La tierra, de rebajas

Vidal Maté
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Interrogantes con las ayudas de la PAC, mercados volátiles, baja rentabilidad y falta de relevo en la explotación familiar son los factores que amenazan los precios

La tierra, de rebajas

Los precios de la tierra para usos agrarios registraron en 2022 un incremento del 0,8% en moneda corriente, hasta los 10.263 euros por hectárea, pero bajaron un 3,2% en dinero constante, según los datos anuales de la encuesta del Ministerio de Agricultura. En precios corrientes esta cifra supone seguir la línea de los últimos años con precios estabilizados o con muy ligeras subidas, mientras, si se tiene en cuenta el efecto de la inflación, los precios han continuado en su tendencia descendente.

En un sector en el que las cotizaciones van desde poco más de los mil euros por una hectárea de una superficie de secarral en Murcia o Aragón a los 240.000 que se pagan por una hectárea de hortalizas de invernadero, hablar en general de un precio medio de la tierra es un dato que no aporta nada a efectos de analizar si estamos en valores altos o bajos. Sin embargo, su evolución es importante en cuanto que marca una tendencia sobre el comportamiento de los mercados, de las producciones que se cultivan o de la demanda que hay en cada territorio, que puede verse afectada por el relevo generacional en el marco de la explotación familiar, como también por el desembarco en esos sectores de grandes grupos inversores.

En la parte positiva de los precios se halla el incremento del 1,4% en el conjunto de los cultivos. En el caso de las tierras para los herbáceos en secano, la cifra crece un 2,3%, el 1,5% en regadíos, el 0,4% en la superficie de viñedo en secano para vinificación y el 2,4% en las tierras de regadío. Las hortalizas en invernadero aumentan un 11,7%, la cifra más alta de todo el sector. En la parte negativa destacan las tierras de olivar para aceite en secanos, que bajan un 2,5%; y un 0,8% si se trata de superficies en regadío. Los arrozales se abaratan un 2,3%. También se registra un descenso general en frutas, especialmente en frutos secos, con un recorte del 2,4% en cultivos de secano. El mismo porcentaje de merma que sufren los precios de las tierras para los aprovechamientos ganaderos, especialmente las ubicadas en zonas donde se hallan las cabañas de vacuno de leche más importantes, como son Galicia y toda la Cornisa Cantábrica.

Con esta evolución de los mercados de la tierra, el precio medio de una hectárea para la producción de herbáceos, básicamente cereales, en secano, se elevaba a 7.293 euros. Pero esta cifra incluye desde los menos de 3.000 euros en Extremadura hasta los más de 11.000 en Andalucía, pasando por 4.000 en Aragón, 6.927 en Castilla y León o 5.161 en Castilla-La Mancha.

Para los cultivos de herbáceos en regadío, el precio medio se eleva a 18.215 euros. La cifra en Canarias alcanza los 74.869, muy por encima de los 13.457 de Castilla y León, los 15.391 de Castilla-La Mancha, los 23.340 euros de La Rioja o los 17.248 euros de Navarra.

El precio de una hectárea para el cultivo de hortalizas al aire libre ascendía a 37.468 euros, muy inferior los 241.418 euros que alcanza la misma superficie con un invernadero. La hectárea en cítricos llega a los 43.605 y la media es de 18.649 euros para los frutales, entre los que destacan los 119.000 de una tierra dedicada a cultivos subtropicales.

En viñedo, el precio de una hectárea para vino en secano se elevaba a 14.365 euros y a 22.624 en regadío, pero se producen grandes diferencias entre unas zonas y otras. Así, en Castilla-La Mancha apenas vale 9.696 euros (un recorte del 0,4%), mientras que en La Rioja llega a los 41.165 (a pesar de sufrir también un descenso del 0,4%) y en Castilla y León a los 20.189 -con grandes variaciones según denominaciones de origen, con precios más elevados y techos en Ribera del Duero de 80.000 euros para viñedos viejos-. En el olivar para aceite, el precio medio de una hectárea en secano se elevaba a 19.209 euros y en regadío a 38.906 euros.

Ganadería.

Finalmente en tierras para aprovechamiento ganadero el precio medio era de 4.416 euros. Pero hay diferencias abismales entre una hectárea de secarral de pastos en Aragón, por menos de 3.000 euros, y un prado del norte, hasta diez veces más caro.

En este sentido, una nota a destacar es la caída de los precios en los territorios donde las tierras guardan una relación muy directa con la cabaña ganadera extensiva, especialmente el vacuno de leche, como son los casos de la Cornisa Cantábrica. Los precios medios en Galicia bajaron un 9,2% hasta los 13.387 euros, el 14% en Asturias hasta los 8.181 euros, el 11,8% en Cantabria hasta los 9.669 euros y el 0,6% en el País Vasco hasta los 13.780 euros.

El no despegue de los precios de la tierra para usos agrarios respondería básicamente a una escasa presión de la demanda, especialmente por parte de los profesionales de la actividad en la explotación familiar, escasos de relevo ante la existencia de muchos interrogantes sobre la rentabilidad de las explotaciones en el futuro y por la realidad de los datos de rentabilidad, que no animan a hacer una apuesta por la inversión en el campo. No ocurre lo mismo con algunos grandes grupos inversores, que acometen operaciones de gran calado.

También hay muchas dudas sobre el futuro de las ayudas comunitarias de la Política Agraria Común. Pesan las iniciativas y estrategias en marcha en materia de sostenibilidad ambiental que implican el recorte en el uso de productos fitosanitarios y fertilizantes químicos; pesan los incrementos, año tras año, de los costes de producción, que cada campaña se llevan una mayor parte de la facturación de las explotaciones; pesa la realidad del aumento de las importaciones desde terceros países con precios más bajos y, sobre todo, con unas condiciones de producción lejos de los costes y de las restricciones en el empleo de fitosanitarios que soportan los agricultores comunitarios, que hacen difícil producir en condiciones de competitividad; pesa la renta a la baja de los últimos años; y, como consecuencia de todo ello, pesa la falta de relevo generacional suficiente que asuma la actividad de las explotaciones familiares y que se plantee elevadas inversiones para aumentar su dimensión, producir más y mejorar su capacidad para competir mediante la adquisición de más tierra.

Por comunidades autónomas el panorama es muy dispar e influyen los tipos de cultivo dominantes en el territorio y el comportamiento de los mercados. En esa línea, a la cabeza se halla, con más de 80.000 euros por hectárea, Canarias, por el peso de la superficie de platanera. En el segundo lugar de precios altos se hallan las tierras para el cultivo de frutas y hortalizas, especialmente en la costa mediterránea, seguidas de Navarra, La Rioja o Galicia. En ese grupo las cotizaciones se sitúan entre los 19.000 y los 22.000 euros en la Comunidad Valenciana y Murcia -el doble los cítricos- y Andalucía; después van Navarra con 13.164 o La Rioja con 15.214. En un tercer grupo, entre los 6.000 a los 10.000 euros, se hallarían Castilla y León, con 6.321 euros; Castilla-La Mancha, con 6.524; Asturias, con 8.200; Cantabria, con 9.669; y, a la cola, Extremadura y Aragón, con 5.000 euros con grandes superficies de pastos y cultivos herbáceos de secano. En Baleares los más de 20.000 euros por hectárea responderían más a falta de tierras por los usos urbanísticos.

Considerando el índice 100 en 2016, en 2022 la variación ha llegado al 103,9, pero con grandes diferencias. Por debajo del índice se sitúa, con el 69,8, Cantabria; en el 70 está Asturias, en el 95 se encuentra el País Vasco, en el 94,8 Aragón, en el 96,2 Canarias, en el 97,9 Cataluña y en el 98,2 Galicia. Por encima encontramos a Murcia, con el indice en 127,3, La Rioja con 127, Extremadura con 123,4, Madrid con 113, Castilla y León con 111,7, Navarra con 107 y, en posición casi neutral, otras como Castilla-La Mancha con el 101,5.