El retablo mayor brilla en el corazón de la Catedral

I.L.H.
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La limpieza llevada a cabo por la empresa Aibur destapa la belleza de la policromía y los detalles de una talla que no olvida los rincones inaccesibles. Destaca el sagrario, la imagen de la Virgen y el Ángel Custodio, que estaban en peor estado

Nave vacía. El retablo espera que vuelva el culto a esta zona del templo. - Foto: Valdivielso

Una lona gigante de 80 m2 ha ocultado durante tres meses los andamios utilizados para la limpieza del retablo de la nave central. El increíble nivel de reproducción del material microperforado ha hecho olvidar que esa pieza estaba en obras y que bajo esa imagen casi idéntica estaba la empresa Aibur trabajando en destapar lo que la acumulación de polvo y la suciedad había ocultado. Hasta que la apertura del Año Jubilar el pasado sábado dejó al descubierto el brillo del retablo dedicado a la Virgen en el que se asienta la imagen de Santa María La Mayor.

La intervención en esta pieza del siglo XVI ha consistido en una limpieza integral, el tratamiento anticarcoma para la madera, la consolidación del bloque y la eliminación de algunas grietas. No ha necesitado una restauración profunda porque esa labor se hizo en 2004, hace dieciséis años. Pero desde entonces la policromía había perdido su capa de protección quedándose los colores apagados, las piezas de plata se habían oscurecido y el sagrario requería ser reintegrado porque «estaba muy deteriorado», según Juan Álvarez Quevedo, vicepresidente del Cabildo y delegado diocesano de Patrimonio. 

Además del propio por el paso del tiempo, en estos años el retablo había «asumido» el polvo de las obras de restauración de capillas como Natividad, Anunciación o San Gregorio, además de las de la girola que acaban de concluir. Así que para el Cabildo la limpieza del retablo era una de sus prioridades de cara al VIII Centenario de la Catedral y al Año Jubilar, pero la reducción de ingresos por la falta de turistas les hizo anunciar que debían posponerlo. Fue entonces cuando la Fundación que está detrás de los actos que celebran los 800 años de la colocación de la primera piedra decidió sufragar su limpieza con 93.000 euros.

El gran nivel de los artistas. Una vez concluidos los trabajos, tanto Álvarez Quevedo como José Barrio, de Aibur, destacan «la belleza de la policromía, los oros que ahora lucen y los detalles de las imágenes de casi cualquier rincón, por inaccesible que sea. En todas las columnas hay representaciones de santos y esa era una riqueza que estaba oculta».

Sorprende sobre todo la meticulosidad de los artistas que tallaron el retablo, los hermanos Rodrigo y Martín de la Haya -junto a Juan de Anchieta y Domingo de Berriz- y de quienes lo policromaron, los pintores Gregorio Martínez y Diego de Urbina. «No es normal tallar lo que no se ve. La parte posterior de las columnas no solo están talladas, sino que la policromía es de una belleza espectacular, incluso en algunos casos, superior a la que vemos de frente». Lo mismo ocurre con la zona más cerca del cielo de un retablo de veinte metros de altura: mantiene el nivel de la talla y el de su policromía.

Respecto al estado de la pieza, Álvarez Quevedo llama la atención sobre dos elementos:el sagrario, que es posterior al retablo (1575), y la figura del Ángel Custodio en el último cuerpo. El sagrario de Domingo de Berriz «estaba muy deteriorado» y con la limpieza se ha conseguido recuperar las pinturas que hay en su interior. 

En cuanto al ángel que custodia la maqueta de la ciudad y que estuvo presente en la exposición Mirabilia de 2014 «no tiene nada que ver a cómo estaba», asegura Álvarez Quevedo. «Al bajar la pieza se constató que no estaba todo lo bien que debía esperarse. La restauración había sido buena, pero la capa de protección no funcionaba. Ahora la tiene todo el retablo».

No olvidamos tampoco la imagen de la Virgen que representa a la patrona de la ciudad, toda de plata y del siglo XV, es decir, anterior al retablo.Lo que ahora brilla en un tono claro era antes oscuro óxido que ha habido que retirar. También se ha arreglado alguna grieta de los cuerpos inferiores, lo que permite observar escenas originales como la cena en casa de Simón (en el lado izquierdo mirando de frente) o la conversación de Marta y María en casa de Lázaro, con la lumbre de la cocina encendida.

Detalles como esos han ganado protagonismo, al igual que la talla de san Pablo a la derecha del sagrario, una de las más hermosas de todo el retablo a juicio de José Barrio, de Aibur: «Es espectacular el movimiento de la escultura, sus pliegues, la expresión, los pies... todo. Aunque lo verdaderamente rico es la policromía, con un detalle increíble».

Adquieren también otro brillo las dos escenas que custodian las reliquias de santa Centola y santa Elena de Siero, mártires de origen burgalés cuyos restos llegaron a la Catedral en el siglo XIV de la mano del obispo Gonzalo de Hinojosa. Están en la parte inferior del retablo y recuerdan el carácter renacentista de una obra que acabó influenciada por el manierismo.