María Jesús Jabato

Señales de vida

María Jesús Jabato


Burgos, el frío y Galdós

09/12/2022

Hoy viernes nadie lee el periódico porque todos nos hemos ido de puente y porque, cuando hay puente, no suele pasar nada que no sea el mismo puente, la vacación, el escape, el ocio; eso. Hace frío.

Estamos a tiro de piedra del invierno, que llegará con paso de lobo blanco en un par de semanas dando de qué hablar, porque el tiempo en Burgos es siempre tema de conversación; si frío, porque frío; si calor, porque calor. Decía Galdós en uno de sus artículos costumbristas con ocasión de una nevada en Madrid que hizo caer la temperatura de 5 a 6 grados bajo cero: En Burgos han tenido 18, cifra que parece increíble pero que es auténtica, y consideraba que Burgos, junto a Vitoria, Pamplona y Reinosa, eran rivales de San Petersburgo.

En la mente del escritor debían estar indisolublemente unidos Burgos y el frío, porque cuando Jacinta y Juanito Santa Cruz, -léase Fortunata y Jacinta- llegaron a las tres de la mañana a la Cabeza de Castilla en viaje de novios, estaban felices y locuaces, riéndose de todo, del frío y de la oscuridad. En esta ocasión no era invierno, sino primavera, porque la boda fue en mayo de 1871, pero hasta el cuarenta de mayo no hay que quitarse el sayo, ya se sabe, y en aquel entonces suponemos que la conseja era más válida que ahora, porque aún no había dado señales de vida el cambio climático, que con su loca presencia trastoca fríos en calores y viceversa; entonces el invierno era frío polar y sabañones y el verano, caribeño y fiebre amarilla.

Tenía Galdós una peculiar teoría sobre el clima, ya que decía que en verano el individuo está regido por el cuerpo, que se hace presente y pesado, y en invierno por el intelecto, porque el frío aletarga aquel, lo reduce, y deja espacio a la mente, que adquiere predominio absoluto y se vivifica. Según la teoría galdosiana, diciembre es tiempo de plenitud del espíritu, así que ahora estamos desprovistos de la carga corporal, aunque los fríos de hoy no son los de comienzos del siglo XX, ni los medios de combatirlos tienen parangón con los braseros y estufas de antaño, con lo cual, con el cuerpo más caliente, el intelecto no nos funciona a pleno rendimiento ni en invierno. A ver si el termómetro desciende a 18 bajo cero y nos ponemos todos a pensar, y sacamos algo en limpio, que ya va siendo hora.

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