Cuando la covid no permite pasar página

EFE
-

Cansancio extremo, dolores articulares, problemas psicomotrices... son solo algunos de los síntomas que dificultan el día a día de muchos pacientes con coronavirus persistente

Los más afectados denuncian que se ha visto su salud muy deteriorada, al tiempo que piden más información. - Foto: EFE

La pandemia se va convirtiendo en una pesadilla lejana para casi toda la población, pero los enfermos de covid persistente continúan sumidos en ella: no solo siguen enfermos, sino que lidian cada día con la sensación de que la sociedad necesita «pasar página», ajena a los que aún siguen sufriendo.

Así lo siente Isabelle Delgado, que, a sus 52 años, ha pasado de ser una persona muy activa a no poder trabajar, estar largas horas en su sofá y tener que descansar en un banquito cuando vuelve de hacer la compra, «como si tuviera 85 años», cuenta. Solo le queda una pizca de la energía que tenía antes de enfermar en marzo de 2020, en la primera ola. 

Estuvo 53 días en casa con síntomas severos como neumonía, diarreas, pérdida de pelo, cansancio extremo, fiebre, dolores de cabeza... «Estaba que no podía con las pestañas: cocinaba sentada en la silla al lado de la vitrocerámica», explica. Después remontó, pero nunca se le fueron del todo los síntomas. Ahora siente dolores articulares, fatiga, niebla mental, tiene problemas psicomotrices y en general «un cúmulo de cosas, una cantidad tremenda de dolencias».

Jennifer García Carrizo es investigadora posdoctoral de la Universidad Rey Juan Carlos (URJC) y ha realizado decenas de entrevistas con pacientes de long covid en un proyecto que ha estudiado, entre otras cuestiones, la necesidad de información de los afectados. La investigación ha detectado que los afectados reclaman que se reconozca el coronavirus persistente como una enfermedad, que se pueda diagnosticar y que dé acceso a bajas en España.

Se han cuantificado más de 200 síntomas relacionados, y, según cuenta, cada paciente tiene situaciones distintas que tienen en común una cosa: la desesperación por haber visto mermada su salud, en muchas ocasiones sin el acompañamiento médico necesario.

De hecho, Isabelle no entendía lo que le estaba pasando. Estuvo más de medio año desconcertada hasta descubrirlo no en una consulta sanitaria, sino en los medios. «En noviembre vi a una enfermera en televisión que decía que muchas personas contaban las mismas cosas que yo. Me metí en Twitter y vi toda una cadena humana de gente que relataba esto desde distintas partes del mundo», explica Isabelle.

Los datos varían, pero se calcula que entre el 5 y el 10 por ciento de la población que contrajo el virus ha desarrollado covid de larga duración. Son víctimas de la pandemia y muchos de ellos han visto su salud tan deteriorada que ya no pueden trabajar. Y eso se traduce en menos ingresos y peores condiciones de vida, aparte de los daños psicológicos y sociales que implica no poder hacer frente a las rutinas diarias.

Isabelle lo resume así: «Cuando acabe esta entrevista ya no podré hablar con nadie más, a partir de las seis de la tarde ya no puedo coger el teléfono porque me supone un esfuerzo increíble. Es como si no tuviera luz ni brillo, como si no existiera». ¿Y antes? «Vamos, yo era un tsunami de energía, estaba siempre en la calle de un lado para otro haciendo mil cosas a la vez», responde.

Hay mucho por hacer e Isabelle, dice, aspira a conseguir cosas pronto. Tiene la percepción de que la gente quiere pasar página, y lo entiende, pero pide atención y apoyo para todos aquellos a los que la el coronavirus ha dejado atrás.