Árboles singulares

MARTÍN G. BARBADILLO
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Maneras de Vivir | 'Árboles singulares', por Martín G. Barbadillo, en Burgos para principiantes

Encina de David.

¿Qué son? Los árboles son plantas, de tallo leñoso, que se ramifican a una altura considerable del suelo. Edad. Las primeras plantas de la Tierra aparecieron hace unos 470 millones de años. Después, hace unos 350 millones, muchos tipos de plantas pequeñas comenzaron a crecer y algunas evolucionaron para convertirse en árboles. 

Seguimos de campo. Por supuesto, es primavera y uno siente el impulso de correr a disfrutar de la explosión de la naturaleza. ¿Tú no?

Ya me conoces, yo todo con moderación. Pues te lo recomiendo de veras y que vayas buscando árboles, que en apenas unas semanas mutan de palos en apariencia inertes a enormes masas verdes. Un verdadero prodigio. Pero, para lo que hoy nos ocupa, no nos sirve cualquier árbol.

¿Qué andamos buscando? Árboles de primera división: aquellos que destacan por su aspecto, tamaño, edad, forma, relevancia histórica o sentimental; son los conocidos como árboles singulares. En el mundo existen unos 3 billones de árboles, pero de los que hoy hablaremos hay menos y suman características peculiares: para empezar, tienen nombre. El ser humano les ha dado uno, lo que da idea de la implicación emocional que tiene con ellos, porque va un poco de eso, de la unión de personas y naturaleza a través de estas plantas.

De hombres y árboles... Parece el título de una película. Relata una relación muy estrecha. Hasta hace poco, casi cada pueblo de Castilla tenía su árbol singular (al menos lo era para sus vecinos): en la plaza o frente a la iglesia se alzaba un olmo, grande y antiguo, que formaba parte de la vida. Mi madre, por ejemplo, me contaba que bajo la sombra del de su pueblo se ponía la orquesta a tocar en la verbena. Aparecían presidiendo el espacio, rodeados de casas quizás de adobe y vigas de olmo precisamente, en una composición en la que todo encajaba como si la hubiese ideado el mejor de los paisajistas. Eso es simbiosis. Pero, en el siglo XX, una "peste" como dicen los pueblos, los fulminó.

Vaya. ¿Y de los otros árboles singulares hay muchos? Pues, valga el chiste malo, hay una gran pluralidad. El asunto de los árboles singulares está en un momento de apogeo, hay listas e incluso concursos internacionales. La Diputación editó hace un par de años una guía con 111 árboles singulares de la provincia; vete tú a saber por qué esa cifra. Se puede descargar gratis en internet; échale un vistazo.

Lo haré, ¿pero no me puedes avanzar algo? Has de saber que hay variedad de especies y las que han sobrevivido y llegado a edad longeva es porque son capaces de resistir las duras condiciones de este entorno. Eso los convierte en árboles duros, con personalidad; no son como las palmerillas de California, estos van en serio.

Vale, vale. Quizás puedes empezar por las encinas, tal vez el árbol más íntimamente unido a la imagen del paisaje castellano. Es posible verlas en medio de campos ondulados de cereal, solas y majestuosas, o en montes a modo casi de dehesas por los que es un gusto pasear. En ellos, cuando empieza a caer la luz y uno mira a sus ramas da la impresión de que van a arrancarse en movimiento como si fuesen brazos y piernas, a lo peli de Tim Burton. Entre Tordueles y Puentedura, al lado de la carretera hay un ejemplar de copa frondosísima, tronco que no abarcan seis personas y Las Mamblas como telón de fondo. Es la Encina de David, no te la pierdas.

No lo haré. Por esa parte de la provincia podrás toparte con muchas sabinas y enebros, árboles modestos y recios que a mí siempre me han parecido verdaderos supervivientes en terrenos adustos y difíciles. La guía de la Diputación habla de la Enebra de la Vieja, en Briongos de Esgueva, y en la foto luce descomunal. Paseando por allí puedes sentirte como Clint Eastwood, cabalgando hacía su destino.

Suena bien. ¿Qué más tienes? Alguna vez te he comentado que siento debilidad por la hayas. Un hayedo es como una catedral del campo; comparte con los templos su atmósfera. Así que un haya singular, gruesa y compleja frente a la estilización habitual de esta especie, sería una especie de retablo o capilla. Aquí hay donde elegir, pero nombraremos el haya de La Salidilla, en Puras de Villafranca, porque la conozco. Las hayas son siempre una experiencia.

Me está apeteciendo. Y se nos acaba el espacio. Podríamos hablar de los tejos con sus pequeños troncos intrincados y su aspecto mágico (como el Pilar de la Tierra, en Fresneda); los morales, habitualmente cercanos a las iglesias y que a diferencia de las zarzas carecen de pinchos (Moral de Santa Lucía en Villovela de Esgueva), los pinos que escalan al cielo en la sierra (Pino del Empedrao en Quintanar), castaños descomunales como el Castañón de San Zadornil, y seguir y no acabar. Quizás en los últimos años el más popular es el pino-roble de Canicosa, candidato a Árbol Europeo del Año en 2016. Es una rareza ocurrida porque un piñón creció dentro de un recoveco de un roble hasta dar lugar a un pino mayor que el propio árbol en el que se aloja; es un dos en uno. El futuro es mestizo, amigo.

Apabullante todo. Relájate, hombre. De eso va ver árboles, de pillar buena vibra. Para rematar, vamos a volver, como decíamos al principio, al ser humano.

Pues tú dirás. Como si fuese un elemento arquitectónico más, los claustros de dos monasterios mayúsculos de la provincia están presididos por sendos árboles: el archiconocido ciprés de Silos y el fantástico pinsapo de San Pedro de Arlanza, cuya copa trepa encima de la construcción. Y hay más.

Claro. En la Dehesa de Mambrillas de Lara, repleta de robles enormes, el fotógrafo Enrique del Rivero colocó sobre los troncos retratos gigantes de habitantes de la zona ya mayores. Un lugar imprescindible. Árboles y hombres juntos, parte de una misma cosa, compartiendo arrugas, tiempo y apego a la tierra.

Si quieres parecer integrado. Descárgate la mencionada guía y cálzate tus Quechua sin perder un segundo. O, si quieres empezar más flojo, date una vuelta por Burgos ciudad, que también cuenta con curiosos y singulares ejemplares arbóreos.

Nunca, nunca, nunca... Dejes que el árbol te impida ver el bosque.