Miguel Calvo

El retrovisor

Miguel Calvo


Periodistas

12/01/2023

No está de más volver a recordar lo que Gabriel García Márquez escribió en 1996: La mejor noticia no es siempre la que se da primero sino muchas veces la que se da mejor. Lo dijo mucho antes de la revolución de los medios digitales, de la popularización de los blogs en internet, del nacimiento entre 2004 y 2013 de redes y plataformas como Facebook, YouTube, Twitter, Instagram, WhatsApp o Telegram. Y de la globalización de la desinformación con las fake news, las noticias falsas o manipuladas por oscuros intereses personales, políticos o económicos. 

Sin intención alguna de mermar el derecho constitucional a la libertad de expresión del que todos gozamos, ante la proliferación del llamado periodismo ciudadano en el que cualquier persona se convierte en informador y opinador, reivindico el periodismo profesional, especialmente en el ámbito local, el oficio que se ejerce con instrumentos como el micrófono, el boli, la grabadora, el teléfono, las cámaras, el ordenador, desde la calle, las redacciones, los estudios o en los despachos de gabinetes de comunicación de instituciones o empresas.

El que realizan, con mejor o peor fortuna, trabajadores en situación laboral cada vez más precaria pese a que en su mayoría cuenten con su correspondiente formación universitaria, que se dedican a recoger información para después de elaborarla ofrecerla a través de los distintos medios, los que tienen que tragarse un pleno municipal de más de seis horas, hacer guardia en plena calle a las puertas de un juzgado, cubrir un incendio a medianoche, sufrir los empujones de los servicios de seguridad de gente importante, o los que son relegados a un cuartucho para seguir desde una pantalla el evento que se está produciendo a escasos metros. 

A pocos días de que los periodistas celebren a su patrono, San Francisco de Sales, y fuera de cualquier tipo de corporativismo, porque en esta profesión -como en cualquier otra- hay de todo, me quedo con lo positivo. Con los periodistas que por principio no se fían de nada de lo que les cuenten, los que confrontan fuentes y se documentan antes de escribir unas líneas que releen antes de publicarlas. Con lo que tienen que bandear con sus jefes por las quejas que les ha hecho llegar cualquier preboste enfadado por alguna noticia. Y con los que disfrutan con su trabajo porque, como también escribió García Márquez, es el mejor oficio del mundo.