«Que nadie hable por nosotras»

ANGÉLICA GONZÁLEZ
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Ocho gitanas componen la redacción de la revista 'Romí', que nace con vocación de continuidad, con el apoyo de Promoción Gitana y del Ayuntamiento y cuyo primer número se presenta en sociedad este jueves, día 15

A la derecha, todo el equipo de redacción de la revista 'Romí', con pañuelos de lunares. - Foto: Valdivielso

«Queremos cambiar la visión que la sociedad tiene de las gitanas y que desaparezcan todos los prejuicios con los que se nos mira. Por eso nos pareció una buena idea preparar una revista en la que podamos escribir con toda la libertad y explicar con nuestras palabras quiénes somos para que nadie hable por nosotras». Así de claro explica Tatiana Jiménez, de 23 años y dependienta de una perfumería, cuál es el principal objetivo de la revista Romí, en la que ella junto a otras siete mujeres gitanas lleva un tiempo trabajando con el apoyo de la integradora social Ana Yáñez, el soporte de la asociación Promoción Gitana y el apoyo económico del Ayuntamiento. Mañana jueves la publicación se presenta en el Teatro Principal y sus promotoras confían en que no sea flor de un día sino que tenga continuidad.  

La idea surge ante la necesidad de frenar lo que ellas consideran «especulaciones» sobre quiénes son, en qué consisten sus costumbres o cómo se comportan ante diferentes situaciones, y el deseo de «darse a conocer como realmente son». Los contenidos de la revista son muy variados: unas se han encargado explicar las diferencias entre la vida de las mujeres gitanas «de antiguamente» y las de ahora; otras, de entrevistar a las mayores «y referentes» o de hacer un reportaje sobre lo que el Evangelio -la Iglesia de Filadelfia- ha supuesto para el pueblo gitano: «civismo, empatía, respeto, alfabetización... y nos ha quitado de muchas cosas malas», afirman Eva Jiménez, de 46 años, y Mercedes Hernández, de 53, auxiliares de limpieza. También se habla de la educación, de los valores del pueblo gitano (humildad, cuidados, solidaridad...) y de curiosidades como las palabras que en castellano han llegado del romí, que es el idioma de los gitanos. «Poca gente sabe que bulo, chaval, chalado o paripé son gitanismos», cuentan.

Delia Barrul, de 22 años y empleada de Alcampo, dice que la mayor diferencia que hay entre las gitanas jóvenes y sus mayores es que  aspiran a tener un trabajo remunerado y adecuado a sus conocimientos. «No digo que antes las mujeres no trabajaban, que lo hacían, y mucho, en el campo, haciendo cestos, etc... sino que nosotras nos preparamos y trabajamos en lo que nos gusta y a ellas las sacaban de estudiar para ayudar en casa y nosotras lo hacemos para pagarnos nuestros caprichos y nuestras cosas». En este punto, Mercedes, más veterana, afirma no solo que las mujeres siempre han trabajado sino que son «las que han sacado las ascuas del fuego» de las familias «aunque las jóvenes están cambiando las formas».

La redacción de ‘Romí’ en plena jornada de trabajo.La redacción de ‘Romí’ en plena jornada de trabajo. - Foto: Valdivielso

Tanto Delia como Tatiana no tienen prisa por casarse. Hacen hincapié en ello queriendo dejar claro que las bodas a una edad temprana cada vez son más infrecuentes dentro de la cultura gitana. «Míralas, que tienen 22 y 23 años y están solteras, no tienen novio ni pensamiento», insiste, entre risas, Inmaculada Jiménez, de 45 años y limpiadora del HUBU, madre de Delia. La hija insiste en que las jóvenes como ella lo que quieren es «tener  libertad, bajo un orden, claro, viajar y conocer otros mundos».

El grupo niega, por otro lado, que la comunidad gitana sea más machista que la sociedad en general. «Claro que existe el machismo -afirma Mercedes-, como en todo el mundo, pero a nosotros nos tratan como que todos los hombres lo son y esto no es cierto, muchas mujeres tenemos toda la libertad dentro de nuestros matrimonios, que nadie se crea que estamos sumisas a lo que digan ellos». Sus compañeras apuntalan esta idea: «Ahora en las parejas trabajan los dos y muchos comparten las responsabilidades de la casa». Inmaculada cuenta, como ejemplo, que ella tiene su coche, y su marido, el suyo.

Esto, que a muchas personas les sorprenderá, es cada vez más frecuente. «Y la gente no lo sabe porque no nos conoce. Yo llevo años trabajando en el mismo sitio y mis compañeros no tienen prejuicios porque saben quién soy y conviven conmigo», añade Inmaculada, orgullosa redactora de la revista Romí, a la que se le están dando ahora los últimos toques de maquetación  y que va a intentar que la sociedad burgalesa conviva en igualdad con estas gitanas y cambie su mirada hacia ellas.