Esther Alonso

Ser o Tener

Esther Alonso


Balas

10/01/2024

Ante cada conflicto armado que comienza al que tengo la desgracia de contemplar de cerca, como ciudadana del mundo, y la fortuna de lamentar de lejos, como ciudadana española, recuerdo siempre la conferencia que el profesor Juergen Donges, director del Instituto de Política Económica de la Universidad de Colonia, ofreció una cálida tarde de otoño del año 2005 en el Palacio de Saldañuela. En aquel agradable marco, el experto alemán en economía europea aseguró, sin pestañear apenas, que entre las mejores opciones para un país que necesita salir de una situación de crisis económica profunda se encuentra su participación en un conflicto armado.  Abrí los ojos entonces a un mundo que hasta el momento solo había interpretado desde dos prismas: el de los provocadores y el de los provocados, el de los invasores y los invadidos, el de los vencedores y el de los vencidos. 

Si ha habido un sector económico al que le ha ido verdaderamente bien en Europa en 2023 éste ha sido el de la industria de las armas, especialmente el del segmento de la munición. Tan regulado como protegido por el apoyo público de los estados en los que las corporaciones de esta industria estratégica operan, su aportación al PIB de la UE es determinante, de tal manera que, solo en lo que se refiere a España, supone el 1,5%; su aportación fiscal a la recaudación nacional, el 1,1%; y su inversión en I+D, el 13% del total.

Tras dos años de guerra en Ucrania, y apenas unas semanas de la reactivación de la de Palestina, firmas como Thales, Leonardo y Rehinmetall han multiplicado su valor en bolsa, y continuarán haciéndolo, teniendo en cuenta que Bruselas previó a comienzos del primer conflicto que el gasto en defensa de sus miembros aumentaría paulatinamente hasta un 65% en 2026, lo que es lo mismo, 500.000 millones de euros, aproximadamente.

Aunque reconozco que todas las democracias deben ejercer su derecho a protegerse mediante políticas e instrumentos de Defensa, reconozco igualmente que los beneficios de la industria de la guerra, ya sean en términos de riqueza, de empleo o de innovación, me generan un dilema ético profundo. Pues mientras los voy conociendo no puedo dejar de pensar en los Nadies, de Eduardo Galeano, que, como él decía, con gran acierto a la luz de los datos macroeconómicos: cuestan menos que la bala que los mata.