El Diego de Siloé 'pinta' mucho en el barrio

B.G.R.
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El instituto que lleva el nombre del escultor burgalés implica a su alumnado en un proyecto en el que se ha lavado la cara del polideportivo y realizado un mural para evitar actos vandálicos

Una representación de alumnos de la ESO posan en el recinto deportivo junto al retrato de la nadadora burgalesa Marta Fernández. - Foto: Valdivielso

Han conseguido «ilusionar» a los alumnos y «abrir el instituto al barrio»; encontrar la «motivación» perfecta para implicarlos más allá del trabajo en el aula; mejorar la convivencia; concienciar sobre la responsabilidad en el uso de la instalaciones, y demostrar que juntos «podemos cambiar las cosas». ¿Qué han hecho en el Diego de Siloé para cumplir todos estos objetivos y marcarse nuevos retos para el próximo curso? Un proyecto conjunto de centro bautizado Mejoramos nuestro entorno está detrás de la respuesta y de las reflexiones del profesorado implicado que, a modo de valoración, se exponen en las primeras líneas.

 De la generalidad a los detalles de un trabajo que comenzó tras el regreso de las vacaciones de Navidad ante un problemática que se repetía cada fin de semana. Los vándalos se saltaban las vallas para pintar las paredes exteriores del polideportivo deteriorando un espacio importante en la enseñanza. A partir de ahí y tras escuchar también la opinión del alumnado, que se quejaba de material, de identidad de centro o del estado de dotaciones como el propio interior del polideportivo, varios docentes, principalmente del departamento de EducaciónFísica, comenzaron a dar vueltas a distintas ideas .

El primer problema con el que se toparon no fue otro que el de la dotación económica necesaria para plantear soluciones, un escollo que saldaron con la organización de una carrera solidaria que tuvo lugar en marzo. Los estudiantes tenían que buscar sus propios patrocinadores y los encontraron entre la familia, los amigos y los vecinos del barrio de San Pedro y San Felices. Con la participación de todo el centro consiguieron recaudar más de 3.000 euros, de los cuales 1.500 se donaron a Nuevo Futuro.

La conciencia social se instaló en las clases con varias conferencias de miembros de esta entidad, dedicada a promover la autonomía de menores en situaciones de vulnerabilidad. «Se han dado cuenta de que han ayudado a un colectivo cercano», explica el profesor Pablo Amo, artífice del proyecto junto a su compañero Álvaro Marquina. Es una de las principales satisfacciones que les ha reportado el trabajo realizado y de la que dejan constancia en las encuestas de valoración que han cumplimentado los alumnos una vez finalizadas las distintas etapas del mismo.

Aprendizaje-servicio. El proyecto de «aprendizaje-servicio» no se quedó aquí y tras abordar la salud y el bienestar, repartiendo además mensajes en la zona a favor de ambos aspectos,  continuó con la compra de material para Educación Física, desde balones de fútbol hasta redes de portería o volantes de bádminton. Todavía quedaba algo de dinero de lo recaudado y el siguiente paso fue «dar color» al polideportivo. Gracias a la colaboración del artista plástico Kane pintaron un mural el exterior con el logotipo del centro y un guiño a la Escalera Dorada de la Catedral y a una de las imágenes de la Sagrada Familia del insigne escultor y arquitecto burgalés que lleva el nombre del centro educativo. 

Y todavía hay más. Porque después de esta obra para evitar que los vándalos se volvieran a fijar en las paredes exteriores, se decidió pintar su interior con colores llamativos, a lo que Kane añadió la idea de plasmar dos retratos; el de la nadadora burgalesa Marta Fernández, con su siempre repetida frase Si me caigo una vez, me levanto tres y el de Rafa Nadal, aún pendiente de realizar. Además de esa mano de pintura que tanto necesitaba la instalación, los profesores relatan con satisfacción cómo la participación (voluntaria) en el proyecto ha ido creciendo desde los cuatro alumnos iniciales hasta los más de 70 según se avanzaba en el trabajo y teniendo en cuenta que todo se llevaba a cabo fuera del horario lectivo. La motivación iba aumentando y se notaba en el aula. «Me preguntaban, pero qué está pasando o qué va a pasar», relata Álvaro, quien reconoce de igual forma que el proyecto ha requerido un esfuerzo extra por parte de escolares y profesores del que se extraen numerosas conclusiones, como el cambio percibido en los primeros a la hora de guardar y cuidar tanto el material como la dotación.

«De una necesidad, hemos creado una oportunidad», subraya Carmen Cuesta, orientadora del instituto y partícipe de la actividad junto a Mariano Porras, docente de Religión. La directora, Áurea Arranz, se muestra encantada con el proyecto, que se presentará a un premio nacional de aprendizaje-servicio, además de intentar conseguir el sello de Vida Saludable.

Los alumnos ya están preguntando qué será lo próximo. Una de las propuestas pasa por trasladar la misma idea a una residencia de ancianos cercana, con lo que esto también conllevaría ese enriquecedor intercambio generacional: «Al final es abrir las puertas del aula; abrir el centro a la sociedad».