Un buscador que hace arte con lo olvidado

A.C. / Medina de Pomar
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El pintor y escultor Erick Marlop, de Sotoscueva, expone en el Ateneo una serie basada en el arte rupestre y el ser humano

Erick Marlop junto a la obra homenaje a la Sala de las Huellas de Ojo Guareña y una serie dedicada al cuerpo humano. - Foto: A.C.

Estudió Diseño Gráfico y montó un negocio de decoración en Vizcaya. Pero prefirió volver a sus raíces en la Merindad de Sotoscueva y volcarse en la creación de pintura, escultura, instalaciones... Juan Carlos Martínez López, el artista Erick Marlop, lleva 17 años en Cornejo sin parar de buscar y recuperar todo tipo de materiales para sus obras, experimentando con formas, texturas y haciendo arte, pero hace más de una década que su trabajo no salía a la luz y podía disfrutarse en una exposición. Para volver en solitario y a lo grande ha elegido el Ateneo Café Universal. Antes ha pasado dos años trabajando en la serie Del arte rupestre al cuerpo humano, una simbólica exposición de pintura y escultura donde son protagonistas los elementos y representaciones que predominan en las pinturas y grabados de las cuevas de Ojo Guareña y de otros puntos de España.

La exposición colectiva que en el verano de 2022 se celebró en La Capilla de Villarcayo le devolvió un poco a la sociedad. Aquello fue un aperitivo. Pero ha sido ahora cuando ha decidido volver a mostrar sus creaciones de lleno, también en las redes sociales, Facebook e Instagram. Antes, confiesa que le daba «vértigo mostrar una obra sin poder explicarla» y por eso se resistió. Pero ya ha dado un paso adelante después de años de trabajo intenso «sin expectativas de vivir del arte». Las graves secuelas que le dejó en su salud un grave accidente de tráfico de su juventud tampoco han ayudado a su carrera hasta este momento, en que se encuentra ya recuperado.

Hasta el día 16, el Ateneo ayuda a regresar al mundo de las cuevas con Erick Marlop, que rescata en sus obras los repetidos triángulos, el zig-zag o los animales grabados por el hombre hace miles de años.

En su particular homenaje a Ojo Guareña no falta una obra en hierro oxidado representativa de la Sala de las Huellas, donde permanecen aún infinidad de plantas de pies marcadas en el suelo. También la cierva grabada en Cueva Kaite, embarazada y con un cervato en su tripa, se puede ver casi a tamaño natural en la exposición. Pero ahora es de hierro sacado de numerosas piezas por este rescatador de azadas, asas de baldes, cacos -herramienta de dos púas de acero-, guardabarros de bicicletas, hierros de viejos somieres y tantos otros elementos que trabaja hasta lograr la forma deseada. Hasta el cobre que engarza parte de las piezas de la cierva ha salido de viejos transformadores de electricidad de 125 a 220 voltios. Todo ha sido recuperado del olvido.

La cierva de la cueva de Bacinete, en Cádiz, una corza de la cueva de Covalanas, en Ramales de la Victoria (Cantabria) o los caballos de la conocida cueva de Tito Bustillo, en Asturias, así como la cigüeña, la única ave representada en cuevas, también tienen su lugar en la muestra y solo tiene pendientes esculturas de bisontes y mamuts.

Bustos femeninos y masculinos en aluminio, los glúteos, un particular rostro y otras piezas simbolizan el cuerpo humano, mientras que en la pintura, abstracta en su mayoría, predominan los sencillos símbolos prehistóricos o incluso hace una alegoría a la concreción que el carbonato cálcico genera en las cuevas mediante una serie de cuadros.