El patrimonio también corre peligro con el virus

S.F.L.
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El sacerdote Francisco Javier Boada elabora un cuadro práctico en el que indica las medidas a tomar en el mantenimiento de las iglesias para evitar daños causados por desinfectantes

Los sacerdotes Francisco Javier Boada (i.), Cecilio Adrián Haro (c.) y Enric Mateu, junto a su profesor de restauración y conservación en El Vaticano, Sante Guido (d.). - Foto: DB

En las epidemias de épocas pasadas el patrimonio ha sufrido enormemente. Se han perdido importantísimas obras de arte para siempre por no protegerse debidamente. Con la llegada del coronavirus el mundo se apagó pero poco a poco la vida vuelve a resurgir. Múltiples templos comienzan de nuevo a oficiar misa con aforo limitado y respetando las medidas de seguridad indicadas. Así, la iglesia burebana se enfrenta una vez más al reto de cuidar y mantener el patrimonio con la situación actual tan delicada.

El monasterio de San Salvador de Oña, cuyos muros han sido testigos durante más de mil años de historia de distintas guerras y pandemias, el Santuario de Santa Casilda, la Colegiata de Santa María la Mayor de Briviesca o simplemente al monasterio de Santa Clara de dicha ciudad. Y así, un sinfín de templos que se mantienen en buen estado en la actualidad gracias al empeño de sus respectivas comunidades.

Durante estos días se está llevando acabo una ingente labor por parte de los párrocos y comunidades para tenerlo todo a punto y así garantizar la máxima seguridad a aquellos feligreses que se acerquen a recibir los sacramentos. Pero no solo se trata de acoger a la comunidad parroquial, además hay que cumplir con ciertas medidas de desinfección acordes al momento que el país atraviesa así como de los bienes que se custodian en el interior. «Al efectuar las recomendaciones se evitará por tanto  que el patrimonio sufra daños causados por el uso inadecuado de productos o por aplicar procedimientos incorrectos por desconocimiento», declara Cecilio Adrián Haro, antiguo párroco de Briviesca y de Oña que actualmente complementa sus estudios con un curso de Bienes Culturales de la Iglesia en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma.

Varios templos de La Bureba corresponden a bienes históricos culturales que contienen piezas de gran valor. La mejor manera entonces de protegerlos es implantar medidas de prevención. «Nuestra prioridad patrimonial es evitar en todo momento el contacto directo de los fieles con los bienes culturales para evitar contagios con posibles partículas víricas y tener que aplicar soluciones desinfectantes e insistir en limpiezas», expone.

La Santa Sede se ha preocupado por este hecho hasta tal punto que un compañero de estudios, el también sacerdote castrense Francisco Javier Boada, natural de Valladolid, ha elaborado un cuadro práctico sobre el modo de actuación ante esta situación basándose en investigaciones y leyes actuales.

El párroco vallisoletano realizó el documento con el objetivo de sensibilizar a los responsables de la custodia y administración del patrimonio cultural para evitar posibles daños causados por el uso inadecuado de productos desinfectantes o por aplicar procedimientos incorrectos por desconocimiento. «En ningún caso se debe desinfectar una obra de arte, un elemento histórico o documenta. Los productos de limpieza y desinfección cotidianos entrañan graves consecuencias para el patrimonio cultural y pueden dañarlo de manera irreversible», asegura.

Igualmente, apunta que todas las intervenciones que se ejecuten deben estar consensuadas y ejecutadas por profesionales de la conservación y restauración  con el fin de prevenir desastres irreparables.