Cisjordania, una espiral de violencia y sangre

J. M. Autonell (EFE)
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La guerra en Gaza ha exacerbado aún más las tensiones en una región que lleva décadas sufriendo la ira contra la población palestina

Palestinos inspeccionan los destrozos registrados en un edificio tras el ataque aéreo de tropas israelíes contra la mezquita Al Ansar en el campo de refugiados de Yenín, en Cisjordania, este domingo. - Foto: EFE/ Alaa Badarneh

Redadas militares, arrestos y muertos a diario, ataques de colonos, choques con soldados, cortes de vías y controles de seguridad. Esta era la rutina de muchos palestinos de Cisjordania ocupada en una rueda de conflicto constante con Israel agravada ahora por la guerra de Gaza.

La contienda entre el Ejército hebreo y el grupo islamista Hamás ha exacerbado tensiones en el territorio, donde tropas y colonos israelíes han matado a más de 60 palestinos en dos semanas, en una dinámica de violencia y sangre sin precedentes desde los años de plomo de la Segunda Intifada (2000-2005).

Sobre el terreno, la sensación es de estado de excepción: las tiendas abren pocas horas, mucha gente se resguarda en casa y el movimiento entre aldeas está limitado por el bloqueo de carreteras impuesto por Tel Aviv, que cerró muchos puestos de control para apaciguar el ambiente.

«Viajar de un lugar a otro ya no era seguro para muchos palestinos desde antes, pero ahora es aún más difícil», revela el analista Hamada Jaber, habitante del área de Ramala. En estos momentos, añade, «muchos no se mueven si no es por asuntos urgentes», e incluso hay quienes tuvieron que dejar de trabajar ante la imposibilidad de circular por las carreteras de Cisjordania. 

Este es el caso de Khalil, transportista de Belén que trabaja en la localidad de Hebrón, unos 30 kilómetros al sur, donde ahora no puede acceder por las restricciones. El tráfico en distancias largas está cerrado a palestinos en muchas zonas, mientras los colonos circulan sin limitación por vías donde solo hay coches con matrícula israelí.

La tensión con las fuerzas de seguridad es latente en los puestos de control, mientras las autoridades intentan impedir el acceso al área de Belén, donde suenan las sirenas por una ráfaga de cohetes. Sin embargo, la vida sigue entre los residentes, que intentan continuar su día a día a pesar de los bombardeos. «Estamos acostumbrados a ello», relata Bashar, un joven del campo de refugiados de Deheisha en Belén, que se organiza con otros vecinos para acoger a trabajadores de Gaza que estaban en Israel y se encuentran desplazados en Cisjordania desde el inicio de la guerra.

Redadas y arrestos

El ataque de Hamás que hizo estallar el conflicto fue visto como un triunfo para muchos residentes. Allí, miles arrastran experiencias de arrestos, años de prisión, secuelas por heridas o traumas por seres queridos muertos en un conflicto alimentado por un régimen de ocupación militar y colonización vigente desde 1967 y sin vías de acabar.

Así se percibe en el campo de Deheisha, donde las redadas militares son rutina, y los últimos días se han recrudecido. «Anteayer irrumpió el Ejército y hoy mismo volvió a entrar, tanto de madrugada como por la mañana», comenta un palestino de 30 años, que ya pasó cuatro encarcelado. Desde el pasado 7 de octubre, las fuerzas de Tel Aviv han arrestado a casi 500 personas en Cisjordania, donde también se dedican a detener a personas con presuntos lazos o afiliación a Hamás.

«Entran en casas, agreden y matan a gente, esto pasa desde hace tiempo», dice el joven de Deheisha, un campo de refugiados que fue bastión del Frente Popular para la Liberación de Palestina. Esta fuerza aún tiene cierto peso, pero fue perdiendo adeptos a favor de grupos como Hamás, que tras su golpe a Israel «goza de un pico de popularidad», dice Hamada Jaber.

Este analista destaca también la pérdida de legitimidad de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), con autogobierno limitado en Cisjordania y «muy debilitada» desde hace años por percibirse como una entidad títere de Israel. Su presidente, Mahmud Abás, que perdió el control de la Franja en 2007 en un conflicto aún abierto entre Hamás y su fuerza nacionalista Fatah, exige el cese de la ofensiva en Gaza. Pero su influencia como actor político de peso es casi nula, y su poder sobre Cisjordania es cada vez menor, por lo que desde hace tiempo muchos analistas alertan sobre su caída. 

«El colapso de la ANP habría podido ocurrir en cualquier momento», pero tras la situación actual «es más probable», una realidad que «empuja más a los palestinos hacia Hamás», concluye Jaber sobre un conflicto al que no ve solución.