Cuando Ramón trajo a Burgos su conferencia-maleta

ANGÉLICA GONZÁLEZ / Burgos
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En abril de 1933, de la mano del Ateneo Popular y en un Teatro Principal a rebosar, el escritor Gómez de la Serna, creador de las greguerías, sorprendió a Burgos con una de sus surrealistas charlas que iban acompañadas de los más variopintos objetos

Ramón, en una charla en el Circo Price subido a un trapecio. Allí acudió a lomos de un elefante. - Foto: Luis Ramón Marín (Fundación Pablo Iglesias)

Una peonza, una peluca despeinada, un plumero, un monóculo sin cristal, varias muñecas, un chiflo de afilador y una colección de mariposas. Estos fueron algunos de los sorprendentes objetos con los que el escritor Ramón Gómez de la Serna se acompañó en la conferencia-maleta que ofreció en el Teatro Principal en 1933, organizada por el Ateneo Popular, entidad que en aquellos momentos agitaba la vida cultural e intelectual de una ciudad que acababa de estrenar el régimen democrático de la Segunda República y se debatía entre la tradición y la modernidad. Se acaban de cumplir 90 años de la visita a Burgos del genio vanguardista, alma máter de la tertulia del café Pombo que inmortalizara Gutiérrez Solana. 

No fue una charla cualquiera porque De la Serna no era una persona cualquiera. A las 11 de la mañana del domingo, 23 de abril, dio comienzo el acto, y para subrayar que era la primera vez en su vida que peroraba a esas horas intempestivas, Ramón -como le gustaba que le llamaran- sacó también de su maletín un despertador y anunció el tiempo exacto que iba a dedicarle a la charla: dos horas. 

El Principal estaba de bote en bote porque el entonces joven escritor estaba de moda no solo por ser el creador de esas frases cortas, afiladas e ingeniosas que llamó greguerías (y que ahora le hubieran hecho el rey de Twitter) sino por estas ponencias que daba en todos los puntos de España y de la patria que después le acogió, Argentina, en las que, como un clown, utilizaba los objetos más absurdos, por cotidianos, sin más propósito que hablar sin parar de cualquier cosa como un protomonologuista del absurdo. Y los periódicos y las entidades que le reclamaban de aquí y de allá comenzaron a llamarlas conferencias-maleta.

Cuando se anunció su llegada a la ciudad, este periódico la saludó con entusiasmo: «Este genial humorista, que ha traspasado las fronteras con su extraordinario estilo de escritor y observador de los más menudos gestos de las cosas, viene a Burgos, por vez primera, con su 'conferencia-maleta', tan animada y divertida, que es uno de los más deliciosos y originales espectáculos en la moderna literatura.

Ramón, el gran y magnífico Ramón a quien hay que anunciar con las mayúsculas del espectáculo suculento, viene a nuestro Ateneo Popular gracias a un gran esfuerzo de nuestras posibilidades (sic)».

Después de la presentación, que corrió a cargo del periodista, escritor e intelectual Eduardo de Ontañón, que era entonces vicepresidente del Ateneo, Gómez de la Serna alabó la ciudad, contó que Cervantes le parecía un gran humorista, extendió todos sus archiperres y frente a un elefante en miniatura sacó unas cuartillas y comenzó la charla, que no fue sino una sucesión de greguerías... sobre el elefante. 

No era la primera vez que sus performances e intervenciones públicas tenían a este animal como protagonista, pues a una conferencia en París acudió a lomos de uno de ellos. Era marca de la casa: también se pintó la cara de negro para hablar sobre jazz y se subió a un columpio en el Circo Price de Madrid adonde también llegó en paquidermo. Dos años antes de venir a Burgos recibió un homenaje en Chile en un quirófano. 

Así que Ramón destapó el tarro de sus esencias y las viejas estructuras del Principal fueron testigos de una sucesión incansable de elucubraciones elefánticas, que fueron aplaudidas a rabiar. He aquí algunas de ellas: El elefante en el circo representa las edades antediluvianas, porque fue el único animal que, sobre la jirafa, pudo sacar la trompa sobre las aguas del diluvio universal y no ahogarse del todo.

Parece que es un paso de procesión dentro del que se han quedado los sicarios que le llevaban en andas. Tiene la cabeza llena de brutales chichones que se ha hecho al pasar por los dinteles del bosque. Inelegante, con el traje terriblemente desplanchado, aparece sin embargo con los pantalones a la moda de Oxford pues fue el primero que usó pantalones anchos y tardones.

El elefante tiene piel geográfica. El elefante lleva oculto un fotógrafo en su fondo y su trompa es el brazo del fotógrafo en busca de la perilla de mover el objetivo que no acaba de encontrar, ¡qué grandes ampliaciones de rostros debe poseer! ¡Por eso me pongo delante de él con cierta pose! Es un barco que llega al puerto y echa el ancla, es un bombero honorario, es un colchón viviente, un tanque primitivo del tiempo de los cartagineses, un animal sin gracia porque pudiendo tener el gesto elegante de rizarse los colmillos nunca lo hace, es un calzonazos, es un haragán que aparece poniéndose los pantalones y con los tirantes sueltos...

Para terminar y después de tal charleta, no demasiado amable con el pobre animal, intentó reconciliarse con él de la misma manera surreal y hasta un punto clarividente: Nos debe merecer cierto respeto porque será el único animal que sobrevivirá en los parques zoológicos cuando caigan los gases asfixiantes sobre las ciudades. Ese día todos los jardines se quedarán sin pájaros y cuando el ataque acabe ya no habrá parques zoológicos -¡porque cualquiera le pone la careta antigasógena al jaguar y al león!- y solo quedará el elefante, que es el único animal que desde el principio de la creación ha disfrutado de la careta inasfixiable atada fuertemente a su cráneo por manos del propio creador de las especies.