El Rey inauguró ayer en Córdoba (Argentina) el VIII Congreso Internacional de la Lengua Española, que definió como una «celebración de la fraternidad hispanoamericana». «Este Congreso quiere ser, al igual que los precedentes, un renovado compromiso para integrar diversidades, para luchar contra la pobreza y para hacer a nuestros pueblos, mediante la palabra compartida, más cultos, más prósperos y más felices en libertad», subrayó.
El Monarca se centró durante su discurso en la defensa del uso del español a los dos lados del Atlántico y recordó las palabras del humanista venezolano Andrés Bello para defender que es «tan propio de América como de España».
Durante su intervención en el Teatro del Libertador General San Martín, Don Felipe aludió a «uno de los momentos más delicados» del español en su Historia, con la independencia de los territorios de ultramar. «No faltaron entonces voces que demandaron también la independencia en el ámbito de la lengua», apuntó.
«Bastó la voz de Andrés Bello, a quien José Martí calificaba como el mejor de los nuestros, para recordar que esa lengua era tan propia de América como de España. Hoy preside su estatua la entrada principal de la RAE, que lo nombró primer académico correspondiente y adoptó algunos de sus textos doctrinales como propios», recordó.
Felipe VI resaltó cómo entonces, «paradójicamente», el español iba a conocer su «mayor expansión» con el nacimiento y la consolidación de las jóvenes repúblicas americanas, que hallaron en él «el instrumento indispensable de cohesión interna de cada comunidad y de fortalecimiento de los vínculos de relación entre ellas». «Y no se trató solo de una expansión numérica, sino que aumentó día a día la producción literaria con una calidad creciente hasta la excelencia», aseveró.
Así, recalcó que el porvenir del español es un «compromiso de todos, de las instituciones públicas y privadas y de la sociedad civil», cuyo dinamismo «alumbra cada día nuevas iniciativas colaborativas» en torno a la lengua común.
En esta misma línea, destacó la celebración de este Congreso, que vuelve a Argentina tras su paso por Rosario en 2004. «Toda la ciudad se convirtió en capital de nuestra lengua común y festejaba la palabra como el tesoro más precioso que, sin distinción de clases sociales y de ideologías, nos pertenece a todos por igual», concluyó.