Érase una librería a un... pegada

ALMUDENA SANZ
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Una peluquería, un bar, un museo o la Iglesia, los establecimientos que venden libros comparten su destino en ocasiones con otros negocios más o menos pintorescos

Una serie de negocios pintorescos en los que poder comprar un libro en Burgos. - Foto: Patricia, Alberto Rodrigo y Luis López Araico

La Real Academia Española se deja de florituras y ringorrangos en su definición de librería. Se limita a decir que es una tienda donde se venden libros. Pero hace tiempo que estos establecimientos se rebelaron y sumaron nuevas misiones a la más evidente. Algunos conquistan espacios ajenos y se suman a otros negocios que, a priori, poco tienen que ver con el mundo de la edición. Las luces se encienden sobre estos casos curiosos al hilo de la celebración el viernes del Día de las Librerías. 

Sorprende la unión con una peluquería, como plantea Leemos (San Juan, 35). Menos asombro suscita su cohabitación con un bar y espacio cultural, como ocurre en La Figa Ta Tia (Llana de Adentro, 5), o con un museo, léase la tienda del Museo de la Evolución Humana (MEH), que acaba de reabrir sus puertas tras dos años de cierre. Y hasta con la Iglesia se topa, con una librería eclesiástica a la que se le ha quedado pequeña la estancia que ocupa desde finales de los 70 en el Palacio Arzobispal y que en breve, calculan que en enero, se mudará al edificio de enfrente, a pie de calle. 

Todos sus responsables coinciden en que estas librerías se retroalimentan con la otra actividad y destacan la especialización de la oferta, más difícil de localizar en las generalistas. 

La reapertura del local del MEH, en su última planta, se produjo hace unos días tras dos años de cierre.La reapertura del local del MEH, en su última planta, se produjo hace unos días tras dos años de cierre. - Foto: Patricia

«En el mundo de la peluquería se mueve mucho la psicología. Quién no viene a peinarse y se descarga, y se quiere sentir bello, y alimentar su personalidad. Las peluquerías tienen fama de cotillas y aquí lo somos, pero de otro tipo de información y conocimiento», sostiene Mila Lemos, de Leemos, quizás la propuesta más exótica, sin soltar el secador ni el peine. Estas dos naturalezas, que son sus dos pasiones, tienen el mismo peso, aunque los 28 años como peluquera hace que, de momento, entre más gente a sentarse frente al espejo. Eso sí, nada más cruzar la puerta, los libros golpean primero. Antropología, inteligencia emocional, salud y dietética, amor-sexo, yoga-osho-tao-zen, tarot y oráculo... 

«Tenemos todo lo relacionado con el aprendizaje de uno mismo», resume y admite que la idea choca. «Muchos se quedan en la puerta, como con miedo, y la mayoría que entra es gente de fuera. Me da pena que los burgaleses no se atrevan. Es algo excesivamente nuevo y extraño e impacta, como si estos proyectos solo existen en sitios que nada tienen que ver con Burgos», lamenta y espera que, a punto de cumplir un año, cambien las tornas. 

La aceptación fue total desde el inicio en La Figa Ta Tia. Desde antes de ascender sus escaleras, avisa de su triple naturaleza, hogar-cafetería-librería, que lo es desde su arranque hace tres años. «Para nosotras era muy importante tener libros porque es una herramienta cultural muy potente y forma parte de la identidad del local», expone Marina Manjón, al frente de este proyecto con Paola Ortega, al tiempo que aclara que no se trata de una biblioteca. Un cartel en el único estante sin cristal lo advierte: Libros a la venta (no de consulta)

La Figa Ta Tia abrió como cafetería, librería y espacio cultural. Aquí, Paola Ortega, Laura Albo y Marina Manjón (de i. a d.).La Figa Ta Tia abrió como cafetería, librería y espacio cultural. Aquí, Paola Ortega, Laura Albo y Marina Manjón (de i. a d.). - Foto: Patricia

Desde el inicio apostaron por una temática concreta. En sus estanterías se alinean títulos en torno al feminismo, ecologismo, psicología, antropología, alimentación, cárceles, historia, migraciones, racismo, anarquismos... «Formamos parte de la Red de Distribución Alternativa y nos llegan libros de distribuidoras, espacios o editoriales asociadas a ella. Se mueve el comercio del libro de otra manera», prosigue y habla de un trasfondo político-social como el paraguas que cobija a todos. 

Reconoce que el volumen de ventas es incomparable con el de una librería generalista, pero sí que atrae a gente que de otra manera tendría que buscarse la vida para dar con estas obras, situadas más en los márgenes. 

Al servicio de la cultura y la ciencia se ponen en la tienda-librería del MEH, que, recién abierta, va cogiendo tono. Su coordinadora, Estefanía Muro, sabe de sus bondades. «Este servicio es necesario en cualquier tipo de museo. Al final de la visita, uno quiere llevarse un recuerdo o ampliar los conocimientos proporcionados por ese lugar», resume y añade que, como no podía ser de otra manera, aquí los libros van de evolución humana, prehistoria, ciencia y naturaleza, además de los títulos que se presenten en el salón de actos. Están aterrizando, la estanterías se llenan poco a poco, Eudald Carbonell, Benigno Varillas, Jean M. Auel... 

Mila Lemos defiende el bienestar de la persona como el vínculo que une a una peluquería y una librería. Mila Lemos defiende el bienestar de la persona como el vínculo que une a una peluquería y una librería. - Foto: Luis López Araico

Donde no cabe ni un alfiler es en el espacio que la librería eclesiástica ocupa en la Casa de la Iglesia. Tan al límite llega que ha empezado a colonizar los pasillos. Religión y filosofía aglutinan los muchos volúmenes que se amontonan en estantes y mesas. De biografías de santos a guías del Camino de Santiago; de álbumes infantiles a obras de moral y ética; de Derecho Canónico a pastoral de la salud y escatológica; de religiosidad popular a un amplio abanico de biblias... Pese a su especialización no se libra del bum editorial. «Es una burrada. Tenemos que quitar continuamente para reponer. Hay mucha novedad religiosa. Se escribe muchísimo», aprecia Enrique Díez, que, junto a María Rosario Vicuña, cogió las riendas hace seis años, cuando las hermanas marianas, que la habían gestionado desde su apertura, las dejaron por falta de relevo. 

Enrique Díez se hizo cargo de los libros eclesiásticos hace seis años con María Rosario Vicuña.
Enrique Díez se hizo cargo de los libros eclesiásticos hace seis años con María Rosario Vicuña. - Foto: Alberto Rodrigo

Quien entra aquí no lo hace por casualidad. «La gente nos busca». Y esos aventureros lo son de todo tipo. No solo visten hábito o sotana, que también. Por allí pasan familias, señoras, jóvenes... Juegan con la baza de contar con obras que no tienen las generalistas. «Hoy en día el libro religioso no está de moda. Es así. Si lo quieres, tienes que venir aquí», dice Díez, quien, sin embargo, observa que la clientela va in crescendo, desde niños con sus papás a personas mayores. Ellos también cuentan con sus fieles. Como el resto de librerías que predican en territorios extraños.