Javier Santamarina

LA LÍNEA GRIS

Javier Santamarina


Fast X

07/07/2023

Con los libros rara vez pasa como con las películas, ya que es muy difícil que un texto bueno no enganche mientras que el cine convive con otros elementos donde el entretenimiento adquiere protagonismo. Dicho esto, no implica que los gustos personales o los prejuicios no influyan en nuestra selección, porque hay veces donde el escritor se deja llevar por su imaginación y se olvida que hay algún sufrido lector.

Todos hemos detectado que hay autores con tal poderío intelectual que abruman por su conocimiento desde la primera página; otros son tan excepcionales que ni siquiera detectas hasta dónde llega su sabiduría. Cualquier libro de Georges Simenon, Julian Barnes o Kazuo Ishiguro provocan un deleite indescriptible; igual que es inevitable rendirse al humor inocente de Isaac Asimov o la contundencia de Frank Herbert con su Dune. Sería injusto no mencionar a J.R.R. Tolkien o C.S. Lewis porque ambos consiguieron demostrar a muchos jóvenes que no estaban solos.

Siendo todo esto cierto, ninguno de ellos alcanzó las cotas de Stefan Zweig o de Thomas Mann. El primero explica con nitidez lo que perdió Europa con el fin de una época. Cada historia es una ruptura, una decepción que desgarra el alma. Europa Central nunca volverá a ser ese territorio de encuentro, donde Claudio Magris navegaba por el Danubio. Tampoco las épicas borracheras de Joseph Roth recordarán los excesos entrañables de una Austria culta y orgullosa.

Sin embargo, Thomas Mann te lleva a un nivel distinto. Cada línea te envuelve y te transporta a un universo donde la inteligencia domina a la voluntad, siendo la cultura el eje vital y la razón de ser. Cada conversación de Hans Castorp destila una sabiduría que agota la comprensión. Doctor Fausto te hace lamentar no saber nada de música clásica, aunque te permita eludir su pacto diabólico. Los Buddendrook retratan con maestría el declive de una saga. Podría mencionar más libros, pero no aportaría más.

Mi duda existencial es qué pensarían ambos colosos intelectuales si estuviesen entre nosotros. ¿Nos criticarían? Puede que Stefan no se arrepintiese de su viaje a Brasil, pero no puedo evitar preguntarme qué diría Thomas si estuviese en Suiza observando el panorama. Ambos escribieron en alemán pero pensaban como europeos. Se intuye que algo hemos hecho mal para que una guerra asole el continente. Lo dramático es que parece que seguimos sin saber en qué nos equivocamos y la postura de Stefan Zweig fue cómoda.

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