Aunque parece que lo han vuelto a pensar, es interesante ese viajecito que se quieren dar por una de las zonas más bonitas de nuestro país, Doñana, ese grupo selecto de parlamentarios alemanes con la excusa de comprobar el cultivo de las fresas de Huelva. No voy a ser yo quien defienda incondicionalmente a los agricultores onubenses y su gestión del agua, entre otras razones porque desconozco absolutamente sus prácticas. Lo único que conozco es que el asunto se sacó a la palestra justo unos días antes de la campaña electoral y sólo con eso ya me es suficiente. Este impulso ambientalista de los alemanes con el agua de Doñana huele a chamusquina y no se corresponde con el hermetismo que practicaron cuando su poderosísima industria del automóvil fue cazada con las manos en la masa haciendo trampas en aquel asuntillo del dieselgate. Por no citar su justita conciencia verde cuando se ponen a quemar carbón para generar electricidad en estos últimos meses en los que han visto las orejas del lobo ruso.
Soy bastante desmemoriado y no recuerdo que nuestros parlamentarios más concienciados hicieran cola en el aeropuerto hace unos años para ir a evaluar las buenas prácticas de Volkswagen o ahora para chequear las emisiones de las centrales eléctricas y actuar en consecuencia. Una pena esta falta de coherencia que tanto nos caracteriza. No tenemos ningún problema en dañarnos sin la menor posibilidad de poder reaccionar pagando con la misma moneda.
Desgraciadamente, ni siquiera podemos deshacernos de ese ejército de coches oficiales de alta gama de origen alemán para sustituirle por coches nacionales, ya que la otrora española SEAT resulta que ahora es alemana. ¡Qué casualidad!
En fin, sólo estamos ante un episodio más de una serie que nos espera en las próximas semanas hasta que llegue el 23 de julio. Es un clásico eso de tomarnos por idiotas para tratar de captar nuestro voto y hacer con él lo de siempre. Vamos a asistir a una competición, nunca antes vista, de lanzamiento de basura de unos contra otros en la que a los ciudadanos nos pillan en medio sin muchas opciones de evitar que nos caiga encima toda la mierda. ¡Qué paciencia hay que tener…!