Relevo para seguir abiertos

I.M.L. / Aranda de Duero
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Las empresas arandinas que acumulan más décadas de experiencia tienen algo en común: contar con dos o hasta tres generaciones para asegurar la continuidad del servicio a sus clientes, con más o menos evolución del negocio.

Relevo para seguir abiertos

No es nada nuevo ver carteles de liquidación o cerrado por jubilación en los escaparates de muchos negocios de la capital ribereña. Algunos logran mantener la puerta abierta gracias a un traspaso, pero la gran mayoría terminan cerrando por falta de relevo generacional. Es complicado que los hijos y nietos de un empresario quieran seguir su estela y mantener un negocio, y aquellos que lo hacen son los que llegan a superar el medio siglo de actividad, incluso los 100 años si logran encadenar tres generaciones al frente de la empresa.

Ejemplos claros los encontramos detrás de dos apellidos vinculados a la economía arandina desde principios del siglo XX: Tudanca y Valdazo. En el caso de los primeros, el testigo que dejó Vicenta de las Heras fue más allá de una marca y una serie de pastelerías. «Hemos aprendido el amor al trabajo y el amor al cliente, que nos lo trasladó a sus nietos de doña Vicenta», resalta uno de ellos, Javier Yagüe, que no llama a la patriarca del clan Tudanca abuela porque a ella no le gustaba. Su relevo al frente del grupo empresarial se realizó de forma paulatina, porque la empresa familiar tira y arrastró a una de sus primas. «Fue poco a poco, primero afronté el reto yo al hacerme cargo del hotel de Miranda, aunque ya estaba vinculado al negocio familiar, y afronté ese reto hasta 2016, cuando tuve que venirme a Aranda ante el incremento del volumen de trabajo, mientras que mi prima Teresa se hace cargo desde hace años del hotel y el spa, más vinculada al ámbito de la hostelería», relata Yagüe este relevo generacional. 

 Detrás de Valdazo, sinónimo de comercio de proximidad en Aranda, también está una tercera generación, aunque Olga y Cristina Fernández no se plantearon desde el inicio seguir los pasos de su padre, fue una decisión marcada por las circunstancias. Con el paso del tiempo detrás del mostrador, han logrado tener una clientela fija a base de buen servicio. «Los clientes son como amigos, es un comercio de tu a tu, se les deja el producto, lo prueban, lo ven, que les gusta bien, que no, no pasa nada», apunta Cristina Fernández. Con el paso al frente de estas hermanas, llegó la ampliación del negocio a otro local, dedicado al sector del bebé, lo que propició una ampliación del tipo de clientes que ahora acuden a su establecimiento señero. «Ahora viene más gente joven porque va a la otra tienda, que abrimos en 1992, y no sabía que esto estaba aquí, algunos recuerdan haber venido con sus padres o por los juguetes, que vendíamos antes», relata Cristina.

Tres generaciones también encadena Isaías de Blas, lo que ha propiciado una ampliación del espacio de atención al público y de la oferta de productos en sus naves del polígono Allendeduero. «Cuando se nos planteó la oportunidad de la última ampliación, lo valoramos y nos lanzamos a ello cuando los jóvenes se comprometieron a seguir, si hubiese sido por nosotros no habríamos invertido, lo hicimos para que ellos mantuviesen el negocio», reconoce sincero Ángel de Blas, consciente de que el relevo está asegurado una vez que vayan llegando las jubilaciones.

Un apellido como emblema de la hostelería nacional.

Decir Tudanca en la comarca ribereña siempre trae un regusto dulce, porque este apellido se asocia desde hace más de un siglo a la  pastelería, pero va mucho más allá. Gregorio Tudanca y su mujer Vicenta de las Heras replicaron hace 109 en Aranda el negocio que los padres de Goyo tenían en Burgos. Poco a poco, del mundo de los pasteles fueron extendiendo su negocio hacia el área hostelera y otros ámbitos. Hoy, Tudanca tiene tres pastelerías, dos hoteles y un área de servicio en Aranda de Duero, además de restaurantes y hoteles en Miranda de Ebro, Benavente o Madrid, además de su obrador y los viñedos con los que elaboran sus propios vinos en la DO Ribera del Duero.

La piedra sobre la que se ha erigido este grupo empresarial fue y sigue siendo Vicenta, la matriarca, a la que su familia define como «trabajadora incansable y gran visionaria empresarial» además de madre y educadora que supo transmitir el «ADN laboral ya que en sus hijos José Antonio, Mercedes, Jesús, Mari Carmen y Mari Tere dejo un legado que hoy en día ha hecho que, en su ausencia física, este grupo empresarial siga en crecimiento», reconoce con orgullo uno de sus nietos, Javier Yagüe, que junto con su prima Teresa son los llamados a perpetuar el legado familiar.

Hoy en día, el negocio principal del Grupo Tudanca lo conforma el área de restauración y hoteles, que supone el 70% de su cifra de negocio. Lo que empezó siendo una pastelería, ahora da trabajo a más de 150 personas en sus diversos negocios. El gran despegue empezó en 1983 con la apertura del Área de Servicio Tudanca, al pie de la autovía A-1, donde la última incorporación ha sido un hotel con spa de cuatro estrellas «rodeado de viñedos en su exterior y con claras referencias al mundo del vino en su interior», describe Yagüe este establecimiento.

En estos últimos 40 años se han ido sumando otros negocios más o menos relacionados como Hotel Tudanca Benavente, Hotel Tudanca Miranda, Viñedos y Vinos Tudanca, Restaurante Horno de San Juan, Gasolineras, Restaurante Puerta Real y Hotel Diana, estos últimos en participación. Un grupo empresarial que no deja de lado sus inicios es referente con sus pastelerías.

De una tienda de barrio a almacenista de referencia.

De casta le viene al galgo y la familia De Blas es buena prueba de ello. La tercera generación ya está implicada un negocio familiar que tiene su origen en una tienda en Milagros. No fue hasta 1970 cuando Isaías de Blas se decidió a abrir su propia tienda en Aranda, en la calle Pedrote, donde le ayudaba su mujer, Justina. Su visión de negocio le llevó a darse de alta como almacenista en unos tiempos donde la competencia en Aranda era muy fuerte. «Entonces estaban los almacenes de coloniales, con monstruos como Doroteo San Juan o Pascual Hermanos, y las tiendas de barrio, que habría más de 100 en Aranda. Fuimos los primeros en hacerla autoservicio, con cestas y todo», recuerda. 

En 1989 fue cuando compraron los terrenos en el polígono Allendeduero, donde han ido haciendo diversas ampliaciones, primero atendiendo en exclusiva a clientes mayoristas y luego al por menor. «Empezamos poco a poco a vender a la gente, pero nuestro salto gordo ha sido con la pandemia porque faltaban muchas cosas en los supermercados y como nosotros teníamos aquí mucho género, la gente empezó a venir y esos clientes se han quedado», reconoce De Blas. Hasta tal punto ha cambiado su negocio que «cuando empezamos aquí teníamos más de 300 clientes de tiendas y ahora no llegarán a 30», lo que supone el 40% de su negocio, a lo que se suman los bares de toda la comarca.

En la actualidad, cuentan con una plantilla de 21 personas y ocho miembros de la familia han pasado por la empresa, sin contar a los padres fundadores, tomando el relevo la tercera generación que garantiza el futuro de este gran supermercado. «Somos conscientes que en los tiempos que vivimos llevar más de 50 años en el negocio es algo que debemos agradecer al esfuerzo y la dedicación de nuestros padres y sobre todo a la fidelidad de nuestros clientes y a un equipo de trabajadores que luchan cada día por seguir adelante con el sueño de los abuelos» apuntan los nietos que orgullosos toman el relevo generacional para continuar con este proyecto familiar. «Antes de ampliar, les pregunté si querían seguir con esto, y su respuesta afirmativa nos hizo seguir adelante porque veíamos que había continuidad», apunta con orgullo Ángel de Blas.

Del carromato por los pueblos a la tienda que vende de todo.

Corría el año 1920 cuando Joaquín Valdazo abrió en Aranda su establecimiento, con su nombre. «Él vendía de todo, iba por los pueblos con un carromato, igual que ahora», relatan Olga y Cristina Fernández, descendientes de este emprendedor de hace más de un siglo. El paso de establecerse con tienda física llegó cuando se casó con Manuela Escudero, una maestra, para lo que adquirió todo el edificio de la calle Santa Lucía, donde sigue el negocio. «Esto era una fonda, compró todo el edificio y empezó aquí a vender él solo, principalmente muebles, ferretería, droguería, loza, mercería,... de todo, lo que fue un boom en la época porque no había otro negocio igual en Aranda», puntualiza Cristina.

El negocio no ha cambiado mucho desde entonces, ni siquiera su aspecto tanto el exterior, que mantiene con orgullo en su fachada el nombre del fundador, como el interior. «Todo se lo fue haciendo él, los cajoncitos, los mostradores con alguna ayuda, y las paredes de la escalera a las plantas superiores las restauró también utilizando las tablitas de las cajas de madera en las que venía la mercancía, las desmontaba y las iba poniendo», cuenta Cristina la historia de esos cajoncitos y mostradores que todavía conservan y que, aseguran, no van a quitar porque forman parte de la personalidad del local.

Su padre, Abilio Fernández, empezó como encargado y heredó el negocio a la muerte de Joaquín Valdazo y ahora son ellas las que mantienen el negocio familiar, aunque no entrase en sus planes iniciales. «Las dos estudiamos fuera, trabajamos las dos fuera, pero fue la necesidad la que nos trajo aquí, e iba a ser por poco tiempo, pero al final te quedas porque te engancha, aunque es muy sacrificado», confiesa Cristina, mientras que su hermana Olga asiente.

Ellas reconocen que el negocio ha variado, pero no tanto como se podría pensar. «Muebles ya no se venden, droguería tampoco, loza muy poquito, hay más artículos pero menos surtido de las cosas», apunta sobre el estocaje de la tienda Cristina. Y en cuanto a los clientes, «antes venía mucha gente de los pueblos, los sábados era bestial, era el mejor día de la semana», recuerda, destacando que el relevo generacional también lo notan en la clientela. «Tenemos mucho público mayor pero empiezan ya gente joven a conocernos», confirma Cristina para asegurar que queda negocio para años.