The mañana culture, canto de amor al rock

ALMUDENA SANZ
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La banda burgalesa estrena su primer disco, 'Bravado', el sábado 22 de abril con un concierto en el impresionante escenario que brindan las antiguas canteras de Hontoria. Entradas ya a la venta en la web de Patrimonio de la Luz, E330 y La Figa

Nacho Cowabunga (i.), Andrew McAffer (c.) y Samu Peñas se quedaron maravillados con el sonido de la cavidad durante la puntual interpretación en directo de ‘Pictures’. - Foto: Alberto Rodrigo

El lugar impresiona desde que se abren las rejas que lo separan del camino polvoriento que conduce hasta allí desde la N-234. Pero el guauuuuuuu viene después. Cuando se salva esa suerte de vestíbulo y se descorren las puertas que guían a las antiguas canteras de Hontoria. La enorme cavidad, oscura hasta que se encienden los generadores, se presenta como la boca de un gigante, con una larga lengua ascendente, una rampa de 400 metros, que sobrecoge a Andrew McAffer y Nacho Cowabunga. Es la primera vez que el cantante y el guitarra de The mañana culture paran por allí. Samu Peñas ya conocía ese espacio que se despliega sobrenatural y aunque no deja de asombrar, nunca lo hace como la primera vez. La magia de las primeras veces. La misma que se repetirá el sábado 22 de abril durante la presentación de Bravado, el primer disco de la banda burgalesa en una noche que promete ser una fiesta. Se alargará de 19 a 23.30 horas. Las entradas se encuentran ya a la venta en la página web de Patrimonio de la Luz, el proyecto que gestiona este recinto, y en la tienda E330 y el bar La Figa.

A los tres músicos -faltan el batería Miguel Benito Pete y el bajista Carlos A. Gutiérrez- les cuesta poco subir al que será su escenario e interpretar Pictures. Así, a las bravas, bandera que ondean estos músicos, suena impecable. El rock se halla en su hábitat natural entre estas paredes de roca, bloques de piedra blanca que deslumbran.

El paso de la negrura a la luz se perfila como la metáfora perfecta para definir este álbum. Arranca oscuro y continúa así casi durante todo el viaje para terminar luminoso, con vistas a un atardecer en Los Ángeles.

El rock es la esencia de The mañana culture. Un rock con mil y un matices, con colores que a cada uno llevan a un lugar, a una banda, a un subgénero. «No lo hemos hecho con ninguna premisa. Cada canción tira hacia determinados sitios. Es como recopilar un poco todo este amor por la música de hace muchos años hasta ahora que tenemos. Hay mucho de los 70, los 90, quizás menos de los 80...», introduce Peñas y provoca la risa del resto hasta que McAffer aprecia un sonido The Cure en la canción que abre el disco, Worst kept Secret, mientras Nacho Cowabunga, por poner una etiqueta más allá del rock, habla del grunge de los 90, con sorpresas, como la introducción de sintetizadores, inexistentes en aquel sonido.

«Es un canto de amor hacia la música de los 60, los 70..., con un toque de ahora, un recorrido hasta la actualidad», concluye McAffer y recuerda divertido que al repasar las letras detectó un abuso del 'yeah' y del 'baby'. «Pensé que debería evitarlo, pero luego me pregunté por qué, si es un cliché de muchas épocas. Y si era un disco en el que muestras tu amor a la música que ha salido de los 50 hasta ahora, podía utilizarlos conscientemente para manifestar mi amor», comparte el cantante de la formación, con una biografía curiosa. Hijo de neozelandés y española, pasó por Nueva Zelanda y Alemania hasta que a los 11 años acabó en Burgos, donde vivió su infancia y juventud, y a los veintitantos en Madrid.

Hablan los tres sentados en medio de ese escenario natural en el que estrenarán este álbum cargado de historia, igual que ese espacio del que salió la piedra con la que se levantó Burgos, explotado desde la Edad Media, empapado del sudor de los presos de la Guerra Civil, utilizado por los militares como polvorín, punto de celebración de botellones y raves...

Las historias en torno a Bravado tampoco se acaban. Su nombre alude en inglés a ese arranque de coraje especialmente cuando no es necesario e incluso peligroso para que la gente te admire. Algo así pasa cuando se decide hacer un disco, que no suele ser necesario, sí muy peligroso, y, aunque los músicos no lo reconozcan, siempre busca el aplauso del público. Pero, además, el vocablo en español se puede entender como eso que se hace a la brava, sin pensarlo demasiado, pese al esfuerzo que luego implica. Estas dos acepciones se ajustan a la decisión que tomaron los miembros de The mañana culture.

Peñas, Pete y McAffer se metieron en este fregado de una manera natural. Sin pensarlo se liaron la manta a la cabeza. Contaban con el bagaje de una larga trayectoria tocando con otros grupos.

Pero lo suyo no nació a la manera convencional. Peñas conoció a McAffer mientras grababan un EP de la banda de este, Romeo is Bleeding, que tras su nacimiento en los 90 afrontaba antes de la pandemia una nueva etapa. Congeniaron bien, se fueron pasando música que tenían guardada. «Pensamos que podíamos darlo forma, pero poco a poco, sin ninguna pretensión». El confinamiento los dejó sin excusa para postergarlo. En ello estaban cuando irrumpió Pete, batería de Romeo en los 90 y viejo conocido. Casualmente, se había montado un estudio en casa ante la parálisis musical y andaba grabando álbumes (de aquella data el de Litus, de la banda de Late Motiv).

Los primeros cuatro temas los enlataron por ponerse en movimiento. Pero tenían ideas a mogollón, material y sin un porqué resolvieron completar el disco.

Peñas se encargaba de componer melodías y construir todo el armazón musical y McAffer lo revestía de voz y letras. Con cada integrante en un lugar se registró Bravado. La batería por un lado, la voz por otro y el resto de instrumentos por un tercero.

Aunque es un canto de amor al rock, transita por caminos inexplorados, se permite compases exóticos como los de la música tradicional castellana, aunque no se aprecien en un primer golpe, y juega con estructuras sorprendentes y alguna convencional. Las letras, todas en inglés, aunque desde el nombre les gusta ese juego de mezclar la lengua de Shakespeare y el español, tienen una clara inspiración en el cine.

El siguiente paso era inevitable. Querían tocar en directo. Reclutaron a viejos conocidos. Léase Carlos A. Gutiérrez (bajo y coros) y Nacho Cowabunga (guitarra, teclas, sintes). Su debut fue en el escenario Diario de Burgos del Festival Tribu del año pasado, a los pies de la Catedral, el templo construido con piedra de Hontoria.

La misma que arropará el estreno de su ópera prima en la que se presume una gran noche. Después, The mañana culture continuará su trayectoria, pero sin hoja de ruta. «Somos bastante realistas. Todos hemos tenido muchos proyectos con los que hemos querido muchas cosas. Por querer, lo queremos todo, pero es muy complicado, más cuando lo haces todo autogestionado. Aun así, confiamos en el directo. El disco está muy trabajado pero en directo coge una dimensión diferente», aventuran convencidos de que su rock puede colorear cualquier festival. Aunque sueñan alto, de momento, prefieren abrazar el carpe diem y este enfila la N-234. 

Canción a canción

Worst kept secret. Una lap steel comprada en un viaje a Los Ángeles de Samu Peñas marca el paso de esta canción, que, como muchas de las que componen Bravado, cuenta con un compás raro, con influencias dispares, desde el rock progresivo de los 70 a la música castellana tradicional. Algo que, observan, aparece a lo largo del disco. Otra constante es la inspiración que McAffer, cinéfilo confeso, halla en el cine como apoyo para contar historias propias o de su entorno en las letras. Cuenta que en este caso cerraba los ojos y las imágenes le llevaban a filmes de David Lynch.

Interzone. «Aglutina muchas cosas que son muy importantes en el disco, partes muy tranquilas, otras más cañeras, algún compás raro...», describe Peñas mientras el letrista gira de nuevo al séptimo arte. Recurre a El almuerzo desnudo, de David Cronenberg, basada en la novela de William S. Burroughs, sobre un escritor que tras la muerte de su mujer cae en las drogas y sufre alucinaciones kafkianas. «Quería contar una historia de amor fatal y de esa sensación de que has hecho algo terrible y no puedes subsanar ese error», se explaya McAffer, que eligió otro libro de Burroughs como título para esta canción, lanzada ayer como adelanto.

Pictures. Una Gibson acústica desata este tema. Quizás más sencillo que otros y con una leve influencia del sonido americana. Cuando el letrista la escuchó, le sonó a esa nostalgia que provoca repasar álbumes de fotos. El personaje de Harrison Ford en Blade Runner le llevó a reflexionar sobre si la memoria distorsiona la realidad de cada uno.

Yesterday's news. Levantó Peñas esta canción sobre la idea de una más antigua, más cañera, a la que se dedicó a desvestir y cambiar la sonoridad a un ritmo más setentero, con guitarras acústicas bailando por detrás, mellotrones y sintetizadores. Una sorpresa es la voz de Dylan Thomas, considerado el primer poeta rock star, que se cuela con uno de sus poemas. Habla esta creación de morir de éxito, de esas personas que pasan de tocar el cielo a morder la arena mientras ven que otro ocupa su lugar. La película El rey de la comedia, de Martin Scorsese, y un vídeo de Kevin Spacey tras la acusación de abusos sexuales alientan su letra. El videoclip, de Álvar Alonso, tiene como protagonistas a los heavys de la Gran Vía.

Luminous. Quizás, anotan los músicos, sea la más diferente del disco, con una sonoridad más acústica, algún aire de folk castellano, y una clara presencia del folk rock inglés de los 70. Una atmósfera campestre que a McAffer traslada a los dibujos animados de la época victoriana, como Peter Pan, y, precisamente, habla de ese paso de la infancia a la adultez, con todas sus decepciones.

Mañana is today. Colorida creación con partes de un rock más progresivo y otras de uno más clásico. Habla de relaciones de pareja.

Angelene. Creada en el local, se posiciona en el rock más clásico, en la línea de Led Zeppelin, para hablar de esas personas que admiran a otra pero no se atreven a acercarse.

Cold hands. «Es una especie de interludio que venía bien al disco, más etérea, sin base rítmica, aunque muy intensa», dice Peñas antes de que McAffer recuerde a su hermano, que cambiaba de pareja cada dos años, «como la canción, que va y viene todo el rato».

Tender mercies. Buscaron aquí una estructura clásica, como la que se enseña en los conservatorios, para romper con la línea de innovación del resto del álbum. Este ejercicio de composición dio lugar a algo más convencional, más lentito, pero sin pérdida de intensidad. Quizás alguno saque un aire de Pearl Jam. El filme Atlantic City, de Lancaster y Sarandon, apuntala su contenido.

Aftermath. Como todo el trabajo, a este tema le dieron muchas vueltas hasta el resultado final. Aprecian una dicotomía entre una parte etérea y otra enérgica, muy de los 90, pero con mil matices. Algunos identifican hasta ecos de flamenco. Un artículo sobre Francis Bacon y su amante guio al letrista hasta la cinta El amor es el demonio. Estudio para un retrato de Francis Bacon y una reflexión sobre las musas, su pérdida, los celos, la autodestrucción...

Laurel/Yanni. Se cierra Bravado con esta pieza instrumental inspirada en el mágico lugar en el que se convirtió el barrio Laurel Canyon de Los Ángeles a mediados de los sesenta, con un buen puñado de músicos, como Jim Morrison, Joni Mitchell, The Eagles, Frank Zappa o Eric Clapton. El título llegó tras un audio viral en la pandemia, una ilusión auditiva en la que unos escuchaban laurel y otros yanni. La idea, advierte Peñas, era terminar el disco de manera luminosa tras un viaje con muchas partes oscuras. 

 

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