La pobreza obliga a plantear que la UME opere de continuo

GADEA G. UBIERNA / Burgos
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La Unidad de Mínima Exigencia se creó como un recurso temporal y de urgencia para dar techo en invierno a quien vive en la calle en Burgos, pero este año también ha atendido a transeúntes y a demandantes de asilo

El responsable de la Unidad de Mínima Exigencia, David Polo, flanqueado por dos usuarios: Julio César Huanca (izquierda) y David Cerezo (derecha). - Foto: Luis López Araico

El aumento de la desigualdad y la pobreza, así como la cronificación de las situaciones de vulnerabilidad social, están provocando cambios en las tendencias de uso de los recursos del Ayuntamiento para las personas sin hogar, que gestiona Cáritas en su sede de la calle San Francisco: el albergue para transeúntes y la unidad de mínima exigencia (UME), que es un recurso temporal creado en el 2012 para que las personas que viven en la calle tengan un sitio en el que dormir en invierno: abre en noviembre y cierra a finales de abril. 

Así ha sido hasta ahora, cuando empieza a plantearse la conveniencia de que este espacio, dotado de ocho camas, funcione durante más tiempo para poder dar soporte al albergue, que acumula meses con lleno: el miércoles había tres personas en lista para una cama dedicada a estancias largas y, para quienes están de paso y solo necesitan alojamiento un par de noches, a mediodía quedaban tres plazas de las 40 disponibles.

El albergue, así, ya es insuficiente para la demanda que soporta desde hace más de un año y que el personal de Cáritas gestiona de la mejor manera que puede, tratando de evitar que, incluso en caso de no tener ni una cama libre, la gente no se quede en la calle. De ahí que este invierno la entidad ya haya derivado a la UME a personas cuyo perfil no es el habitual del usuario de este recurso y que, en otras circunstancias, se hubieran quedado en el albergue. Por ejemplo, solicitantes de protección internacional o personas con un problema definido para el que, una estancia en el albergue, puede ser un primer paso hacia la búsqueda activa de soluciones. Activa, porque la base del funcionamiento de esta área de Cáritas es conjugar la flexibilidad y el acompañamiento de la entidad con la voluntad y la asunción de responsabilidades de la persona que pide ayuda.

Este último aspecto es el diferencial entre el albergue y la UME que, como su propio nombre indica, se pensó como un recurso en el que el usuario no tiene que comprometerse a nada más que a llegar a dormir dentro del horario de apertura y en condiciones que permitan el descanso de los demás. Por la mañana se les ofrece desayuno y posibilidad de ducha. No hay más requisitos.

La media habitual de usuarios oscilaba entre los 22 y los 36, pero este invierno han sido 47. Y como explica el responsable de Acogida en Cáritas, David Polo, esta cifra se debe a las derivaciones que se han efectuado desde el albergue. «Con personas 'de calle' no llenábamos las ocho plazas y este año sí», explica, matizando que 40 fueron hombres y 7, mujeres. «Lo habitual es que ellas fueran menos del 10% y este año ya han sido más», cuenta.

Por definir. Así, la posibilidad de que la UME dé soporte al albergue durante más tiempo que los meses más fríos se baraja, dado que se ha comprobado que, incluso sin ser su cometido, puede ser el primer paso hacia un cambio de vida.

Pero, antes de dar el paso, todas las partes implicadas deben definir qué cometido debería asumir este espacio de soporte del albergue y, sobre todo, con qué medios. Económicos y de personal. Porque el perfil de la persona sin hogar suele ser complejo, con un porcentaje significativo de personas con adicciones, enfermedad mental, discapacidad... Peculiaridades que hay que saber abordar para que el recurso cumpla su cometido. Y, sin dotación, no es de ayuda.