El dueño de un secreto tesoro

R. PÉREZ BARREDO
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Hace casi medio siglo que el artista Segundo Escolar compró en subasta pública 3 eremitorios enclavados en el paraje denominado Caprás, en Belorado. La leyenda cuenta que fueron habitados por los santos mártires San Caprasio, San Valentín y Santa Pía

El escultor y pintor disfruta del silencio y la espiritualidad que siente cada vez que se adentra en estas cuevas naturales. - Foto: Patricia

No desentona en absoluto bajo las bóvedas arcillosas de los eremitorios: atesora cierto aspecto de anacoreta con su blanca barba de pantocrátor y su mirada profunda, intensa, a ratos insondable. Admite que cuando se refugia en estas cuevas naturales que fueron, según la leyenda, cobijo de San Caprasio, San Valentín y Santa Pía, mártires del Cristianismo perseguido, siente paz, un recogimiento que le conecta con cierta espiritualidad, una suerte de concentración a la que contribuye el silencio telúrico de estas estancias naturales, capricho de la naturaleza. Reconoce que se siente un privilegiado por poder habitar siempre que quiera tan singulares aposentos, perfectamente habitables. «Fue una locura de juventud», confiesa el artista SegundoEscolar en referencia a su condición de propietario de los tres eremitorios conectados entre sí que se asoman en perfecta balconada al caserío beliforano.

El sol verspertino de septiembre juega a hacer sombras en el interior de la gruta, por donde Escolar se mueve con soltura apoyado en su bastón. Tiene una ingente colección de vasijas de cerámica que adornan cada rincón de este espacio único; en la estancia más amplia hay una gran mesa con sillas; en la más profunda, la bodega; en otra, la cocina con chimenea y un baño. «Se podría vivir aquí perfectamente. Y la temperatura siempre es la misma, tanto en verano como en invierno: en torno a los 16 grados», dice exhibiendo una sonrisa beatífica. El escultor y pintor llegó a Belorado hace casi medio siglo. En la falda del promontorio llamado Caprás se construyó una casa enorme, donde está el taller en el que ha trabajado toda la vida. Al cabo, supo que el Estado subastaba los terrenos en los que se hallan los eremitorios. Y los compró. «Me pareció un espacio bonito, que podía habilitarse como una estancia para pasar tiempo en verano, por ejemplo. Tengo tres escrituras: una del Boletín Oficial del Estado, otra del Boletín Oficial de la Provincia y otra del Registro de la Propiedad».

No dudó, poco después y respetando la configuración de las cuevas, en realizar una intervención que integrara estas en su finca, esto es, en convertirlas casi en una estancia más de la casa. «Lo único que hice fue poner el suelo, ventanales, puertas y hacerlo habitable. No se tocó nada más, como se puede ver.Las cuevas están intactas», dice señalando en derredor con su cayado. Recuerda que uno de los eremitorios estaba tapado con adobe. «Se dice que en torno al siglo III estuvieron aquí esos mártires, que llegaron a través del Camino de Santiago», explica Escolar.Cuando conoció las cuevas, alguien le dijo también que los 'moros' habían ocultado en ellas un tesoro. «Todo eran leyendas en torno a este sitio. Pero puedo asegurar que no hay ningún tesoro».

En algún momento se planteó ubicar en los eremitorios un pequeño taller, idea que finalmente desechó; también realizar en su interior una suerte de panteón para su hija Lidia. Nada de ello llevó a cabo: las cuevas han sido y siguen siendo escenario de reuniones familiares y de amigos de Segundo Escolar. Almuerzos, comidas, meriendas, cenas... «Esto es como una catedral rupestre, como una catedral del tiempo. Los eremitas no eran tontos». Es consciente Escolar de que goza de un privilegio que, por mor de la propiedad privada, le está vedado a los demás. «Las personas que las han visitado siempre se han sorprendido, se han mostrado atónitas. Entiendo que mucha gente querría visitarlo, pero es un asunto complejo. Para que este lugar fuera visitable tendría que desprenderme de todo, yo no puedo comprometerme a algo así, además de que habría que hacer una obra importante para mejorar el acceso, su seguridad», admite. 

Cuando el artista se refugia en los eremitorios lo hace buscando la tranquilidad. «Me gusta, porque me da paz. Creo que sería capaz de vivir aquí. Este silencio, este recogimiento... Te ayuda a buscarte. Entiendo a los eremitas. Estos lugares son realmente especiales. Y es cierto que soy una persona de alguna forma espiritual, sin perder la condición animal, claro. El ser humano siempre busca la espiritualidad y yo la encuentro aquí. No hablo de doctrinas: me patean todas». Mira Segundo Escolar a su alrededor, a estas cavidades que le hacen de morada cuando busca encontrarse. Se siente a gusto. Ahora abre un ventanal, y la vista es fabulosa: los tejados de Belorado, las espadañas de las iglesias, la cuenca del Tirón... La vista es magnífica pese a que el sol de la tarde se enseñorea de frente, arañando los ojos».

Esta secreta joya de Belorado, dice con orgullo su dueño y morador, tuvo que ser importante durante siglos, especialmente durante el apogeo del Camino de Santiago, allá por el siglo XI.Tan es así que los eremitorios aparecen citado en el famoso Códice Calixtino (aquel que fue robado y luego recuperado) y que es un manuscrito iluminado que recoge textos relacionados con el apóstol Santiago y que fue guía de peregrinos. «Es la primera guía turística del Camino de Santiago. Aparece citado Belorado y estas cuevas», apostilla con orgullo.