El reverso de una exposición

I.L.H. / Burgos
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Las muestras con obra de grandes artistas como las que se organizan en Cultural Cordón requieren escolta, embalajes especiales y una manipulación concreta. Por su envergadura, las de Lucio Muñoz exigen luces y sujeciones especiales

El peso de este grabado con cristal (de 3 m.) ha exigido mucho esfuerzo colocarlo. - Foto: Alberto Rodrigo

Desde la misma puerta de Cultural Cordón en la plaza de la Libertad Javier del Campo verifica, tableta en mano, cada obra que entra en el edificio. Han de llegar todas las previstas y en perfecto estado, teniendo en cuenta que según de qué exposición o artista estemos hablando hay piezas que el seguro tiene valoradas en varios miles e incluso millones de euros. La más cara que ha pasado por ese edificio fue un cuadro de Tiziano valorado por la aseguradora en seis millones de euros, recuerda el director de Arte de la Fundación Caja de Burgos mientras trabaja en el montaje de Lucio Muñoz. Vuelta a casa, la exposición que inauguran este miércoles.

Para que no pueda darse el 'cambiazo' con obras de tanto valor las cajas donde vienen embaladas están selladas y al llegar al destino se comprueba que ni se hayan abierto ni haya habido ninguna manipulación. Las obras de arte viajan en un transporte especial de empresas acreditadas, con permisos concretos e incluso con escolta de seguridad. Son piezas únicas que requieren su mimo y por supuesto cumplir con las condiciones que el prestador y la valoración del seguro plantean para cederlas. Por ejemplo, las piezas de Picasso de la reciente exposición de Cultural Cordón que pertenecían al Estado viajaron con protección policial por razones evidentes. Y los camiones que las trasladan tienen sistemas antivuelcos, medidas de localización, climatización específica y suelen tener la apertura controlada desde el interior.

«Las piezas de Picasso de la anterior muestra y que eran del Estado viajaron con protección policial»
Javier del Campo, director de arte de la Fundación Caja de Burgos

Una vez que las piezas están en la que será su casa temporal, el equipo de montaje de la fundación coloca las obras en la posición prevista. Si se trata de esculturas Del Campo construye una maqueta para controlar el espacio que ocupa un espectador y que las posiciones de las obras no interfieran. Y si, como en la muestra sobre Lucio Muñoz son cuadros, se atiende al discurso expositivo y al volumen, porque son todas de envergadura: «El montaje es también un momento creativo, pero no se experimenta. Cuando los cuadros llegan ya se sabe cuál es su lugar atendiendo a lo que contamos, las obras y las características de la sala».

El mural del techo es parte de la muestra. Por eso le que le colocan focos extras.El mural del techo es parte de la muestra. Por eso le que le colocan focos extras. - Foto: Alberto Rodrigo

Las obras 'de casa'. En esta muestra hay 3 elementos que están complicando el montaje. Una es la iluminación del techo, porque la pieza de madera que posee el edificio en la planta baja es obra del artista al que se le dedica la exposición. «Queremos incorporar el mural al recorrido y para ello hemos encargado un tipo de lente especial que expande la luz. Veremos si somos capaces de colocarlo en condiciones», explicaba antes de 'estrenar' este tipo de iluminación.

El segundo elemento es un grabado de tres metros de largo (GF nº 14, de 1984) que por tratarse de una obra en papel lleva un cristal que hace que la pieza sea endiabladamente pesada. «Hoy en día se utiliza otro tipo de materiales más ligeros, pero en este caso no es solo el peso -que es brutal y hace que venga protegido para que si se rompe el cristal no dañe ni a la obra ni a quienes la manejan-, es también que no se puede colocar en ningún momento en plano. Cualquier pieza de este tipo, al inclinarla es cuando se puede partir», detalla. 

Por dimensiones y peso hay un grabado muy complicado porque no se puede colocar en ningún momento en plano. En la pared lleva 3 apoyos abajo y 5 soportes arriba»

Tampoco es normal que un grabado tenga estas dimensiones, pero eso es algo que hacía Lucio Muñoz (1929-1998): «Es una maravilla. Pero, claro, tenía que crear sus propias estructuras, formatos, cubetas y papeles. No había en España desde luego ningún útil, ni siquiera el tórculo para hacer estos formatos».

Cada pieza se recepciona confirmando llegada y estado. Cada pieza se recepciona confirmando llegada y estado. - Foto: Alberto Rodrigo

Con ese tamaño y el descomunal peso, la pieza descansa en la pared sobre tres apoyos en la base y una batería de cinco soportes en la parte superior para que el peso del cristal no recaiga sobre la estructura del marco, lo que le dañaría.

El tercer elemento por mencionar son las tres obras de madera que ya estaban en el edificio, porque uno de los grandes del informalismo español creó para la Casa del Cordón el techo-mural del que hablábamos antes y las puertas de acceso al consejo de administración. Esas piezas, que solo conocen quienes haya accedido a la planta de arriba, se han desmontado y tienen una altura considerable: «Llevan también sus descansos para evitar que se vayan hacia delante, por seguridad de la pieza y lógicamente del espectador».

El último empujón. Para que este miércoles a las doce del mediodía la exposición pueda recibir al público, los trabajadores de la fundación han dedicado siete días al montaje final. Antes se han realizado los trabajos de pintura y carpintería, esenciales para que cada exposición tenga su personalidad. En este caso, los paneles que separan el recorrido tienen un color azul grisáceo similar a la obra del mural del techo. «No se pinta al azar y tampoco se hace para decorar. Tratamos de escoger las tonalidades que utiliza el artista o aquellas que vayan bien para el discurso de las obras que se exhiben».

Cuando ese trabajo ha acabado y está seco, entran los montadores, que se coordinan con la llegada de las obras. Esta vez el correo se retrasó un día por los cortes de tráfico de las tractoradas.

El mural del techo es obra de Muñoz y para incorporarlo a la exposición hemos encargado un tipo de lente exclusiva»

El artista Julián Valle y el restaurador Gerardo Rubia forman parte de ese equipo, lo que ayuda a reparar pequeños detalles y a controlar el aspecto final de la obra. También es esencial la intervención de quienes defienden la exposición ante el espectador, para conocer otros detalles que trasladan al público.

A mediados de junio, cuando se clausure la muestra, se hará todo el proceso a la inversa. Para entonces miles de burgaleses habrán accedido a obras únicas de Lucio Muñoz y a un montaje singular, aunque de esto no se hayan dado cuenta.