Robots contra el acoso

B.G.R.
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El colegio Juan de Vallejo utiliza las nuevas tecnologías para la prevención del 'bullying' y la mejora de la convivencia en el aula. Participan en esta nueva dinámica alumnos de Infantil y de segundo y quinto de Primaria

RoBy, como se ha bautizado al dispositivo, se ha convertido en uno de los atractivos de la clase para los escolares que participan en el proyecto. - Foto: Patricia

En una de las clases de segundo de Primaria del colegio público Juan de Vallejo llega la hora de retirar los pupitres y las sillas. Es el momento de sentarse en el suelo para jugar a El camino de las emociones. Junto a sus protagonistas hay un pequeño robot que, tras ser programado, se detendrá en uno de los colores de un tablero que, a su vez, contiene un mensaje. A partir de su lectura, los alumnos deberán identificar una letra que conduce a una emoción concreta, en este caso la rabia, expresar cuándo se sienten así y cómo la pueden gestionar. Otras veces, ya en cursos superiores, la dinámica pasa por que RoBy, como así se denomina el dispositivo, se para en casillas donde aparecen sentimientos como el enfado y la alegría, situaciones como el aislamiento y la diferencia a las que dar respuesta, y comportamientos para poner en práctica como la comprensión o la amabilidad. El objetivo que se busca es el mismo: prevenir el acoso escolar y mejorar la convivencia y la integración.

Todas estas prácticas educativas forman parte de un proyecto financiado por la UE que acaban de poner en marcha tres colegios públicos de la capital, entre ellos el Juan de Vallejo (los otros dos son el Francisco de Vitoria y Fuentecillas), junto a otros centros europeos. Se trata de aplicar metodologías innovadoras como la robótica en los distintos niveles de enseñanza mediante el trabajo de las emociones.  El centro ubicado en la Travesía de las Escuelas lo ha implantado en Infantil y en segundo y quinto de Primaria, adaptando los juegos a sus conocimientos. «El hecho de que lo vean como un juego hace que les resulte más fácil expresar sus propios sentimientos que si estuvieran en una clase convencional», explican la directora, Beatriz Torres y la jefa de estudios, Beatriz Fuster, quienes subrayan la importancia de que estas herramientas lleguen a edades tempranas, máxime cuando el objetivo de las mismas pasa por la prevención del bullying: «La intervención, cuanto antes mejor, porque es más difícil en etapas superiores, cuando ya puede aparecer algún conflicto».

El robot es la vía de enganche para atraer a los alumnos, que han respondido de forma muy favorable a la experiencia mostrándose «cooperativos y participativos». En los cursos más bajos se trabajan principalmente las emociones, mientras que para los superiores se deja una mayor implicación para que «pongan en común qué estrategias o cómo deben actuar ante un posible caso de acoso». Es ahí donde entra en juego la empatía, ponerse en el lugar de otro para encontrar soluciones como contar el problema a algún adulto o prestar su apoyo. «La convivencia es cosa de todos, no solo del supuesto agresor o la víctima, sino que los observadores deben aprender a intervenir de forma positiva para minimizar estas situaciones, que no miren para otro lado», sostienen, al tiempo que añaden que de esta forma el grupo se convierte al final en «gestor de su propia convivencia».

Todas las reacciones de los escolares que participan en el proyecto, coordinado por la Junta, se anotan de forma anónima y periódica por parte los docentes, que previamente han recibido formación al respecto, con el fin de poder realizar una valoración entre el antes y el después del desarrollo de esta práctica. Al final del curso, los resultados se pondrán en común con los socios participantes, entre los que también se encuentra la Universidad de Burgos, para «crear una red de instituciones comprometidas en la lucha contra el acoso», además de elaborar una guía de recomendaciones a nivel europeo para el empleo de la robótica como medio de la inclusión.