La 'rebelión' de los vecinos de Yudego ante la marcha de su párroco es un ejemplo más de lo solos que se están quedado los pueblos o, más bien, de los solos que están dejando en los pueblos a sus vecinos. No es el primer caso en que toda una comunidad parroquial unánimemente protesta ante una decisión de quienes dirigen la diócesis, pero casi siempre enseguida se apagan los ecos por los argumentos de la cúpula eclesial y la disciplina del pueblo fiel.

Más allá de las reestructuraciones que acomete periódicamente el Arzobispado en función de sus recursos humanos (los sacerdotes) y la clientela a a la que atender (los católicos), permítanme la expresión, el mundo rural siempre se ve maltratado ante la escasez de personas que viven en los pueblos y la falta de vocaciones. Algo parecido está pasando con la sanidad, donde la conjunción astral se confabula en contra de los núcleos más pequeños y, ante la disminución de médicos, se cierran consultorios por la vía de los hechos, aunque no se reconozca.

Y casi podríamos decir lo mismo de la educación, el comercio o el ocio. Hay algunos políticos a los que les molesta el término España Vaciada, pero si nos ajustamos a la realidad es lo que más se aproxima a la realidad. Cada vez menos personas luchan por la continuidad de los pueblos, lo que conlleva indudablemente la dinamización de sus habitantes, el rejuvenecimiento de los vecinos y el mantenimiento de servicios en el municipio, aunque no exista rentabilidad social o haya que sacrificar otros en la ciudad.

Aunque muchos piensen que el cura no presta un servicio básico, en los pequeños pueblos de Castilla es muy importante su presencia, su participación y su impulso. Junto con el bar o el teleclub, casi lo único que sostienen los pueblos.