Por todos es conocida mi afición por pasear sin rumbo por nuestra ciudad, unas veces observando lugares, otras estudiando gentes, casi todas evadiéndome del mundo en mi propia mente. Y, de entre todos los destinos posibles, uno que ocupa mi Top 5 es, sin duda, nuestra espectacular Catedral. Admiro lo muy diferente que luce cada vez, ya sea acariciada por el sol o mecida por las nubes, bajo la luz del día o al abrigo de la noche, festivamente iluminada u oscuramente sobria. No en vano, es el atractivo principal de nuestra ciudad, así que no es mala cosa que hasta los que vivimos aquí sintamos devoción por ella, haciéndonos fotos aquí y allá, retratando el templo, respirando estampas de otros tiempos, disfrutando, en fin, de la experiencia, ¿no creen?
Así estaba yo hace unos días, observando las piedras y las personas que se congregan a su alrededor, cuando surgió una voz tan atronadora de entre la multitud que me sobrecogió, y que decía así: «¡Muchas gracias, menos mal, tres horas llevo aquí, tres, y ninguno me escucha ni me ayuda, ni me hace caso!». Después recitó una letanía de insultos e improperios dedicados a todo el que los quisiera o no oír y después se calló sin más. Había tanta gente que tardé unos instantes en ver que, a los pies de las escaleras de la puerta del Sarmental, justo en el lugar en que la calle La Paloma se convierte en la Plaza del Rey San Fernando, había un hombre joven, pero no mucho, pidiendo limosna arrodillado con un vaso de plástico vacío frente a él. Reconozco que había pasado a su lado sin verlo apenas unos minutos antes. Y si bien es cierto que su feroz forma pasivo agresiva de agradecer una limosna que alguien le había dado hizo que reinara el silencio durante unos segundos, también lo es que una vez transcurridos esos segundos, todos retomamos nuestras vidas, dejando que la anécdota reposara en nuestro cerebro el tiempo justo antes de desaparecer.
Hoy he pasado por allí de nuevo, y él seguía allí. Al pasar a su lado nos ha obsequiado con otra vociferante petición de limosna feroz, exactamente igual de atronadora que la del día anterior. Y al igual que entonces, hemos mirado hacia él un instante y luego cada cual ha seguido a lo suyo. Y eso.
@VladimirConV