La risa tiene la culpa

ALMUDENA SANZ
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Luis Miguel Sánchez Tostado, III Premio Suabia por 'Tres promesas y un arrebato', reivindica la novela de humor: «Hay muchos prejuicios y es un género extraordinariamente difícil»

Sánchez Tostado espera que el lector ría y reflexione con su nuevo libro, que el sello burgalés que convoca este concurso ya ha metido en imprenta. - Foto: J. GARCÍA CASTELO

Veinte años, 51 títulos y 22 premios después, Luis Miguel Sánchez Tostado (Jaén, 1962) vuelve a abrazar el humor en su literatura. En la primera ocasión lo hizo por una apuesta con un amigo, por eso de 'a qué no te atreves', 'que no, agárrame el cubata', y ganó con la disparatada Mi señorito el maqui y San Cucufato. La segunda vez se lo ha planteado como un desafío personal -«a mí los retos me ponen»- y también ha cantado victoria. Tres promesas y un arrebato sedujo al jurado del III Premio Suabia de Novela Corta de Humor, dotado con 1.500 euros y la publicación del libro, que ya se encuentra en imprenta y pronto en librerías.

Sus páginas siguen los pasos de un marxista en paro que decide ganarse la vida cumpliendo promesas religiosas a cambio de dinero. Tras ser contratado por una mujer muy mayor y muy devota se enfrentará a situaciones disparatadas mientras el lector descubre la tragedia que arrastra en su vida y va tejiendo con él una bella historia de amor. «Siempre hay un drama en el fondo de toda comedia y a él le pesa el suyo desde la Transición», desvela el escritor, que se inspiró en la noticia leída en un periódico para esta novela, una sátira sobre los extremismos ideológicos y religiosos.

«Aquí la sátira no se dirige tanto a exponer situaciones cómicas con tópicos manufacturados, sino a la reflexión, desde el ingenio y la sonrisa, sobre la intolerancia, los populismos, el radicalismo y los pelmas que todo lo politizan. No cabe la ofensa, sino el sano ejercicio de reírnos de nosotros mismos y de cuanto nos rodea. Ahora más que nunca», ahonda Sánchez Tostado, para quien con la pandemia y la crisis económica el recurso al humor se erige como un mecanismo de supervivencia imprescindible. «Es una vía de escape a la angustia, a la trascendencia excesiva, a lo políticamente correcto. Reírnos de nuestras debilidades, de nuestra historia, de las instituciones e ideologías, desdramatizar situaciones tradicionalmente intocables, es un bálsamo a la hora de enfrentarnos a la adversidad. La comedia como crítica social, como huida del melodrama que encierra toda experiencia vital, es una herramienta fascinante, incluso terapéutica», se explaya consciente de que el humor transita por el mundo del arte cargado de prejuicios.

«Es un género extraordinariamente difícil. Tanto en la literatura como en las artes escénicas existen ciertos tópicos, tan injustos como injustificados, que tienden a frivolizar el humor relacionándolo con lo ramplón o lo prosaico, mientras se ensalza el drama, que se vincula con lo profundo, lo sentimental o lo elevado», analiza y se dibuja a sí mismo como un funambulista que camina sobre la «delgada y a veces difusa línea entre la transgresión, el respeto y el prurito de los fácilmente ofendidos».

Ayuda poco que los certámenes literarios le den esquinazo. Pocos se fijan en el humor. Por eso, el autor jienense aplaude a la editorial burgalesa Suabia. «Además de un honor, ganarlo es un valioso acicate para futuros propósitos», sostiene y, pese a desconocer qué camino cogerá su futuro en las letras, sí confiesa que lo habrá porque escribirá hasta que se muera.