Juan Carlos Pérez Manrique

Estos días azules...

Juan Carlos Pérez Manrique


Ríos, agua, letras

17/05/2023

Tenía los ojos llenos de Rin, de Ródano y Ebro y afirmaba que en la copa de América bebía anchos ríos de lágrimas. Quiero estar junto al agua, escribió Guillén, el poeta, conocedor de que ahí la luz no se apaga, ni la tarde caduca, ni el tiempo roe o si lo hace, sucede con esa pausa que paralelamente construye. En todas las culturas los ríos son cauce donde vive la esperanza, donde existe parte de la felicidad que los humanos tenemos el deber de encontrar. En el Edén bíblico, cuatro ríos regaban ese Paraíso que la primera pareja debía cuidar. De las aguas del Nilo sacaron a Moisés. Y de las del Tajo de Garcilaso emergían ninfas para bordar escenas mitológicas mucho tiempo antes de que Audry Hepburn (Desayuno con diamantes, 1961), sentada en el alféizar de la ventana, cantara en Monn River la melancolía que envuelve sueños de aventura y arcos iris tal como Mancini y Mercer, compositores de la balada, habían percibido latir en el Mississippi y otros ríos anclados en su recuerdo desde la infancia.

El río Ebro, ahora apenas sin caudal y seco, contaba Cervantes que renovó en Don Quijote mil amorosos pensamientos por el estado de sus riberas, por su sosiego y por su abundante curso y que en él creyó hasta ver un barco encantado. En fin, cómo negarse a empeñar todo por corregir o por no agravar el presente. Advertidos desde siempre cuando los ríos tuvieron mancha, en La Iliada, el río Escamandro se quejaba a Zeus porque la furia de Aquiles llenaba sus aguas de sangre de troyanos. O en Platero, Juan Ramón lamentaba cómo por el río Tinto, entre minas, mal corazón y padrasteo, sólo podían ir barcas de juguete por el daño ecológico y paisajístico causado por los ingleses en el XIX. Cómo negarse advertidos todavía más hoy de que el problema es mucho más extenso y grave.

La UBU acoge estos días las XXXII Jornadas sobre biodiversidad y clima, sobre cómo afrontar o frenar las desdichadas predicciones sobre disponibilidad de agua, salud colectiva, seguridad alimentaria o fenómenos extremos, como los diluvios, también presentes en las diferentes culturas, en unas por causa de la inmoralidad, en otras por el ruido de los hombres que no dejaban dormir a los dioses y hoy por la avaricia y el padrasteo que decía J.R. Jiménez. Pero si se quiere cambiar el futuro es obligado ser optimista creyendo que, desde el conocimiento, se puede (si se quiere) cambiar.