Es inquietante que este periódico publique que hay 39.719 personas pendientes de una primera consulta con un especialista en el HUBU y no suceda nada. Ya nadie se asombra; es más, parece que va calando la idea de para qué recurrir a Dermatología si hay más de 6.000 personas por delante y la cita llegará, en un alto porcentaje de casos, en plazos que superan el año; para qué pedir una derivación al traumatólogo, al otorrino, al urólogo... Para qué, si se cuentan por miles quienes están en la misma situación.

Gran parte de las personas que tienen ahora necesidad de atención en la sanidad pública son las que han financiado el actual sistema, trabajadores que después de cotizar 30, 40 o incluso más de 50 años ahora se preguntan para qué lo hicieron, si cuando lo necesitan no les queda más que sumarse a la lista y esperar a ver cuándo llega el momento. Y contentos si son solo unos meses.
Soy consciente de que hay escasez de médicos y sé que hay especialidades en las que el problema es grave, que hay facultativos con agendas excesivas y presión creciente. Lo sé. Pero no es menos cierto que los ciudadanos, también pacientes en todos los sentidos, no son responsables de esa situación. Ellos ni contratan ni gestionan. Y no puede ser que su demanda de asistencia reciba por respuesta que se pongan a la cola con resignación y calma.

Las comparaciones siempre son odiosas y reconozco que no tengo datos, pero sé que no los necesito para afirmar que la Clínica Universidad de Navarra, Quirón, Teknon o la Ruber nunca llegarían a una situación parecida. No tienen la misma demanda que la sanidad pública, obvio, pero tampoco la misma gestión. Igual es momento de copiar algo para que no sigamos contando por miles.