Una espina afuera

Diego Izco (SPC)
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Unai Simón reclama su sitio en España y se desquita de todas las críticas recibidas en el Mundial

Unai Simón celebra eufórico el título de la Liga de las Naciones. - Foto: Europa Press

Quizás la euforia le impidió gesticular como merecía: cerrando los ojos, llenando los pulmones al máximo, aguantando el aire apenas un segundo y exhalando con fuerza, un gesto de liberación perfecto como recogen los viejos manuales de teatro e interpretación. Unai Simón (Murgia, Álava, 11 de junio de 1997) se había 'desquitado' a lo grande, deteniendo dos penaltis en la tanda decisiva y dando el quinto título de la historia a España, olvidando la fatídica tanda del Mundial ante Marruecos. 

Al portero del Athletic le había sucedido exactamente en Catar, lo que a David de Gea en Rusia'18. No tenía nada que probar, como el hoy guardameta del United -el mejor pagado de la Premier durante muchos años… por algo-, pero la selección herida, la recién caída ante un rival en teoría menor, necesita culpables inmediatos. En Rusia cobró hasta Lopetegui por haberse ido al Real Madrid antes de tiempo… pero alguien editó la entrada de De Gea en la Wikipedia para escribir «el primer portero sin manos que ha llegado a jugar un Mundial». 

Simón pagó los platos que aún no había pagado Luis Enrique, el antihéroe oficial. Terminados los lanzamientos de penalti, aun en caliente con los festejos de Marruecos sobre el césped, el portero vasco ya era el «inútil oficial» de la afición y parte de la crítica, olvidando que apenas dos años antes había detenido dos lanzamientos fatídicos ante Suiza (cuartos de final de la Eurocopa) y que incluso paró uno a Locatelli en semifinales ante Italia… pero Donnarumma detuvo dos. 

Además, recientemente trascendieron las palabras de Bono, guardameta marroquí del Sevilla, descubriendo que Unai pecó de noble o de pardillo aquella noche en Catar (3-0 para los africanos) del pasado 6 de diciembre: «Me dijo que no mirase la botella, que tenía apuntado dónde tirábamos los penaltis», confesó entre risas. Con una mirada, Bono indicó al primer lanzador que cambiase su lanzamiento; después Sabiri regresó al campo y repartió la instrucción entre sus compañeros. La 'chuleta' de Simón ya era papel mojado. 

El gran relevo

En junio de 2016, Íker Casillas jugaba su último partido con la Roja. Se abría entonces un 'período de pruebas' para encontrar a algo más que un «sustituto perfecto»: todo equipo nacional necesita un referente, un portero de época, un capitán 'de facto', un líder. Es una norma tácita en el fútbol de selecciones: un guardameta da y quita títulos en competiciones cortas… un mito de las porterías, además, impone su ley (ganar la batalla psicológica al atacante) ante los delanteros. 

Por orden inverso en número de enfrentamientos internacionales: la España de Ricardo Zamora (46), el 'Chopo' Iribar (49), Arconada (68), Zubizarreta (126) y Casillas (167) arrancaba con una dura pugna entre De Gea y Kepa: el primero inmerso en la extraña y larga crisis institucional y deportiva del Manchester United y el segundo perdiendo su propia lucha interna con Mendy en el Chelsea. 

Luis Enrique tuvo que 'rascar' por debajo de ambos: en su etapa como seleccionador, convocó al propio Simón y a 'emigrantes' fuera del foco: Robert Sánchez o David Raya de la Premier League (ambos entre los mejores de la competición inglesa en los últimos tres años) o Pau López (con buenas actuaciones en la Roma y el Olympique de Marsella en el mismo período). Incluso subió de la sub'21 a Arnau Tenas en plena convocatoria porque Robert se había lesionado. 

De esos siete, De la Fuente ha elegido y Unai es su primer espada (con Kepa y Raya cubriéndole las espaldas). El paradón de semifinales ante Frattesi (con 1-1 en el marcador) y los dos penaltis detenidos a Majer y Petkovic en la final le dan la razón. «Ganas un día y eres un dios, pierdes y eres una mierda», señaló antes de la final el arquero vasco, el tipo tranquilo que se quitó una espina con un título.