Las cuatro 'D' ante el acoso escolar

Agencias
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«Disimulo, dilación, descrédito y desmentido» ilustran la reacción de algunos colegios ante casos de 'bullying' que pueden acabar en suicidio, como el de una joven gijonesa el pasado sábado

Las cuatro ‘D’ ante el acoso escolar - Foto: Paco Paredes

Claudia González, una joven asturiana de 20 años, salió de su casa el pasado viernes sabiendo que lo hacía para no volver. En su cuarto dejó una carta desgarradora. «Queridos acosadores: sabéis quienes sois, soy yo, Claudia (...) Espero que todos y cada uno de vosotros sepáis el daño que vuestras acciones han hecho. Habéis cogido a una niña de alta autoestima y de altas capacidades y la habéis machacado hasta el punto de no salir de la cama en años y de llevarla al suicidio». Al día siguiente, su cuerpo era encontrado en la zona del Cerro de Santa Catalina. Sus años de estudiante en el Colegio Santa Catalina, la habían dejado tan «machacada», como ella misma describió en su último escrito, que no encontró otra vía de escape que el de quitarse la vida.

Claudia es una víctima del acoso escolar y su caso ha vuelto a reabrir un viejo debate: el de si los colegios abordan este grave problema con la implicación que requiere o, si por el contrario, pasan de puntillas cuando no miran para otro lado en algunas ocasiones.

 Muchos centros educativos aún se muestran reacios a admitir que hay casos de acoso en sus aulas y aplican las cuatro «D»: disimulo («no hemos visto nada»); dilación («ya observaremos»); descrédito a la familia («es sobreprotectora») y desmentido («no es un caso de acoso»), subraya la profesora Carmen Cabestany, que acaba de publicar El bullying es cosa de todos.

Cabestany, presidenta de la Asociación No al Acoso Escolar (NACE) y formadora de profesores y otros colectivos en técnicas contra este tipo de maltrato, explica con motivo del Día Mundial contra el Acoso Escolar, mañana 2 de mayo, que, pese a que hoy la visibilidad del problema es mucho mayor y la sociedad es más consciente, «queda mucho camino por recorrer.

Con 30 años de trayectoria profesional en Barcelona, comparte situaciones que ha vivido en primera persona, llama a la acción a todos los implicados y homenajea a los niños que han pasado por su vida y le han enseñado la realidad oculta del maltrato en las aulas.

En su opinión, el acoso es un «fenómeno en ascenso, pero como no hay estadísticas no podemos afirmarlo rotundamente. La falta de datos es uno de los problemas a los que nos enfrentamos».

El estudio Cisneros, el mayor realizado en España con una muestra de 25.000 escolares de siete a 17 años, determinó que uno de cuatro escolares lo padecía.

Falta coordinación

Según Cabestany, «el resultado de muerte que a veces se produce se debe a que las diferentes instancias quizá no han hecho su tarea y no se han comunicado ni tampoco coordinado entre ellas».

A modo de ejemplo lanza dos interrogantes. «¿Por qué se limita la Fiscalía a decidir si un presunto caso de acoso se archiva y no informa al centro para que intervenga y proteja a la víctima? o «¿por qué el sector sanitario, ante una sospecha de maltrato en un centro escolar no actúa de oficio como hace en los casos de maltrato en el seno de la familia?».

De acuerdo con la experiencia de su asociación, en muchas ocasiones, las familias se han estrellado contra una «puerta de granito» para obtener un informe médico en el que se recoja que los síntomas psicológicos del menor son compatibles con los de una víctima de acoso. «Si hay lesiones físicas, evidentemente este problema no ocurre», reseña. «Igualmente -continúa- ¿por qué los servicios sociales investigan si se sospecha de maltrato intrafamiliar o hay menores en desamparo, pero no cuando hay un colegio que permite esa situación de maltrato?».

Los servicios sociales, a los que su asociación también da formación, «no sospechan que algunas derivaciones que les hacen los centros escolares por presuntas negligencias en la familia, obedecen a una estrategia para encubrir que la afectación psicológica del menor es imputable al acoso escolar que sufre en el centro educativo".

Su obra El bullying es cosa de todos refleja que los colegios son reacios a admitir el acoso, tanto públicos como privados, «lo cual no quiere decir que no haya centros que lo hagan bien, pero muchos tienden a ocultar el maltrato. Sin embargo, es preciso reconocer que a veces no lo ven pues hay un gran desconocimiento y falta de formación».