Un camino eterno detrás del mostrador

R.E. MAESTRO / Castrojeriz
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Amancio Yagüez, de 90 años, y Lucía Pérez del Olmo, de 82, continúan al frente de sus negocios en Castrojeriz después de toda una vida en ellos. No piensan en la jubilación y conservan la fuerza y la ilusión para seguir abiertos

Amancio Yagüez, de 90 años, y Lucía Pérez del Olmo, de 82, continúan al frente de sus negocios en Castrojeriz. - Foto: Luis López Araico

El Camino se hace al andar, pero también al pasar toda una vida al frente de un negocio por el que pasan miles de caminantes. En pleno corazón de Castrojeriz, uno de los pueblos que más impregnada tiene la ruta jacobea en su sello de identidad, aún permanecen abiertos dos históricos establecimientos con unos longevos propietarios que, lejos de plantearse la jubilación, siguen con fuerza y ánimo para levantar cada mañana la persiana. Amancio Yagüez, con 90 años, vende desde El Peregrino todo tipo de artículos para los romeros y en su memoria guarda cientos de historias. Mientras, Lucía Pérez del Olmo, con 82 años, atiende desde su tienda Alimentación Del Olmo con la misma alegría de siempre. Ejemplos de esfuerzo, lucha y trabajo.

Desde los 15 años lleva Amancio pasando horas y horas en su bazar, por lo que se alza como uno de los mejores testigos del Camino de Santiago y su evolución en el tiempo. «Ha cambiado mucho, ya no es lo que era al principio donde la gente creo que venía con una fe que ya no hay y ahora va de vacaciones», comenta. La tienda lleva más de 150 años en funcionamiento y todavía conserva un documento del año 1899 donde la Compañía Arrendataria de Tabacos les permitía vender cigarros. El edificio pertenece a varios miembros de su familia, por lo que no lo puede vender y cree que el negocio «acabará desapareciendo», aunque aún así él se ve con energía para seguir, al menos, durante este año.

«Esto es muy esclavo, yo he llegado a abrir a las seis de la mañana para estar listo cuando llegaban los peregrinos», comenta Amancio, que reconoce que abre todos los días del año y no tiene vacaciones. Pero a pesar del trabajo que supone, también expone lo «gratificante» de estar detrás del mostrador. Recuerda que el pasado año acudió un peregrino alemán que había estado hace 30 años en la tienda y se acordaba de él. «Eso supone una satisfacción muy grande», dice. Otro matrimonio alemán, que hace el Camino cada cuatro años, siempre le compra sandalias. Unas historias que no olvida y que hacen que conserve la ilusión por seguir.

Lucía Pérez del Olmo, Alimentación Del Olmo: «Tengo la esperanza de que mi hijo tome el relevo en unos años».Lucía Pérez del Olmo, Alimentación Del Olmo: «Tengo la esperanza de que mi hijo tome el relevo en unos años». - Foto: Luis López Araico

Lucía, por su parte, recuerda que lleva trabajando como dependienta desde los 14 años, cuando se salió del colegio. «Antes tuvimos otra tienda, que era de mi abuela, y en esta, que es nuestra casa, ya llevamos también muchos años», comienza explicando la mujer, que afirma que el oficio le viene de familia. Desarrolla que antes acudía «muchísima gente a la tienda» y aún tiene grabada en su memoria la cantidad de personas que vivían en el Castillo del pueblo. Sin embargo, asegura que en este momento ya cuentan con más establecimientos de este tipo en el municipio, aunque clientela nunca le falta. «Se han incorporado muchos al negocio, así que el Camino de Santiago también se nota menos, ya en las tiendas y en los bares tienen cosas para los peregrinos», manifiesta.

Frutas, embutido, chucherías, huevos, productos de limpieza o tabaco se pueden encontrar en Alimentación del Olmo. «Muchos peregrinos han venido años después como recuerdo y para saludarme», comenta Lucía. Y a la temporada alta del Camino, que ya ha arrancado, se suma que con la época de buen tiempo hay muchos más vecinos, que «eso aquí nos da vida».

Amancio Yagüez, bazar El Peregrino: «El Camino ha cambiado, pero esto es muy gratificante».
Amancio Yagüez, bazar El Peregrino: «El Camino ha cambiado, pero esto es muy gratificante». - Foto: Luis López Araico

Ella no piensa dejar el negocio pese a llevar tantos años al pie del cañón. «Si no me he retirado antes, pues ya sigo», confirma, mientras asegura que no entiende su día a día de otra manera y que se siente muy a gusto. Hablar con la clientela le da vida y supone algo «muy agradable y agradecido» el hecho de tener contacto con la gente. «Lo que más me gusta es que vengan por aquí», dice. Tiene un hijo y le quiere convencer para que se haga con las riendas del local, aunque sabe que le va a costar conseguirlo. «Tengo la esperanza de que tome el relevo en unos años», confiesa. Muchos le han mostrado el deseo de quedarse con el estanco, pero ella de momento quiere seguir.