Se atribuye a Metternich la idea de que "el protocolo es lo que genera mayores y más irreconciliables conflictos entre los humanos". Se comprende: a nadie le gusta verse postergado, cuando todos tenemos un concepto elevado de nosotros mismos, que no siempre se compadece con el concepto que de nosotros tienen los demás. Hoy, ante el 2 de mayo, que es la fiesta por antonomasia de ese gran rompeolas crispado que ahora es Madrid, nos encontramos ante uno de esos conflictos de protocolo que es mucho más que eso: es una muestra de la guerra implacable, ciertamente absurda, que se libra en Madrid entre el Gobierno de la Comunidad, instalado en la Puerta del Sol, y el Gobierno central, con epicentro en La Moncloa. Cinco kilómetros de distancia física y millones de millas en lejanía política.
Que desde la CAM se haya avisado de que quien pretendía acudir este día 2 a la recepción oficial ofrecida por Isabel Díaz Ayuso, el ministro de la Presidencia Félix Bolaños, no será bienvenido al acto, porque no ha sido él el invitado en representación del Ejecutivo central, es un signo hostil más, agravado por la campaña electoral, que en Madrid es aún más implacablemente pugnaz y bronca que en otras Comunidades. Y eso que en la capital parece haber escaso riesgo de un vuelco de poder: más bien, parece que la presidenta Isabel Díaz Ayuso, pese a la sin duda eficaz labor del aspirante socialista Juan Lobato, podría incrementar su votación hasta la mayoría absoluta. Y tampoco el alcalde Martínez-Almeida parece ver su puesto en riesgo por la irrupción de la ex ministra Reyes Maroto como principal rival.
Lo que ocurre es que en Madrid la pelea está entre Díaz Ayuso y el mismísimo presidente Pedro Sánchez. Ella representa la parte más 'dura' del Partido Popular de Feijóo. Y Sánchez trata de esquivar el cuerpo a cuerpo, centrando sus dardos más bien en el presidente nacional del PP, a quien La Moncloa considera pieza más abatible. De hecho, Sánchez ni siquiera había sido invitado a la recepción del 2 de mayo: la invitada era la ministra portavoz, Isabel Rodríguez. Pero La Moncloa decidió enviar a Bolaños, su plenipotenciario y hombre para todo, a un acto que, para que nada falte, hasta contará con una manifestación contra Ayuso autorizada por el Gobierno Civil para que se celebre en la mismísima, remozada y este 2-m abarrotada, Puerta del Sol, terreno esta jornada de paradas militares y epicentro ocasional de todo posible escenario, bueno y/o malo.
Ignoro si el rechazo a la presencia de Bolaños en un acto público, que no debería ser, pero lo es, partidista, derivará en un conflicto que, ya digo, supone connotaciones más profundas que lo meramente diplomático. Pero que, en todo caso, tiene también mucho de lamentable en lo que debería ser una jornada festiva, sin que ahora mismo me sienta yo capaz de echar más la culpa a un lado que a otro: ambos tienen su responsabilidad política en un litigio que divide no solo a los madrileños, desde luego, sino a tantos españoles. Es, ay, el símbolo de los tiempos de total confrontación, no solamente preelectoral, que vivimos.