A la orilla de la serenidad

ALMUDENA SANZ
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El mar y el cielo de San Sebastián y Zahara de los Atunes y la infancia inspiran 'Días azules', la colección de pinturas con la que Laura Esteban vuelve a las salas capitalinas tras siete años. Se completa con una parte dedicada a Burgos

Laura Esteban, entre dos de las pinturas que juegan con los interiores que miran al exterior. - Foto: Luis López Araico

La felicidad de una niña que pasó la infancia con los pies a remojo, los juegos de la adolescencia en la piscina con los primeros tonteos y las risas nerviosas, la señora que mira con envidia a los surferos en la playa de Gros, la rastreadora de escenas que llevar al lienzo, la caricia de las olas del mar en Zahara, los plácidos atardeceres de invierno en La Concha, la hermana que siente la cálida presencia de las ausencias, la abuela que corre detrás de Ángela y sube en el carrusel con Ibón, la pertinaz buscadora de belleza... No hay una sola Laura Esteban. Son muchas. Y la que encuentra la inspiración y la infancia a la orilla del mar domina en Días azules, la exposición con la que la pintora burgalesa regresa a las salas capitalinas. Han pasado siete años desde la última vez y vuelve con olor a salitre y graznido de gaviotas a la Sala Cajaviva Caja Rural (avenida de la Paz, 2). Se mantendrá abierta hasta el 28 de mayo (de martes a viernes de 19 a 21 h., sábados de 12 a 14 y de 19 a 21 h. y domingos de 12 a 14 h.). 

«Se trata de rememorar los momentos de descanso y de recordar la infancia, el contacto con el agua, que para mí es muy importante, sueño mucho con agua. Aquí se encuentran el cielo y el mar de San Sebastián y de Zahara de los Atunes», cuenta Laura Esteban con la mirada en esos azules que alumbran estas pinturas, un color tan luminoso como misterioso, con mil y un significados escondidos en sus infinitos matices. «Denota seriedad, compromiso, delicadeza, tranquilidad, honestidad...», enumera asomada a esos lienzos, muchos larguiruchos como sus figuras, sobre todo femeninas, que afloran como el alma de estos paisajes en calma. 

Estos personajes se recortan evocadores, cada uno con una pose, en un continuo desafío para la pintora. Se confiesa Esteban una rastreadora de escenas. Lleva desde 1984 con la mirada alerta. «Yo siempre pienso en pintura». Algunas veces toma una fotografía, otras, rápidos apuntes. En el caballete, todas se convierten en escenas recreadas al mínimo detalle. 

La presencia de Burgos es una constante en la obra de la artista y en esta muestra ‘rivaliza’ con las vistas del mar. La presencia de Burgos es una constante en la obra de la artista y en esta muestra ‘rivaliza’ con las vistas del mar. - Foto: Luis López Araico

Basta acercarse a esa imponente vista de La Concha desde el mar, con las señoriales casas donostiarras como vigías y una playa atestada de pequeñas escenas que relatan una historia. El espectador la escribe. La pareja que camina por la orilla, ella divina con sus largos pendientes y sus gafas de sol en la mano y él abstraído en la pantalla del móvil; o las amigas que juegan a las palas para dejar atrás un día gris en la oficina; o la pareja de domingo que acaba de llegar a ese lugar idílico... Felicidad, qué bonito nombre tienes... 

La felicidad se tumba al sol, navega en barco o se enfunda el neopreno en estas pinturas, la mayoría acrílicos y algunas de técnica mixta, con permiso, de nuevo, de la infancia, que corretea en todas. Lo hace en el juego de interiores que miran al exterior, a mares, islas y puertos en este caso, otra constante en la creación de Esteban, que recupera con estos encuadres el recuerdo de las alcobas de la casa de su abuela. «Me encanta eso de pasar de una estancia a otra sin puertas», observa y se detiene en los pequeños objetos que decoran esas habitaciones. Lámparas, jarrones, máquinas de caramelos... «Me gusta colocar piezas de diseño e inventarme cosas». 

¿Cumple sueños en sus cuadros? «Yo creo que sí y rememoro a personas», responde y piensa en Susana, su hermana, fallecida en 2018, pintora también, en la que tenía a una, entre comillas, competidora y, sobre todo, una inspiración. Para ella es Dedicatoria

Dos coquetas vistas de Comillas (Cantabria) completan la colección bañada por el mar. Ningún registro sentimental la une con esta localidad... de momento. 

Todos los hilos, sin embargo, cosen a la pintora con Burgos, su ciudad, a la que dedica una parte de la exposición. La Catedral, El Espolón, la plaza de la Libertad... Unos escenarios esenciales en, como escribió Antonio Machado y recoge María Jesús Jabato en la presentación de la muestra, estos días azules y este sol de la infancia de Laura Esteban.