Los grandes enfrentan estrategias

J.M. / Burgos
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El PP, que atravesaba por un mal momento, apostó en su discurso de campaña por inversiones millonarias y el PSOE concentró sus esfuerzos en Gamonal y en mítines en los barrios

De i. a d., Lacalle, Marañón y De la Rosa. Tras el escrutinio, los tres aún aspiraban a la Alcaldía. - Foto: Valdivielso

El inicio de la campaña electoral de 2019 resultó premonitorio de lo que ocurriría el 26 de mayo. El PP, en horas bajas, apenas congregaba en la tradicional pegada de carteles a medio centenar de afiliados y simpatizantes cuando este tipo de citas, tiempo atrás, solían venir a los populares a pedir de boca para exhibir músculo y acoquinar a sus adversarios. 

La película había cambiado y el PSOE, repuesto de sus agudas crisis y gobernando el país, se veía fuerte y por primera vez desde 1999 (cuando Olivares fue investido alcalde) veía opciones ciertas de recuperar el Ejecutivo municipal y otras importantes plazas de la provincia. Cs, elevado por la misma ola nacional que ahora puede arrastrarle a la irrelevancia, afrontaba la llegada del gran día con el convencimiento de que podrían ser decisivos, mientras que las grandes incógnitas (mayorías al margen) se centraban en saber de qué manera irrumpiría Vox en las instituciones burgalesas y cómo se resolvería la crisis en la izquierda con Podemos e Imagina luchando por el mismo electorado.

En el ambiente de las elecciones fue protagonista la llamada España Vaciada, como lo fue también el debate sanitario, centrado en la atención en los consultorios rurales (fueron también comicios autonómicos).

En la capital, el PP y el PSOE optaron por estrategias antagónicas. El que fuera regidor de la ciudad durante los últimos ocho años, Javier Lacalle, centró la campaña de los populares en grandes promesas como la de invertir 12 millones de euros en un recinto ferial en Las Tejeras, otros 15 en un III Plan de Peatonalización (se hablaba de un nuevo tramo del paseo de la Audiencia, de otro en Fernán González o del arreglo del entorno de Las Huelgas) o la de afrontar un gran desembolso con la construcción de un túnel en el Cerro de San Miguel.

El urbanismo y las infraestructuras y dotaciones marcaban las prioridades de un PP que también prometía acabar la reforma del campo de fútbol del Plantío, un nuevo centro cívico en Fuentecillas, una Casa del Deporte en la zona sur o transformar el antiguo Asador de Aranda en un Centro Cidiano.

Sí sorprendió la promesa del cheque de 500 euros por nacimiento para gastar en el pequeño comercio o la idea de crear un puesto itinerante de la Policía Local para atender a los turistas.

El PSOE fue por otra vía y su candidato, Daniel de la Rosa, concentró sus esfuerzos en pisar la calle con pequeños mítines casi a diario en cada barrio (más fácil desde la oposición) y con una gran presencia en Gamonal. Ahí dirigió sus grandes promesas inversoras. A la transformación de la calle Vitoria, a una solución para el Pueblo Antiguo, a un párking en María Amigo o a la semipeatonalización de Grandmontagne.

Apelaba al voto «de los jóvenes y las mujeres» para echar a la derecha. De la misma manera que Luis Tudanca, aspirante a presidir la Junta de Castilla y León, hacía un llamamiento al cambio.

En Cs, un crecido Vicente Marañón atacaba con dureza al PP, buscando atraer hacia sus siglas a los votantes populares desencantados. Burgos Río, una ciudad de 200.000 habitantes o el impulso del Castillo eran sus prioridades.

Los líderes nacionales de los partidos no se dejaron ver durante la campaña en Burgos, aunque sí lo hicieron varios ministros socialistas como José Luis Ábalos (en Miranda), Reyes Maroto (en Poza o Briviesca), Isabel Celaá o María Luisa Carcedo (estas dos últimas en la capital).

Finalmente, el cambio en el Ejecutivo sí se produjo en la capital, pero no porque la izquierda, el PSOE y Podemos, lograran sumar 14 concejales sino porque Vox decidió no participar del pacto nacional de los partidos de la derecha y que Vicente Marañón se convirtiera en el alcalde de Burgos.