Un viaje relámpago a la luz del pasado de la abadía

S.F.L. / Briviesca
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El monasterio San Salvador de Oña impulsa una nueva forma de conocer la historia y algunos de los misterios que esconden sus muros de piedra con una visita guiada nocturna bajo la luz de 150 velas colocadas en el claustro gótico

Las velas rodeaban los cuatro laterales del claustro gótico del monasterio de San Salvador. - Foto: S.F.L.

La historia oculta siempre causa fascinación. Si a ello se le unen las luces y los sonidos del pasado, la atracción se dispara. Asentado desde hace más de mil años, el imponente edificio del monasterio de San Salvador de Oña ha contemplado la evolución de su paisaje a través de los siglos. En su interior, cada muro y cada piedra ha sido testigo del devenir y de los cambios constantes de su época. El viernes, el reflejo del paso del tiempo iluminó la retina de los espectadores procedentes de diferentes lugares del país que acudieron a la visita guiada nocturna devolviéndole su esencia más pura.  

Una propuesta en su versión más íntima y esencial dejó a los allí presentes atónitos ante tanta riqueza, pero también por convertirse en los pocos privilegiados que han descubierto los enigmas que envuelven al claustro gótico bajo la luz de 150 velas y antorchas. Una atmósfera mística única que acabó con un vino español. 

Félix Ángel recibió al grupo en el pórtico para iniciar un recorrido por la historia de la abadía a partir del año 1011 y dar a conocer algunos datos generales. El uso del cenobio, desde su fundación a comienzos del siglo XI, ha sido múltiple dado su carácter de espacio religioso para la vida comunitaria, panteón aristocrático y centro de estudios teológicos. Por esta razón, se han impregnado entre sus muros y estancias variados estilos artísticos que contribuyen a su enriquecimiento; así, durante el recorrido contemplaron el paso de los siglos a través de los estilos mudéjares, góticos y, finalmente, barrocos que, a pesar de las restauraciones lógicas, no han supuesto ninguna remodelación que afecte la belleza de los elementos artísticos que lo componen.  

Desde el fresco dedicado a Santa María Egipciaca, pasando por la capilla de Santa María y el órgano de 1.134 tubos fabricado en 1768, para después acceder por el pasillo central a la capilla mayor, sillería y coro hasta alcanzar la joya de la corona. En el retablo mayor, junto a la capilla de San Íñigo Abad, descansan los restos mortales de condes y reyes en los panteones fabricados con un acusado estilo gótico-mudéjar en madera de nogal y boj.

Sancho García, conde de Castilla, fallecido en 1017; Sancho III el Mayor, rey de Pamplona (muerte en 1035); Urraca Gómez, condesa consorte de Castilla o Muniadona de Castilla, reina consorte de Pamplona, murió en 1066, son algunos de los personajes históricos sepultados. 

La visita guiada continuó por la sacristía y la sala capitular románica para después olvidarse de la luz artificial y solo iluminados por las candelas, pasearon por el claustro y su patio imitando a los cientos de monjes benedictinos que residieron durante siglos en la abadía.

El encargado de acercar al público a comprender la vida en el monasterio a tinieblas, Roberto Llorente, que también gestiona el hotel restaurante del Santuario de Santa Casilda, entiende que el resultado de jugar con las velas, las llamas y la piedra queda «espectacular así que repetiremos la experiencia más adelante», comenta. Al tratarse de un lugar que esconde tanta magia y misterio, que además estimula la inspiración, pretende organizar conciertos candlelight interpretados a la luz de las velas, visitas con linternas y atraer la atención de colegios y asociaciones.