Escribir con tijeras las emociones del día a día

S.F.L. / Briviesca
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El artista Juan López de Ael se halla inmerso en la creación de nuevas obras de poesía visual que pretende exponer en Burgos, Briviesca y Quintanilla San García, su pueblo. En enero publicará su tercer libro

El poeta Juan López de Ael. - Foto: DB.

«¿En qué lugar te sientes más feliz?», le preguntaron los médicos a Juan López de Ael. No tuvo que pensar ni un solo segundo para responder. «En Quintanilla San García, el pueblo en el que nací y he vivido grandes momentos». Allí descubrió el concepto de amor, cariño, amistad e inspiración, y regresar a sus orígenes sanó parte de sus dolencias. Otras persisten, pero no le impiden que continúe desarrollando una importante obra de poesía visual desde su casa de Vitoria, incluso enganchado a una máquina de diálisis. Querer es poder y de ideas va sobrado. Tanto que en enero publicará su tercer libro, Poéticas visuales, en el que el autor compartirá unos 80 trabajos a color que, además de contar historias, incorpora la imaginación al proceso de percepción, invitando al público a viajar un poco más allá de lo evidente, a volver la vista. 

«Un factor clave para interpretar un poema visual es la capacidad expresiva y representativa de la imagen en sí. A diferencia de la poesía verbal, no son los ojos los que ven, sino el cerebro el que interpreta», confiesa. Considerado por sus propios compañeros como uno de los doce mejores poetas visuales del panorama visual español, su trabajo se ha estudiado en varias revistas de arte y sus obras se han expuesto en diferentes países. Desde niño he realizado collages, primero observaba imágenes y letras, después las ordenaba para más tarde recortarlas para combinarlas unas con otras. Lo más difícil era decidir el mejor montaje y pegarlas, como ahora.  Descubrió el término a través de Pablo del Barco al ver un poema suyo y pensó «si es lo que yo hago, pero hasta entonces no lo daba nombre», comenta entre carcajadas. 

Comenzó sus estudios de arte a los catorce años, si bien no ha cesado nunca de formarse, sobre todo al lado de su viejo maestro y amigo personal Jorge Oteiza, con quien ha colaborado en distintas publicaciones y exposiciones de poesía visual. Controla diferentes disciplinas, como la escultura o la pintura, y en los años setenta, con poco más de veinte años, se sumó al carro de los cantautores comprometidos, pero sus canciones no gustaron nada a las autoridades y la censura le impidió publicar un disco, por lo que cerró una etapa para abrir la de los pinceles. Durante años compaginó su trabajo de auxiliar de clínica con la faceta de galerista e inauguró en la ciudad vasca una sala para que lo artistas noveles expusiera. 

El poeta Juan López de Ael. El poeta Juan López de Ael. - Foto: DB.

Con el paso del tiempo, además de las palabras, sus mejores aliados son los archivos de imágenes por secciones, las tijeras -con las que dice que escribe- y la barra de pegamento. Apreció la gran cantidad de prensa que se tira al contenedor, y con ello la abundante información escrita y de imagen que desaparecía. «Recopilo la información icónica que me interesa y he sido consciente de los cambios de época: las máquinas de escribir son sustituidas por el ordenador, las cámaras de fotos ya no necesitan carrete, el paso del blanco y negro al color e infinidad de situaciones. Las cosas envejecían o directamente desaparecían, pero la razón de su uso quedaba en nuestra memoria y así es como dispongo de mi propio lenguaje de imágenes», detalla.

Junto a Gustavo Vega, Rafael Marín, Julián Alonso y Pablo del Barco participa en la muestra Cinco poetas visuales de Castilla y León, que ha viajado por varias capitales de provincia, la última Valladolid, y que próximamente podrá visitarse «en otra ciudad que a día de hoy desconozco». La ilusión por la que peleará cuando la salud le permita instalarse en Quintanilla se traduce en una exposición  allí, que «ojalá caiga en Burgos y Briviesca».