Los pueblos jacobeos dan por perdida la campaña

I.P.
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La incertidumbre respecto a la apertura de fronteras reduce la esperanza de los albergues municipales y privados de recibir peregrinos internacionales, que son el 85%. El turismo nacional podría salvar parte del otoño

Peregrinos a su paso por tierras burgalesas en su peregrinar hacia Santiago. - Foto: Alberto Rodrigo

Desde Redecilla del Camino hasta Castrojeriz, algo más de cien kilómetros de recorrido del Camino de Santiago por la provincia, más de una veintena de localidades y decenas de albergues, unos municipales y otros privados. Es el mapa de la ruta jacobea que a estas alturas del año estaría viendo atravesar a cientos de peregrinos por sus calles y senderos y descansar en sus alojamientos. 

La crisis de la COVID-19 ha parado la actividad en la ruta, cuya campaña comienza en abril y acaba en noviembre. Tan solo algunos peregrinos a quienes el estado de alerta pilló ya en ruta pasaron por la provincia, 4 apenas, dice el alcalde de Hornillos, con pesar.

El cierre de las fronteras y la incertidumbre respecto a cuando se volverán a abrir, ha sumido en la desesperanza a los que viven del Camino, que mayoritariamente dan por perdida la temporada, teniendo en cuenta, puntualizan, que entre el 80 y el 85% de los peregrinos son extranjeros. Para ver un rayo de luz, algunos alcaldes y hospitaleros piensan que se podrían salvar septiembre y octubre con los peregrinos nacionales, porque creen difícil ya que los foráneos se pongan en camino. Por otra parte, se rebajan sus expectativas para 2021, Año Santo, porque creen que tras la pandemia habrá miedo de embarcarse en esta aventura. 

Aún así, la Asociación de Municipios del Camino de Santiago quiere vislumbrar algo de luz y está trabajando en preparar los protocolos y acciones para que los albergues públicos y de acogida tradicional puedan ser seguros y abrir sus puertas «con mucha prudencia y siguiendo las normas sanitarias». Y es que habría que establecer ratios de distancias interpersonales y ocupación por metros cuadrados y adaptar los albergues. Todas esas condiciones, los propios responsables de los albergues las ven complicadas y poco rentables.

En todo caso, los ayuntamientos con albergues municipales los mantendrán abiertos, mayoritariamente, como manda la normativa, pero los adjudicatarios no tienen clara la rentabilidad ni siquiera que vayan a tener peregrinos a los que acoger. Así, Inmaculada Tablada, lleva varios años con la gestión del albergue de Hornillos del Camino, que de ser un año normal estaría abierto hace más de un mes. Ella ya ha pedido al Ayuntamiento la devolución de la cuota de los meses que, por el estado de alarma, está cerrado; además, es pesimista porque, recuerda, el 80% es peregrino extranjero. «Luego tenemos 3 habitaciones con 10 plazas cada una, si tenemos que adaptarlo para guardar distancias, no lo veo viable; además, cocina-comedor y baños son compartidos», dice. También Pedro Mayor, el alcalde de Hornillos, es pesimista, pero dice que se intentará ver como se compensa a la hospitalera. Para el pueblo, el Camino es vida, porque a pesar de ser pequeño cuenta con una decena de establecimientos.

Tampoco es más optimista Ismael Rodríguez, que tiene una casa rural y bar en Hornillos, cerrados, y un albergue en proyecto de ejecutar. Cree que la campaña está perdida, por la falta de peregrinos extranjeros, que suponen el 80%. Además, en la casa rural ya se anularon todas las reservas del mes de mayo. Respecto al bar, tiene mucho espacio para poner terraza, pero asegura que cree que no tendrá clientes. Las pocas esperanza que tiene de ocupación pasan por los peregrinos y turistas nacionales, porque en el pueblo apenas hay treinta vecinos. El contrata a dos personas, y ahora todo se ha paralizado. Más claro aún lo tiene Félix Rodrigo, que regenta dos albergues en Hontanas y lleva la gestión del de Iglesias. Afirma que no abrirá ninguno, porque para los pocos peregrinos que habrá, con que permanezca es suficiente.

Todos los negocios se ven afectados. José María Francés, del restaurante El Jardín de Castrojeriz, abrirá el bar porque tiene un gran espacio, pero es pesimista respecto a la llegada de peregrinos. Lo que sí empiezan a dar ya es comida preparada. 

Alcaldes expectantes. Los alcaldes son igual de pesimistas y están a la expectativa de la apertura de fronteras. Beatriz Francés no cree que vayan a pasar peregrinos por la villa castreña y no sabe la decisión de los albergues privados, aunque le costa que algunos sí están dispuestos a abrir «pero si viene gente». En cuanto al municipal, recuerda que debe estar abierto que se acaba de hacer una inversión para mejorar los baños y cambiar las camas de madera por otras de metal, pero tendrán que hablar con el adjudicatario a ver cómo lo va a plantear para cumplir la seguridad exigida de distancias.

El albergue de nueva construcción de Castellanos de Castro, también está a la espera de adjudicación, con 3 ofertas sobre la mesa. El alcalde es pesimista, pero confía en que se abra el bar porque tiene una buena terraza. Jesús Manrique, alcalde de Orbaneja Río Pico, también lamenta que la COVID-19 haya truncado todas las esperanzas. Y duda si las condiciones para abrir puedan ser rentables; en todo caso, abrirá porque también tiene la cantina con terraza, «pero el problema es si no hay peregrinos», al igual que piensa el alcalde de Redecilla del Camino, Julio Gallo, cuyo albergue municipal sigue cerrado.

Álvaro Eguíluz, alcalde de Belorado, sacó el concurso para adjudicar el albergue municipal, procedimiento que quedó paralizado por la crisis. Se han presentado 3 ofertas y en cuanto pueda se adjudicará, aunque hay muchas dudas al respecto al estar cerradas las fronteras. También le consta, dice, que algunos titulares de los privados, se platean no abrir.