Un chute de energía musical

A.C. / Medina de Pomar
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El musicoterapeuta medinés Raúl Rasines fundó 'A buen ritmo' en 2020 y no ha parado de lograr objetivos y regalar sonrisas a niños y mayores a través de sus enseñanzas

Tocar el tambor atrae a los niños de la guadería La Casita, de Medina de Pomar, mientras Raúl Rasines toca el saxofón y ellos siguen el ritmo. - Foto: A.C.

«Buenos días grupo, hola cómo estás, ha llegado el lunes y vamos a tocar unos instrumentos que tengo aquí y cantar unas canciones que nos harán reír...». Comienza la trepidante sesión de musicoterapia de Raúl Rasines Sedano al son de la guitarra en la guardería municipal La Casita y los niños que han entrado con una sonrisa maravillosa en el aula cantan parte de la melodía, que ya se han aprendido. Es la cuarta ocasión en que estos pequeños de 2 a 3 años ven a este profesional, que les visita una vez al mes desde enero. Pero su cara deja claro que su presencia les hace muy felices y, lo más importante, aprenden mientras se divierten. La clase comienza con la guitarra, después llegará el saxofón en el juego en el que los pequeños tocan instrumentos y han de parar cuando se detiene Raúl. El ritmo crece o decrece y con él los niños y sus movimientos. El teclado es el siguiente instrumento que toca el profesional mientras los niños nadan imitando a los peces.

Mantener la atención de los más pequeños precisa de hasta una docena de actividades diferentes en cada sesión. Una tras otra se suceden. Los objetivos que este profesional persigue son el respeto hacia el material que manejan y los compañeros, que aprendan a compartir, potenciar su creatividad mientras se inventan bailes, movimientos o sonidos con el cuerpo, estimular sus capacidades... Rasines toca sus instrumentos y provoca situaciones en busca de respuestas. Los niños responden una y otra vez.

Tienen la fortuna de que, aun viviendo en el medio rural, cuenta con el apoyo educacional de un musicoterapeuta, el único profesional en activo en Merindades. Fundó en febrero de 2020 A buen ritmo. Musicoterapia. Antes, este músico profesional y profesor de la Escuela Municipal de Música de Medina de Pomar desde 2006, se había formado durante tres años en un Máster en Musicoterapia en el Instituto Música, Arte y Proceso, de Vitoria, ligado a la Universidad de Aalborg, de Dinamarca. La formación ha sido básica en su vida, pero con 4 años ya estaba sentado en una batería gracias a su padre, integrante aún de la Banda municipal de música con 74 años.

Aurora, con el aro, aparca el andador y se pone en marcha cada jueves a sus 86 años.Aurora, con el aro, aparca el andador y se pone en marcha cada jueves a sus 86 años. - Foto: A.C.

En aquellos primeros días de la pandemia logró dar una fortaleza inusitada a los mayores de la residencia de Nuestra Señora del Rosario, en Medina, donde a pesar de las distancias, las mascarillas y el temor al virus, las sesiones semanales de Raúl Rasines animaban a bailar a personas con bastón o que en su rutina diaria se dejaban transportar en silla de ruedas. «Eran siete días más de fuerza esperando la siguiente sesión. La necesidad de contacto familiar que no tuvieron lo cubría la musicoterapia que les daba fortaleza, ánimo y autoestima», rememora, satisfecho del trabajo realizado. Allí conoció a Orencia, que con 104 años y a pesar de sus grandes limitaciones, le recitaba cánticos y poesías al escuchar sus notas, porque «la música siempre es el último recuerdo que permanece en la memoria».

A la sede de la Asociación de Mayores Santa Marina acude un día por semana entre febrero y junio. Ya es la segunda temporada, pero los alumnos no dudan en decir en voz alta que quisieran disfrutar con la musicoterapia durante todo el curso y no solo unos meses al año. Ahí dejan el mensaje para el Ayuntamiento de Villarcayo, organizador de la actividad, gratuita para los alumnos.

Como en los pequeños, las sonrisas de estos hombres y mujeres brotan de inmediato. Aurora, de 86 años, la más longeva del grupo, aparca su andador en la puerta y no duda en seguir la coreografía que marca Raúl. Dice estar «encantada» y no falta ni un día. Esther asegura que «esto es salud» y Tasio, presidente del colectivo, recuerda como después del éxito del pasado año insistió al Ayuntamiento para que se repitiera la actividad de nuevo este curso. Marta lo explica muy bien:«Esto es una hora de quitapenas».

La clase ha comenzado entonando una canción conocida. Sus preferidas son las de Manolo Escobar. Después llega el movimiento, la percusión con las manos y el cuerpo, después los trabalenguas, el baile... El profesional afirma que aprecia la mejoría. «En febrero observé a algunos alumnos a los que le costaba arrancar respecto de como les dejé en junio y ahora veo la evolución, que no miran la letra porque se la saben o como mejoran su coordinación», resume Rasines. Con los mayores, «en general, trabajo la autoestima y trato de retrasar el deterioro cognitivo lo máximo posible y como objetivos específicos están la memoria a corto y largo plazo, la motricidad, la coordinación y la cohesión grupal, el trabajo en equipo, algo que con la edad cada vez hacemos menos», prosigue.

Más de 500 canciones. En su cabeza bullen más de 500 canciones aprendidas a lo largo de toda una vida musical, a la que ha querido añadir el plus de convertir sus notas musicales en terapéuticas. Si algo tiene bueno su trabajo es que la música nunca daña ni afecta al usuario. «No se corren riesgos», defiende. En el peor de los casos los objetivos tardarán en obtenerse, pero ese es todo el problema que puede surgir. Muchos de sus usuarios sufren discapacidad, como los que atiende en sus clases como musicoterapeuta en la Escuela Municipal de Música. Fuera de ella, con su empresa, atiende a domicilio a un paciente de ictus; a una persona con enfermedad mental y sorda, a la que estimula sobre un cajón flamenco; y con una criatura que no alcanza los 3 años con un trastorno del neurodesarrollo.

Con ellos hay que estudiar detenidamente cada caso y su patología buscando objetivos a medio y largo plazo, sin prisa, invitándoles sin descanso a participar. Aún recuerda como uno de esos momentos que marcan el día que Nicolás, con síndrome de Angelman, anduvo por primera vez sin apoyarse en ningún sitio para desplazarse de un instrumento a otro. Un vídeo inmortalizó el logro y así lo pudo ver su madre por primera vez andar sin ayuda. Un niño con autismo que logró estar durante tres minutos concentrado en tocar su batería en un concierto gracias a unos cascos que le aislaban de cualquier estímulo y por los que escuchaba la melodía que debía de seguir es otro gran recuerdo. Aquellos 3 minutos valían oro.

Igual que las sesiones que ha impartido a un grupo de personas en exclusión social a través del Ceas de la Diputación y donde ha tratado de «reforzar su autoestima, la fortaleza, la cohesión grupal, que vuelvan a tener la iniciativa y tomar decisiones tras perder energía por circunstancias de la vida». Todo empezó con ellos con la canción No dudaría, de Antonio Flores, que ahora es su himno.