Viaje a los pilares de la Catedral

J.Á.G.
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La galería de la Catedral (Hontoria de la Cantera), que da nuevo nombre a la cantera primigenia -antigua cárcel y polvorín- es casi como una ciudad subterránea y misteriosa.

Viaje a los pilares de la Catedral - Foto: Alberto Rodrigo

Kenneth Martin Follett no sabe, seguramente, dónde está Hontoria de la Cantera ni Cubillo del Campo, pero seguro que si algún día se entera y visita las canteras y rebusca en los archivos encuentra argumento para una nueva novela. Bajo los montes de ambos municipios y de Tornadijo se encuentran los pilares de la tierra y los de catedral de Burgos. De ellas salieron millones de varas de esa preciada caliza blanca que los maestros canteros y escultores convirtieron en arte y filigrana. Con sus sillares construyeron además de la seo la mismísima Casa del Cordón, el arco de Santa María, el castillo y las murallas y un sinnúmero de monasterios, conventos, blasonados palacios y casas solariegas. Por esas veredas montaraces, que en algunos tramos se solapan con el Camino de la Lana y con la ruta cidiana, transitaron miles de carreteros -la Cabaña Real recreó hace años uno de esos viajes- transportando esos enormes bloques en carros tirados por varias yuntas de bueyes para poder subir el alto de La Varga. Los maestros canteros de la Catedral -incluso el propio Diego de Siloé y otros escultores, según cuentan algunos historiadores- gustaban de tallar en esas mismas grutas o su entorno la caliza para reducir peso y aprovechar la humedad de la glera.

Después de años de abandono y olvido, este complejo de galerías, que estuvo operativo hasta mediados del pasado siglo, ahora ha recuperado actividad como recurso industrial -Calizas de Burgos sigue explotando la cantera Agustín-, pero además las inactivas se han convertido en un atractivo recurso turístico. Bajo el proyecto Patrimonio de la Luz se esconde algo más que una visita, un ambicioso plan que persigue poner en valor esta zona crean un complejo de ocio en ese fondo de mar, hoy montaña, en el que se formó hace más 100 millones de años una preciada y blanca caliza que sigue generando riqueza y será, si se cumplen los propósitos, una importante palanca para el desarrollo socioeconómico.

De las tres galerías visitables se mantienen abiertas al público general dolo las de la Catedral y El Pozo. En un futuro, se añadirá otro impresionante y luminoso canchal subterráneo, el de La Luz, que de momento está cerrada y pendiente de testar su seguridad y acondicionarla para hacerla más accesible y firme. Aún así la visita a las dos cavidades es una experiencia singular. El recorrido está lleno de sorpresas y espacios impresionantes que hacen de este viaje a las entrañas de la tierra una experiencia además muy enriquecedora, difícil de olvidar, en eso tiene razón Tamara Valderas, directora del proyecto y también guía, y Álvaro Platero, gerente de Calizas de Burgos, empresa que en 2015 se hizo cargo de la explotación minera y que, junto con otros empresarios, impulsa la puesta en valor del conjunto monumental.

Viaje a los pilares de la CatedralViaje a los pilares de la Catedral - Foto: Alberto Rodrigo

La primera de las galerías que se explora en la visita guiada es la de La Catedral. Es el nombre con el que se ha rebautizado la primigenia cantera, de la que se extrajo la piedra utilizada para la construcción de la seo que alumbró el gótico. Esta enorme gruta -10.000 metros cuadrados- tiene más historia porque fue también antiguo penal franquista para represaliados y polvorín tras la Guerra Civil. En 1994 el Ministerio de Defensa decidió clausurar el arsenal y el acuartelamiento, posteriormente vandalizado tras desafectarse y retirarse la seguridad del complejo militar. La cavidad -algunos apuntan que los romanos ya extraían de ella la codiciada caliza- permitió habilitar enormes 'terrazas' de 20 metros de ancho y cinco de alto ideales -por su temperatura constante en invierno y verano, entre 12 y14 grados- para evitar explosiones de la pólvora y la trilita. En sus 10.000 metros cuadrados se observan aún las rampas y viales por los que circulaban los camiones por su interior con su mortífera carga. Un lucernario en la cúpula del techo proyecta un potente halo de luz natural en este tenebroso interior -un generador completa la iluminación durante las visitas - y hace también las veces de respiradero. La galería se ensancha y, al fondo, se vislumbra una gran sala, un auténtico anfiteatro a distintas alturas. Delante una enorme y alta columna, un vertical coloso que sostiene la techumbre de caliza veteada de rojo férrico, porque los canteros solo extraían la veta blanca, la más cotizada, para esa catedral que mandó construir hace ochocientos años el obispo Mauricio. Aunque será retirado, hoy continúa el escenario de cartón piedra que dejó la productora del anuncio de Fanta, que se rodó en este grandioso escenario de piedra.

Impresiona el silencio y la imaginación echa a andar, también la de Iker Jiménez y su reportero Paco Pérez Caballero. En julio de 2014 creyeron ver en la extraña disposición de restos óseos y plumas de aves hallados en su interior pruebas de supuestos rituales. Las leyendas populares hablan incluso de la persistencia de halos de dolor, lo de esos presos represaliados que trabajaron hasta la extenuación para agrandar la galería y construir el polvorín en condiciones infrahumanas. Ahora ya no es refugio de muerte, de dolor ni pesadillas. Tampoco de vándalos y grafiteros. Se ha convertido en un espacio de memoria, vida y disfrute y, en el futuro, será marco para eventos de música, arte... si se cumplen las previsiones.

La siguiente etapa en este viaje a las entrañas de la tierra, también en montes de Cubillo y Hontoria, se desarrolla en la galería de El Pozo, llamada así porque en ella se perforó uno para suministrar agua necesaria para el funcionamiento de la cantera, hoy inactiva, aunque no lo parece porque por toda ella se ven enormes bloques de caliza a medio trabajar y piedras informes, detritos de la complicada operativa para su extracción. Es aquí donde Tamara Valderas muda de guía a experta cantera -Crescencio Navarro Ausín, un minero de Cubillo de 88 años, le aportó sus experiencias- y explica las técnicas de extracción de la roca desde el medievo hasta nuestros días, porque en la cercana mina Agustín, renombrada ahora como galería El Águila, dos operarios sigue extrayendo caliza con modernas máquinas a razón de 500 metros cúbicos al año, que se trabajan en el taller que Calizas de Burgos tiene en Hontoria. Esta mina solo está abierta a visitas técnicas y especializadas.

Viaje a los pilares de la CatedralViaje a los pilares de la Catedral - Foto: Alberto Rodrigo

La galería de El Pozo no tiene pérdida porque encima de ella aún es visible la herrumbrosa grúa con su cabrestante. Mediante cables el árgano elevaba hasta la superficie por la enorme zarcera minera, ahora cubierta por una claraboya. Los bloques se acercaban a la base con una vagoneta sobre raíles, una de ellas ha sido recuperada. Se utilizaron primero bueyes y después motores. En esa enorme chimenea, que hacía las veces también de lucernario y respiradero, hay marcas del rozamiento de los acerados tirantes. En las paredes aún se puede observar, como en el caso de la galería de La Catedral, las marcas y hendiduras del primigenio sistema de extracción de los sillares, de los picos, mazas y palancas que utilizaban los canteros medievales y no tan antiguos. Fuerza, paciencia e inteligencia para conseguir que la roca cascara y se desprendiera de esa roca madre a la que estaba unida. Los visitantes, por cierto, pueden probar con picos y mazas. Al final, se entrega, a cada uno un pequeño cuadrado de caliza pulida como recuerdo. La primera máquina que llegó, según relatan, fue un compresor de aire que permitió utilizar enormes brocas, después se usaron unas taladradoras -pistoleras, las llamaron los mineros -casi todos vecinos de Cubillo del Campo- y finalmente usaron espadas, una suerte de motosierras que cortan lentamente la caliza. Desde el medievo lo rozadores utilizaban enormes cuñas y pesadas palancas así como maderos mojados, pero ahora se usan bolsas de presión hidráulica para hacer que casquen los bloques una vez recortados en pared.

Hay marcas negruzcas de candiles y carburos en las paredes porque hasta 1945 no llegó la luz gracias a un compresor que se instaló en la cantera Alta. Al abrigo de la entrada, bajo un paraguas rocoso, los trabajadores hacían hogueras y calentaban sus tarteras. Hay un misterio en esta mina y que nadie ha desentrañado. Se trata de la aparición de cientos de suelas de zapatillas y restos de botas que fueron desenterrados durante los trabajos de acondicionamiento para hacer visitable esta enorme cavidad y su entorno. El viaje a los catedralicios pilares de la tierra concluye, pero, pero muchos visitantes, cuenta, Tamara Valderas, se quedan en el entorno para disfrutar también de la belleza del paisaje y de esos bosques y parajes llenos de encanto.

*Este reportaje se publicó en el suplemento Maneras de Vivir del 13 de febrero de 2021.