El eterno rugido del tigre

R. PÉREZ BARREDO
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Tom Jones, leyenda de la música con más de medio siglo sobre los escenarios, llega a Burgos en un momento de su carrera en el que ha recuperado el favor del público y de la crítica cantando como nunca. Actuará en San Amaro el 28 de junio (22.30 h.)

Tom Jones, leyenda de la música.

Las bombas alemanas de la Segunda Guerra Mundial: esa fue la banda sonora con la que vino al mundo el hijo de un minero de Gales. Quizás por eso, desde bien pequeño, su voz fue un trueno que retumbaba allá donde le daba por cantar, ya fuera el coro escolar o las fiestas familiares. Daba igual que fuera disléxico y que sólo soñara con doblarse a pintas con su padre y sus tíos en el pub que tenían cerca de casa. Aquel muchacho cantaba como los jodidos ángeles y se pasaba las horas escuchando canciones de Little Richard y Aretha Franklin. Mucho antes de que un avispado mánager le escogiera como nombre artístico el homónimo de uno de los personajes más famosos de la literatura inglesa, Thomas John Woodward (1940) se labró una carrera discreta como cantante a la vez que se empleaba aquí y allá en curros de mala muerte. Garitos nocturnos galeses de baja estofa acogieron sus primeros conciertos, pero no fue hasta que puso su voz en Londres que Tom Jones, leyenda de la música pop que actuará en Burgos el 28 de junio, no vio lanzada su carrera.

Y bien que se disparó: aquel vozarrón pleno de fuerza, magnetismo y sensualidad era una garantía de éxito. Eran los albores de la década de los 60 y el mundo aún no sabía que estaba a punto de acontecer uno de los mayores prodigios de la música contemporánea universal: la irrupción de un grupo de chavales de Liverpool que se hacía llamar The Beatles. Así que no se puede restar importancia a lo que hizo Tom Jones aquellos años coincidiendo con Lennon, McCartney y compañía. Ya lo dijo en cierta ocasión: cuando él se subió a un escenario por primera vez, ya estaba pasado de moda. Pero supo también aprovechar el 'Tigre de Gales' su enorme atractivo físico para comerse el escenario y cautivar a todo el mundo. Los primeros éxitos no tardaron en llegar. Como bandera, el temazo It's Not Unusual, acaso la canción con la que siempre se le vinculará al artista. Fue en 1965, quizás su mejor año, pues también puso su voz a la banda sonora de la película de James Bond 'Operación Trueno'. A año siguiente le llegó un gran reconocimiento en forma de Grammy.

Ahí se consolidó, ya convertido en Tom Jones, como crooner de lujo. Teloneó a los Stones, y con el tema Delilah (año 1968) entró por la puerta grande en el mercado más codiciado, el de los Estados Unidos, donde fijó su residencia. No lo hizo en cualquier sitio: Las Vegas fue el lugar elegido. Triunfó y se forró, llegando a hacer más caja que su amigo Sinatra, nada menos. Tuvo, en aquella época dorada previa a la decadencia en la que entraría poco más tarde, un programa propio de televisión, This is Tom Jones, en la cadena ABC, con el que incrementó su popularidad. Y su patrimonio. Pero Las Vegas también le hizo daño, como le confesaría en cierta ocasión al crítico musical burgalés Diego A. Manrique: "Las Vegas te chupa la sangre. Y es cierto, lo vi con Elvis: actuar se convierte en una rutina y no te das cuenta de que hay otro mundo ahí fuera". Dos conciertos cada noche hacía Tom Jones en aquel oasis de luces del desierto. Y no salió de allí durante años. Y aquello hizo que, de alguna forma, desapareciera.

Voz de mito y vida de leyenda: no sólo forjó en aquellos años dorados su carrera como artista, sino también una vida de excesos, con el sexo como santo y seña, bacanales de aúpa que le exigían habitaciones muy bien surtidas en las que dar rienda suelta a sus desatados apetitos carnales. La crisis le llegó a a finales de los 70 y buena parte de la década de los 80, hasta que su hijo Mark (amamantado en la carretera y con un importante conocimiento del mercado musical) se convirtió en su mánager y relanzó la carrera de papá ya casi llegando a los 90. Así, el tema A boy from nowhere alcanzó el segundo puesto en las listas británicas, y poco después lo petó con una gran versión de Kiss, un tema de Prince que grabó con el grupo The Art of Noise: fue premio MTV al mejor vídeo del año. Ya en los 90 grabó varios álbumes meritorios, como esa joya llamada Carrying a torch junto con su amigo Van Morrison (el tigre de Gales y el león de Belfast juntos, una oda a los sentidos, por no hablar de la canción que da nombre al disco: maravillosa, brutal obra maestra escrita y compuesta por el genio irlandés) y The lead and how to swing it. Fue la resurrección de Tom Jones, que regresó a los escenarios, a las televisiones e incluso al cine, con cameos en algunas películas taquilleras.

Tom Jones volvió así con fuerza, y acabando el siglo lanzó un potente disco de duetos, Reload, que fue un éxito de ventas. En él, con The Cardigans, Robbie Williams, The Pretenders, el propio Van Morrison, Simply Red o Zuchero, entre otros artistas, el viejo tigre se sintió rejuvenecer, se sintió reconocido, y la música volvió a agradecer que ese torrente de voz estuviera más viva y acaso más sabia que nunca.

Lo único que quiere Tom Jones, y en ello está, es seguir cantando. Y a fe que podrá cumplir ese sueño porque mantiene la voz intacta: Pavarotti le dijo en cierta ocasión que parecía la voz de un chaval de 20 años. Pese a que no tributa en Gran Bretaña, la reina Isabel II le nombró Sir en el año 2006, todo un reconocimiento al alcance de muy pocos. Por más que haya sido caricaturizado (hasta en la serie de dibujos Los Simpsons), la segunda juventud del tigre de Gales es una madurez maravillosa. Se divierte como nunca en el escenario. Se gusta. Goza como nadie.El público disfruta de lo lindo y la crítica se ha rendido a sus pies. Se diría que está en el cénit de su carrera, por más que sea octogenario. Está envejeciendo con más dignidad que cuando andaba en la treintena. Y su voz sigue siendo un chorro profundo y magnético. Como un rugido eterno.

*Tom Jones actúa en San Amaro el 28 de junio, a las 22,30 horas.