«Hemos acabado con una deuda histórica de la ciudad»

M.U.
-

La Coordinadora para la Recuperación de la Memoria Histórica inaugura el memorial en recuerdo de los represaliados con un emotivo acto en el que las familias leen testimonios de las víctimas

Los familiares de las víctimas depositan claveles rojos sobre las placas colocadas en los jardines del monolito. - Foto: Alberto Rodrigo

Virgilio Puente Coballes murió ejecutado en la prisión central de Burgos en 1939. En su carta de despedida escribía: «Mi más querida esposa, ya sabes que no muero por ladrón ni por asesino, sino que muero por defender el pan de mis hijos». Cecelino Albillo Picado tenía 20 años cuando fue capturado en 1941. Según la declaración oficial, fue juzgado y murió a consecuencia de las heridas sufridas tras ser arrastrado por un caballo. La versión que le llegó a la familia fue que murió durante la tortura. Miguel Giral Arbaizar se entregó voluntariamente a las fuerzas franquistas en 1936, pensado que sería un atenuante. Dos meses después fue fusilado en Burgos. A José Benito le fueron a buscar a la huerta mientras trabajaba con sus hijos, de ocho y nueve años. Se lo llevaron apaleado y nunca se supo en qué cárcel se encontraba. Antonio Zoido Calderón fue apresado en 1936, y su familia no tuvo más información de él que la notificación de su fusilamiento. Según su certificado de defunción, Aurelio Sañudo Pérez murió de gastroenteritis aguda en 1938. Su compañero de celda relató que fue molido a palos y arrojado moribundo al calabozo. 

Estas historias fueron narradas ayer por los familiares de las víctimas, en el Cementerio Municipal de San José, durante el acto de inauguración del memorial en reconocimiento de aquellos que fueron perseguidos durante la Guerra Civil y los años posteriores. Estos son unos pocos testimonios, pero fueron más de 700 las personas asesinadas y enterradas entre 1936 y 1946 en la fosa común de la necrópolis burgalesa. Tras un arduo trabajo, la Coordinadora Provincial para la Recuperación de la Memoria Histórica de Burgos (CRMH) logró rescatar las identidades de 784 personas, cuyos nombres se han grabado sobre las 16 placas colocadas en los jardines del actual monolito.

«Han pasado muchos años, y aunque sea tarde, hoy (por ayer) estamos aquí para acabar con una deuda histórica de la ciudad y toda la sociedad, una deuda contraída con las familias, que han sido el motor principal de este proyecto», expresó la presidenta de la CRMH, Sol Benito. Las familias contaron con gran aflicción y dolor las incansables búsquedas e investigaciones realizadas para dar con los restos de sus familiares represaliados, y respiran ahora en paz por haber podido dignificar su memoria. 

Al finalizar el acto, se pronunciaron uno por uno los nombres de todas aquellas personas reflejadas en el espacio de memoria, y los familiares tomaron un clavel rojo por cada uno de los mencionados para depositarlos sobre las láminas grabadas. «Cada uno de estos nombres representa no solo la pérdida del mayor bien que todo ser humano tiene: la vida, sino que termina con el duelo inconcluso de las familias por la muerte de un ser querido, que fue arrebatado por la imposición de la dictadura», mencionó Jaime González, cuyo abuelo, Agapito Leiva, fue una de las víctimas recordadas en el acto de ayer.