la entidad se dieron cuenta de que la sociedad no contaba con ellos. La opción que se les ofrecía era acudir a un centro de día o a uno ocupacional, que suelen estar sujetos a horarios y a dinámicas cerradas que no terminan de encajar en los planes de una persona que lleva décadas sujeta a una dinámica rutinaria y de obligado cumplimiento. «Así que pensamos en generar un proyecto 'a medida', a través de sus deseos y necesidades», aclara Vanesa Blanco.

Para ello, lo primero que se hace con cada uno de los participantes es una entrevista en la que cada uno explica «cuáles son sus expectativas e intereses y así poder crear espacios que den respuesta a sus necesidades». Así, en Proyecto Puente es frecuente ver a unos pintando, mientras otros tejen, hacen marquetería o juegan a las cartas. «Ellos vienen a la hora que les parece y se van cuando quieren», apunta la coordinadora, especificando que «lo único que les pedimos es que nos informen con antelación de si van a venir o no».

Claudio Ortega, que no puede comunicarse oralmente, dirige las clases.
Claudio Ortega, que no puede comunicarse oralmente, dirige las clases. - Foto: Patricia

De esta manera se está configurando un programa de envejecimiento acorde a las características de los usuarios de Aspanias jubilados, que es dinámico porque siempre hay opción de incluir cosas nuevas -como el taller de lengua de signos- y que no siempre tienen por qué desarrollarse en la sede. «También trabajamos la comunidad; hay muchos que van a academias o a cívicos por las tardes, que hacen deporte y otras actividades. Y luego, nosotros, también les planteamos salidas a museos o excursiones de uno o más días», dice, matizando que, la próxima, va a ser la recta final del Camino de Santiago francés, de Portomarín (Lugo) a Compostela. «Nuestro objetivo es que, dado que la calidad y la esperanza de vida aumentan, puedan contar con un envejecimiento realmente activo y que fomente su participación en la sociedad», concluye la responsable.