23 presos que ya descansan

A. Castellanos / Valdenoceda
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El cementerio de Valdenoceda revivió ayer el horror vivido el penal de la localidad con la entrega de los restos de 23 presos identificados • Entre 1938 y 1943 murieron allí 152 hombres

José María González, presidente de la Agrupación de Familiares. - Foto: A.C.

Hambre, frío, enfermedades engendradas por la desnutrición y el conocimiento de los fallecimientos que diariamente se producían. Eso era nuestra vida allí. Ya eso se unían noches sin dormir picoteados por miles de chinches que bajaban de las viejas paredes. Eran noches de pesadilla. Todas. Alguna conseguía dormir mejor. ¿Sabéis cuáles eran mis mejores sueños? Un simple trozo de pan. ¿Cuánta hambre tiene que pasar un ser humano para que su mejor sueño sea un trozo de pan?».  Ernesto Sempere, de Ciudad Real, dejó escritas sus vivencias sobre el horror sufrido en el penal de Valdenoceda, y ayer su hijo Manuel las releyó durante el acto de entrega a ocho familias de los restos de otros tantos hombres fallecidos en el penal y el depósito de otros quince ya identificados en el panteón del cementerio, a la espera de que sean localizados sus descendientes.

Lágrimas y alegría cruzaron sus caminos en la mañana de ayer en el cementerio de Valdenoceda, en el que la Agrupación de Familiares de Represaliados en el penal de la localidad, estuvo arropada por personajes de la talla de Nora Morales de Cortiñas, presidenta y fundadora de las Madres de la Plaza de Mayo, quien insistió en que las exhumaciones «son una tarea triste, pero tan necesaria para la salud de la democracia» y recordó que «necesitamos toda la verdad y toda la memoria».

Los profesionales de la Sociedad de Ciencias Aranzadi exhumaron en este lugar en 2007 los cuerpos de 116 cadáveres. No cabía ni uno más. El mismo hacinamiento que se producía en el gélido y húmedo penal de castigo bajo el que circula un canal paralelo al río Ebro y en el que llegó a haber 3.500 hombres, se reprodujo incluso hasta en la muerte de aquellos 152 que perdieron la vida, sobre todo, debido a diferentes formas de tuberculosis agravadas por el hambre y el frío.

La Agrupación de Familiares de Represaliados del Penal de Valdenoceda, que preside José María González, el alma máter de esta búsqueda de la verdad, paz y reconciliación, hizo posible con el apoyo de la Sociedad de Ciencias Aranzadi  ir conectando los datos existentes en registros parroquiales y municipales y en el de la propia prisión con aquellos cuerpos abandonados a su suerte sin identificación alguna.

Nunca antes la agrupación había reunido tantos restos identificados gracias a la conexión de la edad, estatura, defectos físicos o posición del enterramiento, que habitualmente seguía el orden cronológico de las muertes. Pero desafortunadamente, de los 23 restos entregados ayer, solo ocho están ya en manos de sus familias, al igual que los de otros 26 presos que se han ido entregando desde 2010 de forma paulatina.

Ya podrán dar descanso a los suyos las familias de Benito Velasco, nacido en Aranda de Duero; Francisco Gordón Beloqui, de Campillo de Mena y afincado en Caniego;Cipriano Frías Cámara, de Gumiel de Mercado;Pedro Blanco Cobo, de Jaén; Delfino Campo, de Cantabria; Andrés Asensio, de Zaragoza; Felipe Mora Úbeda, de Ciudad Real; y Julián Chávez, de Córdoba.

Faltan por localizar a los descendientes de otros burgaleses ya identificados, como Vicente Tercilla Abasolo, de Angulo de Mena y vecino de Sojo (Álava);Guillermo Ruiz de Diego, vecino de Ailanes que nació en Escalada; o Bonifacio García Alcalde, de Roa de Duero. Todos, como los 149 presos restantes, fallecieron entre 1938 y 1943, los años del horror en Valdenoceda. Los medios de comunicación y las redes sociales son ahora los principales aliados de la agrupación para hallar a estas familias.

José María González no va a cejar en su empeño. En su intervención recordó cómo en el epitafio de Adolfo Suárez dice:«La concordia fue posible». En su opinión, «a pesar de sus intentos, no fue así». «Se impuso olvidar a los muertos en cunetas, pero, ¿cómo vamos a olvidar a nuestros padres y a nuestros abuelos?», se preguntó. Reconoció el enorme esfuerzo que requiere este proyecto y cómo, a veces, en la agrupación se ven «solos». Hay quienes dan las gracias cuando reciben a su ser querido y se van. Otros siguen colaborando. La agrupación apura al máximo la identificación de los presos para evitar errores y costosas pruebas de ADNque no servirían de nada. De ahí la lentitud de las identificaciones. Pero ellos siguen y reiteran que solo buscan que la verdad se conozca para que no se vuelva a repetir, como manifestó también en Valdenoceda el presidente de la Asociación para la Memoria Histórica, Emilio Silva, quien celebró que haya pasado ya el momento del silencio.

Quienes compartan el mismo objetivo tienen toda la información en exhumacionvaldenoceda.wordpress.com.