Burgos Acoge, ante los nuevos retos

G.G.U. / Burgos
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La entidad cumple 30 años y se prepara para atender a la 'segunda generación': «Son de aquí, pero perciben que no se les trata así»

Khalid Aguejdi (izquierda), voluntario de Burgos Acoge desde que le ayudaron a su llegada, con el secretario de la entidad, Feliciano González. - Foto: Patricia

Feliciano González, voluntario en Burgos Acoge casi desde su fundación hace 30 años y ahora secretario de su junta directiva, no duda al afirmar que la actitud de la sociedad burgalesa ante la migración tiene hoy poco que ver con la imperante a finales de los años noventa. «Nuestra evaluación es que podemos estar moderadamente satisfechos, porque Burgos sí es una ciudad acogedora. Lo hemos logrado entre todos», asegura González, pero dejando claro de inmediato que, sin embargo, queda camino por recorrer. «Falta que, un día, tu jefe sea negro; algo que ya empieza a suceder, pero en lo que hay cierta resistencia porque, aunque no hay rechazo hacia la inmigración, sí tenemos cierta mentalidad utilitarista». Esto es, se observa más como mano de obra potencial que como las personas que son. De ahí que Burgos Acoge, treinta años después de su fundación, tenga tanto sentido como el primer día. 

La iniciativa de personas muy jóvenes y vinculadas a grupos como Eirene o a otros movimientos sociales permitió llegar a un acuerdo para fundar Burgos Acoge en el otoño de 1993, apenas un año después de que el asesinato en Madrid de la dominicana Lucrecia Pérez despertara un clamor contra la xenofobia en todo el país. A la indignación se sumó la certeza de que era imprescindible disponer de herramientas que facilitaran la convivencia con la inmigración. «Ya se veía que iba a cobrar mucha importancia y había un despiste generalizado; ninguno sabíamos qué había que hacer ni cómo, así que el estudiarlo y conocerlo fue lo que me hizo involucrarme con Burgos Acoge», explica González.

Para cuando el hoy secretario se sumó, la entidad llevaba algunos años en activo y asumía una carga de trabajo importante; tanta, que a finales de los noventa ya tenía tres trabajadores en plantilla. «Eso ya era un avance, porque una de estas personas había empezado como voluntaria. Pero poco a poco se fueron consiguiendo recursos para organizar la asociación», explica.

Treinta años después, Burgos Acoge ha atendido a 20.750 personas, tiene 16 trabajadores en nómina y acaba de trasladarse a una sede acorde a las necesidades de hoy en día, que no son tan distintas de las de los comienzos. De hecho, entonces se entendió que su cometido debía ser doble y así es todavía: sensibilización y concienciación a la comunidad -«la acogida debe ser comunitaria, si no, es imposible»- y prestación de apoyos concretos a quienes llegan en el ámbito jurídico, social, de empleo y vivienda. «Eran las cuestiones fundamentales entonces y siguen siéndolo hoy», apunta el secretario de la entidad, matizando que, ahora, ya tienen ocho pisos de acogida.

A la necesidad de dar respuesta a la urgencia de la primera acogida se han sumado otras dificultades a lo largo de estos treinta años, como la crisis del 2008 y 2009, que dejó en la calle a personas que ya habían normalizado su vida, o la crisis migratoria y de solicitantes de protección internacional de 2018, que dista de haber terminado, aunque, como lamenta González, «parece que nos hemos acostumbrado a oír cuántos mueren en el Mediterráneo». Ahora, la entidad se prepara para los próximos retos, de entre los que el secretario de la junta directiva de Burgos Acoge destaca «todo lo que tiene que ver con las segundas generaciones». Y se explica: «Va a ser otra situación, porque son personas que han nacido en España, que se sienten de aquí, pero que, sin embargo, sienten que no se les trata como si fueran de aquí». Y, después, apunta que «vendrá el trabajo con jóvenes y nosotros nos hemos dedicado más a otro sector».