Creatividad de interior

A.S.R. / Burgos
-

El cálido mural de María de la Fuente en el bar La Gervasia y las coloristas ilustraciones en el túnel de las maravillas que recrea Alba Manero en la librería Luz y Vida distinguen a estos locales y acaparan selfis

Alba Manero (izquierda) y María de la Fuente. - Foto: Patricia y Luis López Araico

Nada más poner un pie en la Gervasia, el parroquiano siente la calidez de la señora del lugar. Con su delantal y sus zapatillas, curiosea todo lo que ocurre debajo de su balcón. Esa bonhomía se extiende por todo el local, aunque cuando está a reventar nadie repara en el origen de ese buen talante. Lo pone esa figura de colores suaves que se perfila en medio de un vergel, con una bombona de butano al lado, un gato tumbado a sus pies, una camiseta y unos calcetines en la cuerda de tender y una ristra de ajos y otra de pimientos oreándose. El mural de La Gervasia, una de las últimas aperturas hosteleras, recupera los ecos de la antigua casa de comidas en la que paraban los viajeros de camino a la estación. Es carne de selfi e Instagram, lo firma María de la Fuente Soro y fue un encargo de Ajo, el taller de arquitectura que reformó este espacio. 

La misma empresa contactó con Alba Manero para ilustrar el pasillo entre la librería Luz y Vida y su ampliación. El plan era convertir ese paso en el túnel por el que cae Alicia hacia el País de las Maravillas y conseguir que el cliente se sintiera como la protagonista. Pisando y contemplando en ese avanzar algunos de los objetos míticos del relato de Lewis Carroll, pegados en el suelo y en las paredes como vinilos. 

El fantasioso sombrero del sombrerero loco; el reloj que da las horas; el gato de Cheshire; las cartas y la taza del té que recrean a la Reina de Corazones y la Fiesta de No Cumpleaños; el Dodo plumado; el famoso Conejo Blanco; y la explosión de fantasía y naturaleza que sirve una tetera... Alicia a través del espejo deja plasmadas dos frases que, curiosamente, solo se pueden leer reflejadas. 

'Cada aventura comienza con un primer paso', dice una. Lo saben bien las dos ilustradoras, que coinciden al apreciar estos trabajos como una oportunidad. 

«Fue muy interesante porque nunca había hecho un mural tan grande (unos seis por cuatro metros). Querían aprovechar los arquitrabes que se ven como si fuera la cubierta de una casa y representar lo que se veía fuera, con una abuela típica, con el aspecto amable, hogareño y familiar que tiene el local», comparte De la Fuente y recuerda que no son nuevos sus roces con la hostelería, ya participó en la reforma del Momo, en Reyes Católicos, y entre fogones se metió para hacer el libro Cocinando en familia (2018). 

Manero, ratón de biblioteca y lectora voraz, no veía mejor lugar que una librería para estrenarse en el mundo de las paredes. 

La actuación urgía y tuvo que resolverla en apenas una semana. El destino se alió con ella. «Me apetecía mucho. Estuve unos días sin salir de casa, a todo trapo dibujando. Tuve libertad total, el único requisito que tenía es que debían ser ilustraciones muy representativas». Unos días antes había visitado en Madrid la exposición con los dibujos que John Tenniel realizó para la primera edición del maravilloso libro en 1865 y los de Salvador Dalí, Max Ernst y Marie Laurencin. «Resultó como una serendipia», expresa risueña y reconoce que en los trazos aflora la influencia de los personajes de Disney. 

La Gervasia y Alicia han triunfado. De la Fuente y Manero confiesan su ilusión cada vez que entran en estos establecimientos y ven como sus obras llaman la atención de los clientes, que se hacen selfis con ellas, o las ven corriendo por las redes sociales. 

La retratista de la Gervasia observa lo «instagramable» que le ha salido la señora de la casa. «La imagen que aparece en redes del local es el mural. Misión cumplida. Ha triunfado, ha gustado, no cansa y no desentona», dice orgullosa sabedora de que ha acertado con la paleta escogida, sin estridencias. 

A Manero le emociona especialmente la curiosidad que el mundo de Alicia provoca en los pequeños. 

«Estaba muy pensado para que fueran muchos niños los que jugaran con las ilustraciones, se divirtieran, se hicieran fotos, por ejemplo, el sombrero está a una altura para que simulen ponérselo», destaca la autora, que ya antes ha realizado trabajos dirigidos a ese público, como el cuento ¡Vaya con los colores de mis mofletes!, de Paola Gil García, o el Juego de la Oca, utilizado en el Salón del Libro Infantil y Juvenil hace dos años. 

En un momento de furor por los murales en la calle, estos dos trabajos confirman que el arte también es de interior.