Tres cuartos de siglo trastocados

I.M.L. / Aranda
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De no haberse derribado para construir la actual plaza de toros en Aranda, 'La Chata' habría cumplido estas fiestas 75 años de acoger la afición taurina comarcal y la diversión propia tras el tercer toro

A pesar de la afición taurina en Aranda y la comarca, ‘La Chata’ tenía fama de ser la más grande del mundo porque nunca se llenaba (aunque eso se dice de otros cosos). - Foto: Florentino Lara / Archivo Ángel Citores

Este año, la memoria de los aficionados a la tauromaquia en la capital ribereña traen a la actualidad dos fechas. El pasado 8 de julio se cumplían 20 años del derribo de la antigua plaza de toros arandina, 'La Chata' como se la recuerda popularmente, que si hubiese seguido en pie habría celebrado sus tres siglos de existencia ayer, cuando podría haber acogido el tercer festejo de la feria de las fiestas patronales. Pero el tiempo dejó de correr para ella tras la última corrida de toros, la del 22 de septiembre de 2002, diez meses antes de su derribo.

Su historia está ligada no sólo a la afición taurina de la comarca, sino a la propia ciudadanía arandina, porque aquel coso primigenio rodeado de gradas y muros de piedra se construyó gracias al pueblo. Las empresas y las familias pudientes aportaron distintas cantidades económicas para sufragar los materiales y parte de los trabajos, mientras que muchas de las labores las realizaron los propios vecinos, por prestación personal. Ponían sus conocimientos en oficios como los de albañilería, pintura, fontanería o electricidad en vez de aportaciones económicas, y echaban horas después de sus trabajos para poder presumir de plaza de toros.

La construcción que acabó en 1948 y el 12 de septiembre se inauguró con un festejo especial en el que Duque de Pinohermoso estrenó el albero rejoneando un toro de su propia ganadería, para después lidiarse otros seis toros por los matadores Pepe Bienvenida, Pepín Martín Vázquez y Ángel Luis Bienvenida. Ellos fueron los primeros en hacer el paseíllo en 'La Chata', que acogió 98 corridas de toros, 47 novilladas picadas, 15 festejos de rejones y tres novilladas sin picar. Una concreción en las cifras que se logra gracias al trabajo de prospección en archivos y documentación que ha realizado Ángel Citores, que pone su retrovisor taurino al servicio de este aniversario para destacar que la antigua plaza de toros de Aranda llegó a ver torear a «114 matadores de toros, que cortaron 399 orejas, 37 rabos y una pata», si, una pata porque «antes se daban muchos más trofeos que ahora, eran otros tiempos» puntualiza Citores. También hicieron el paseíllo sobre la arena de 'La Chata' «112 novilleros con caballos, que se llevaron 156 orejas, 23 rabos y tres patas; nueve novilleros sin caballos, llevándose seis orejas; y 26 rejoneadores con 37 orejas y cinco rabos», enumera Citores.

Para que esta larga lista de festejos se pudiese ir conformando a lo largo de las 55 ferias que acogió este edificio obligatoriamente redondo, fueron imprescindibles los empresarios. «Fueron 19 y dos de ellos arandinos. Lucio González 'Limoncito' que organizó las ferias de 1953 y 1954, y Florencio Arandilla, que se encargó de la de 1971», apunta este aficionado taurino.

Tantos años de eventos taurinos dejaron multitud de curiosidades, como que «en 1952 Cayetano Ordóñez (hijo), recibió los tres avisos en el quinto toro, y tras ser apuntillado, se suspendió el festejo por falta de luz» de tarde que se hizo, apunta Citores. En 1986 se suspendió una de las únicas cinco que dejaron de celebrarse en esta larga historia. «Los matadores, que eran Ortega Cano, Jose Antonio Campuzano y José Antonio Carretero, se negaron a torear; las malas lenguas dicen que el empresario, que era Paco Gil, no les había pagado por actuar en Albacete, plaza de la que también era empresario», apunta Citores, con el consiguiente cabreo del respetable.

Las cifras que dejó 'La Chata' para la historia.

Desde su inauguración en 1948 hasta su última feria, la antigua plaza de toros de Aranda vio pisar su arena a 261 actuantes, entre matadores, novilleros y rejoneadores, que se enfrentaron a 709 toros, cosechando 598 orejas, 65 rabos y cuatro patas. Los astados procedían de 138 ganaderías, los carteles sufrieron 18 sustituciones de los anunciados y se suspendieron cinco corridas.

De entre las ganaderías, la que encabeza el escalafón es Molero Hermanos, con 39 toros sacados al ruedo y uno devuelto a corrales, seguido de Los Eulogios y Luis Algarra Polera, con 24. En el caso de los toreros, por número de trofeos, el primero es Tomás Campuzano con 15 orejas y un rabo cortados en siete tardes y tres salidas a hombros, acumulando la lidia de 14 toros. Pero si tenemos en cuenta las salidas a hombros, se lleva la palma el francés 'Nimeño II', nombre taurino de Christian Montcouquiol, que logró en el antiguo coso arandino cuatro salidas a hombros en cinco paseíllos, cortando 11 orejas y un rabo tras sumar 11 toros lidiados.

Después de sus actuaciones, en 1968 Miguel Márquez logró cortar el máximo de trofeos en una sola tarde, cuatro orejas y dos rabos. Hazaña que también tienen en su haber Manolo Martínez, que lo consiguió en 1969, y Juan José Padilla en 1998. Pero los que se llevaron el trofeo más curioso, una pata, fue el matador Antonio Caro en 1949, además de los novilleros Manolo Chacarte en 1954 y Luis Alfonso Garcés y Paco Herrera en 1959.
Para el recuerdo de los aficionados arandinos queda la que fue la última tarde de toros en 'La Chata', el 22 de septiembre de 2002, en la que hicieron el paseíllo Enrique Ponce (oreja y ovación), Antonio Ferrera (silencio y dos orejas) y César Jiménez (oreja en ambos). Se enfrentaron a cinco toros de Sánchez Arjona y uno de Victoriano del Río que se lidió en quinto lugar. El último en manchar el albero con su sangre fue el toro Abotonado.

En el lado más triste de todas estas tardes de toros en 'La Chata', hubo muchas visitas a la enfermería. En 1952 lo hizo el banderillero Manuel Leyton 'El Coli', por una gravísima herida. También graves tuvieron que ser tratados otros dos banderilleros en 1956 y en 2002, tres novilleros en 1958, 1962 y 1966, un picador con pronóstico reservado en 1982 y tres matadores. El más grave fue Ángel Teruel, en 1977, tras tener «el peor percance de su larga y fructífera carrera», puntualiza ángel Citores. También fueron atendidos en la misma plaza José Mari Manzanares en 1983 y Luis Miguel Calvo en 1989.