Editorial

La sequía pone en evidencia la falta de un plan hidrológico nacional

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La carestía de lluvias que asola gran parte de España ya está teniendo las primeras consecuencias en el rendimiento de las cosechas en el campo español, en especial, en las dos Castillas, donde el cultivo del cereal, por ejemplo, puede sufrir una merma de incalculables pérdidas. Los augurios no son tampoco optimistas para la ganadería ni para el resto de los cultivos para esta primavera donde las temperaturas impropias de estas fechas agudizan más si cabe la falta de agua en las cuencas del sur y en parte del Mediterráneo. Esta situación no es nueva. Tras dos años con el termómetro disparado en varias estaciones se suma la escasez de precipitaciones de hasta cincuenta días en comarcas de Aragón o La Mancha y más de cien jornadas con menos de un litro de lluvia en varias ciudades.

Mientras el debate político se centra en la polémica del parque nacional de Doñana y la autorización para regar a pozos ilegales del entorno, España carece de un planteamiento serio, planificado y científico de cómo abordar las crisis climáticas relacionadas con la sequía. Las perspectivas no son halagüeñas. Las alertas de las organizaciones europeas y mundiales advierten del deterioro por el cambio que está experimentando el clima en determinadas zonas del planeta, como en ciertos países de África, donde las hambrunas se encadenan año tras año.

En concreto, en España, la política hidrológica ha padecido de una exacerbada discusión territorial, que ha alejado una puesta en común sobre cómo distribuir mejor los recursos hídricos de una manera eficiente en situaciones extremas. Se recurre frecuentemente a la politización del trasvase Tajo-Segura como una infraestructura arcaica en el tiempo, injustificada cuando la cuenca excedente sufre los avatares de la escasez. Este gran acueducto pensado para abastecer la huerta levantina no es el mejor ejemplo para extrapolarlo a otras cuencas para acometer lo que se avecina: veranos más calurosos, lluvias cada vez más intermitentes y pueblos sin agua potable durante temporadas.

La emergencia climática se evidencia en parajes, además de Doñana, en otro parque nacional: Las Tablas de Daimiel y todos sus entornos con restricciones en el regadío que pueden aumentar en lo que queda de año. La intromisión del parque andaluz en la precampaña enmascara un problema aún más importante: las nulas propuestas para combatir la endémica falta de agua en la mitad sur de la Península y cómo abordar transferencias de recursos de agua del resto del país de una forma eficiente, sostenible en el tiempo y capaz de no aislar a una tierra que poco a poco se muere de sed, de vida y de futuro.