El CSIC duda de que Quintanilla de las Viñas sea visigótica

R. PÉREZ BARREDO
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Diferentes estudios señalan que este enigmático y bellísimo templo ubicado en Tierra de Lara no fue construido en el siglo VII, sino al menos dos centurias más tarde

Investigadores del CSIC afirman que Quintanilla de las Viñas no es visigótica. - Foto: Jesús J. Matías

La teoría no es nueva, pero recientes estudios insisten en ella: Quintanilla de las Viñas, enigmática y bellísima ermita considerada en toda la historiografía como un templo visigótico erigido hacia el siglo VII, no es tal; se trataría, según esta tesis, de una construcción mozárabe levantada en tierras de Lara al menos dos centurias después. Investigadores del Instituto de Historia del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) llevan tiempo sosteniendo esta afirmación sobre argumentos sólidos, con el historiador y arqueólogo Luis Caballero Zoreda a la cabeza. El cuestionamiento no es nuevo realmente; aunque sigue prevaleciendo y pesando mucho la cronología visigótica -aparece en manuales, en materiales divulgativos- y no gusta que se ponga en solfa en aquellos lugares en los que se ubican joyas como Quintanilla de las Viñas, esta ermita forma parte de un conjunto de iglesias con las que comparte una serie de características tipológicas y estructurales que hablan de un ambiente productivo similar que nada tiene que ver con el arte visigótico. 

Según explica Fernando Arce, del Instituto de Historia del CSIC, lo que define a esta 'familia' de construcciones (en Burgos hay alguna más: San Felices de Oca, San Pedro El Viejo de Arlanza, Quintanilla, San Vicente del Valle y Santa Cecilia de Barriosuso; también en La Rioja y en Álava) «es que en todas ellas se utilizan sillares romanos reutilizados, pero no es un mero utilitarismo; emplean antiguas estructuras romanas como cantera, porque luego muchos de esos sillares se transforman, se someten a cortes, ajustes... Se puede considerar que hay técnicas de cantería y sillería aunque utilicen bloques previos; otra característica, desde el punto de vista estructural, es que los ábsides, que son todos cuadrados, están cubiertos por una cúpula que se hace en piedra toba para que el peso sea menor; esa bóveda sobre pechinas está en todos estos templos, aunque en Quintanilla de las Viñas sólo se conserve el arranque de las pechinas; también las plantas son similares: naves únicas sin divisiones internas, no son del tipo basílica», explica.

La discusión sobre la datación de esta ermita está en dos frentes: uno es el arqueológico y el otro el documental y epigráfico. Respecto del primero, «defendemos que la tecnología no se genera en la Península Ibérica hasta época posterior al siglo VIII, con la revolución de un nuevo canal, que es el musulmán, que lo conecta con otros mundos y de ahí viene la explicación de su exótica decoración en un lugar tan lejano. Opinamos que esos estándares no tienen parangón con la arquitectura que sí tenemos bien fechada y con seguridad en época visigoda. Cuando comparamos esas arquitecturas y esas decoraciones con estas otras se parecen como un huevo a una castaña: son dos mundos productivos totalmente distintos que difícilmente pueden ser considerados coetáneos», subraya Arce.

Desde el punto de vista de la información histórica «tenemos referencias de carácter documental o epigráfico que nos remiten a personas que son del siglo IX en adelante, como sucede con Quintanilla de las Viñas». En una inscripción de esta mítica ermita burgalesa, en uno de los sillares que hace las veces de capitel y que tiene una alegoría del sol, «aparece el nombre de Flámola como promotora de la obra; conocemos una Flámola de finales del IX y principios del X que era esposa del conde de Lara; en otro documento, ese matrimonio hace una donación en San Pedro el Viejo de Arlanza». 

Desde el punto de vista histórico, insiste el investigador, ninguno de esos templos tiene sentido en el siglo VII, «sino en el momento en el que existen unos poderes con capacidad económica e interés ideológico para alinear a las sociedades. Y son las élites las que encabezan estos movimientos: los condes de Lara en Castilla, los reyes de Asturias y León por otro lado, los de Navarra... Hay una efervescencia de poderes emergentes en esta época -siglos IX y X- con capacidad para demandar edificios representativos que acuden a los repertorios técnicos y estéticos imperantes en ese momento; y esos repertorios, desde la entrada en la Península Ibérica de Al-Ándalus, están muy renovados respecto a lo que era la tradición preislámica, de tal forma que cuando se construyen iglesias se utilizan las técnicas del momento: se construye y se decora con los repertorios imperantes, de ahí que encontremos esas decoraciones que nos remiten a mundos muy lejanos».

De Persia a Burgos. Explica Fernando Arce que la exuberante decoración de Quintanilla de las Viñas tiene su origen en la Persia sasánida. «La iconografía animal de esta ermita está en la Persia del siglo VI. Estos elementos decorativos no se pueden explicar en el siglo VII: ¿cómo demonios van a llegar directamente desde Persia esos elementos a Burgos? ¿Cómo va estar conectado el imperio sasánida con Burgos en el siglo VII? En cambio, si nos situamos en el siglo IX o en el X, tenemos integrado en la cultura visual islámica elementos que proceden de ese mundo y que se desarrolla aquí con los omeyas. Eso hizo que elementos que en su momento fueron regionales (que se dieron en Persia) pudieran viajar hasta lugares tan lejanos como el occidente del Mediterráneo».

Así, esa iconografía presuntamente visigótica de Quintanilla de las Viñas es idéntica o muy similar a la que se puede encontrar en lugares como Líbano o en palacios omeyas. No es, pues, decoración visigoda, sino el producto «de una transmisión; eso explica la llegada de orientalismos a la Península Ibérica desde que Al-Ándalus se conecta con ese mundo», apostilla el miembro del Instituto de Historia del CSIC. La también historiadora María Cruz Villalón resume la tesis de esta manera: «Las numerosas investigaciones que se han vertido sobre Quintanilla de las Viñas manifiestan la dificultad que existe para localizarla en su contexto, dado que indistintamente se ha clasificado en el siglo X o en la etapa visigoda, donde más comúnmente se la considera. Pero un estudio de sus relieves, buscando los fundamentos desde la Antigüedad Tardía, revela los orígenes de su iconografía en el Mediterráneo oriental y el oriente sasánida, que luego son transmitidos a la creación de la Alta Edad Media, donde la cultura islámica ha sido un agente primordial, particularmente desde el núcleo de Córdoba en los siglos IX y X».